Una centenaria luchadora siempre fiel a sus principios

Si alguien no supiera quién era Hortensia le diríamos que fue una mujer fuerte, como la del Evangelio, una mujer que fue esposa, madre e hija, que no abandonó a sus padres hasta el final de sus vidas.

En su juventud, cuando pocas mujeres trabajaban fuera de casa, ella lo hizo en la imprenta Aldus, la más importante en aquellos momentos. En esos años se fijó en ella un joven compañero que no dudó en cortejarla y la supo conquistar. Abandonó su trabajo y dejó que fueran otros quienes imprimieran las obras de destacados autores del momento como José María de Pereda, Gerardo Diego, Jesús Cancio, Concha Espina, Sixto Córdova, etc.

El decidido joven la llevó al altar en la iglesia de Santa Lucía. Quién iba a decirle que, al cabo de muchos años y día tras día, fuera Hortensia quien dirigiría el rosario de su parroquia y ayudaría en muchos menesteres: leer, pedir, lavar y planchar parte de la ropa usada en las celebraciones. Y que en esa misma parroquia se celebraría su funeral muchos años después ya que Hortensia ha fallecido a los 104 años.

Del matrimonio nacieron dos hijos y, junto a su marido, se dedicó a su educación sin apartarse de otras necesidades que surgieran. Hortensia nos contó muchas cosas de una vida ¡tan larga!: Buenas, regulares, malas... Buscó siempre el apoyo en María y en su Hijo, sintiendo una especial sensación al recibir la Comunión, según narraba ella misma.

Sin pretenderlo, ha pasado por este mundo dejando una huella que admiramos. Durante los muchos años que nos ha acompañado, luchó contra viento y marea para que nadie torciera sus pensamientos. Podríamos decir que fue un poco tozuda, insistiendo por conseguir un beneficio para los demás, aunque en ello tuviera que perjudicarse física o materialmente.

No era nada ostentosa, al contrario, siempre generosa y espléndida. Al llegar a la meta de la vida eterna, también habrán sido espléndidos con ella porque: «Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber».