Dolor ante el adiós de una joven madre, valiente y luchadora
Cualquier despedida de un ser querido es terrible. La de un familiar, dolorosa. Y la de una joven y valiente madre, inexplicable para cualquiera. Un ... dolor que se hace colectivo cuando la familia es conocida y respetada, como es el caso de Miriam Fernández Suárez; cuando su padre, Ricardo Fernández, es un ser cercano, siempre con el diálogo por delante, amante de su pueblo, una persona en una alta consideración general.
A partir de ahí, qué más se puede decir de una persona en cuya esquela dice: «Eres la mejor madre, esposa e hija del mundo». En presente, porque ese es un sentimiento que nunca queda atrás. Tanto es así, que al poco de conocerse la trágica noticia centenares de comentarios cariñosos copaban las redes, las conversaciones, las muestras de ese dolor colectivo cuando lo que se va remueve el corazón de todos.
Su historia es la de una luchadora, tenaz, decidida, madre coraje por encima de cualquier diagnóstico adverso. Porque no se echó atrás cuando las cosas se pusieron difíciles durante su embarazo. «Una mujer más que valiente. Que supera adversidades que paralizan a cualquiera», dice Sergio Barquín, su esposo.
Porque su decisión de crear una familia junto a Sergio era más fuerte que cualquier otra cosa. «Gracias por estos 18 años, por ser como eras, ayudarme a ser quien soy y el fabuloso hijo que dejas», decía Sergio en su despedida. «Brillaba con luz propia, era un ser muy especial, lleno de alegría, bondad y amor. Se va dejándonos un gran vacío y también un gran ejemplo de superación. A pesar de su enfermedad luchó para dejar otro ser igual de especial en este mundo, su hijo Adrián. Siempre la recordaremos con amor».
Amor como el de sus padres. Ricardo reconocía que «se me arranca el alma al despedirte. Siempre has sido una luchadora y te has desvivido y preocupado por los tuyos». Cuando sucede una cosa así queda claro lo injusta que llega a ser la vida, «sobre todo ahora que durante una larga lucha y sabia decisión estabas disfrutando de tu gran tesoro, tu hijo».
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