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Con el ojo morado, durante una visita a una planta de gas.
Felipe el metepatas

Felipe el metepatas

«Eres demasiado gordo para ser astronauta», le espetó a un chaval de 13 años. Reúnen en un libro la nutrida lista de ocurrencias y salidas de tono del duque de Edimburgo

lourdes gómez

Jueves, 4 de mayo 2017, 11:29

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Las ocurrencias del príncipe Felipe de Edimburgo son legendarias. El consorte de Isabel II es el genio de los chistes inoportunos, un tipo que no se muerde la lengua ante nadie ni por nada. «Nunca volarás en este aparato. Eres demasiado gordo para ser un astronauta», le espetó el duque a un chaval de 13 años que estaba admirando una lanzadera espacial. A otro grupo de menores, en esta ocasión niños sordomudos que aguardaban la visita real junto a una banda de músicos caribeños, les soltó: «Tan cerca de esa música no me extraña que estéis sordos».

Los adultos también caen con frecuencia en el objetivo del duque de Edimburgo. A Elton John le saludó un buen día con un «¡Oh!, tu eres el que circula en ese coche tan horroroso. Lo vemos con frecuencia de camino al castillo de Windsor». De visita oficial en Australia con la reina Isabel, el príncipe Felipe preguntó a los líderes aborígenes que salieron a su encuentro: «¿Aún os atacáis con lanzas?». Y al enterarse que iba a tener que aguantar un concierto de Madonna sugirió en alta voz: «¿Nos pondremos tapones en los oídos, no?».

En sus 70 años de matrimonio con la reina británica, el nonagenario duque ha batido todos los récords de lo políticamente incorrecto. Sus meteduras de pata se listan regularmente en periódicos tradicionales y publicaciones electrónicas. Ahora han saltado a las librerías y al espectro digital en Prince Philip: Wise words and Golden Gaffes (El príncipe Felipe: palabras sabias y gafes de oro). La colección de ocurrencias la han compilado los corresponsales palaciegos Phil Dampier y Ashley Walton, que llevan más de dos décadas analizando cada movimiento y gesto de la familia real en la prensa británica.

El libro incluye caricaturas del duque y chistes gráficos sobre el protagonista, quien aparece en la tapa enfundado en sus galas militares gritando «¡Qué maldita pérdida de tiempo!». En las páginas interiores, se suceden comentarios pasados y presentes de un varón acostumbrado a caminar dos pasos por detrás de su mujer. «No soy más que una sangrienta ameba, el único hombre de este país al que no se le permite dar su apellido a sus propios hijos». La frase la escuchó un amigo hace tiempo, pero le perseguirá hasta el más allá. Según el periodista Andrew Marr, el duque peleó por renombrar la dinastía inglesa como la casa de Edimburgo o, al menos, como Edimburgo-Windsor. El Gobierno ganó esta vez la batalla contra el «griego» Felipe, a quien el establishment ya quiso negar la mano de Isabel. Se impuso el sello de identidad de los Windsor y el apellido Mountbatten, que el duque adoptó al naturalizarse británico, ni siquiera figura en los ascendientes directos a la corona británica.

«Es un tesoro nacional»

Extrovertido, ingenioso, energético, descortés son etiquetas que cuelgan del príncipe desde joven. «¿Cómo podría ser infiel a la Reina? Ella nunca se tomaría sus represalias», dicen que confesó a un colega. «Con un título lo mejor que uno puede hacer es olvidarlo», dictó en un evento en la Universidad de Salford. «Parece que está listo para ir a la cama», exclamó al ver al presidente de Nigeria en una recepción en el Palacio de Buckingham. «Se suele decir que el peor daño tras un incendio es el agua. Nosotros todavía estamos secando el castillo de Windsor», comentó a sobrevivientes del atentado de Lockerbie.

Entre los más recientes comentarios subidos de tono se lleva la palma el que escuchó una ciega de 90 años. La anciana iba en silla de ruedas abrigada con una manta de aluminio que suscitó la picardía del príncipe consorte: «Directa al horno, ¿no?». A unos jóvenes que se manifestaban a favor de los animales les preguntó: «¿No tenéis otra cosa que decir?».

No solo hay meteduras de pata en esta curiosa biografía del duque. Los autores del libro reafirman el perfil de hombre «irascible, controvertido, directo y divertido», pero también le retratan como un personaje «complejo y reflexivo». «Es un tesoro nacional. La gente aprecia su forma tan directa de expresarse y el hecho de que no está atado a lo políticamente correcto», ha señalado Walton. Marr coincide en que el duque transmite una imagen de tipo duro, pero esconde en su interior un manantial de espiritualidad, un carácter sensible y poético. Quién lo iba a decir.

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