Liébana despide a un deportista querido y respetado por todos
Desde muy joven tuvo claro que el deporte se iba a convertir en su gran afición. Y así fue como Ricardo Heras, panadero de profesión, ... abrió camino a un buen número de jóvenes lebaniegos que le vieron como un ejemplo a seguir. En el año 1981 reconocía en una entrevista que «hacer deporte es una necesidad imperiosa, sobre todo para la juventud, tanto a nivel físico como mental porque te evade de los problemas cotidianos y para practicarlo se necesita además una gran capacidad de sacrificio».
Ricardo participó en muchos maratones, en la Subida al Desfiladero de La Hermida y en numerosas carreras de cross, pero fue el deporte de la bicicleta el que le cautivó y convirtió en su gran pasión. Todos los días, de lunes a sábado, después de finalizar su trabajo en la panadería y hacer el reparto, cogía la bici para disfrutar del paisaje lebaniego y los alrededores de la comarca. Los domingos, al tener el día libre de ocupaciones, la ruta era más larga.
Inculcó el deporte a sus hijos, especialmente a Isaac y Riki, que le acompañaban en sus salidas, disfrutando de un padre que para ellos era también un amigo y del que se sentían orgullosos, al igual que lo estaba su esposa Carminín y sus hijas Teresa, Carmen y Mónica.
Persona de gran corazón y gran trabajador, Ricardo era poseedor de una gran fortaleza y espíritu de sacrificio, a pesar de los duros golpes que recibió a lo largo de su vida. Supo inculcar a familiares y amigos los valores que marcan y definen a una persona buena: la constancia, el esfuerzo, el sacrificio...
Decía el párroco de Potes, Elías Hoyal, en su funeral que «lo importante en una carrera no es llegar el primero a la meta, sino ayudar a quien se cae, ser un buen compañero, buen esposo, buen padre y todas esas cualidades y esos valores los tenía nuestro vecino».
Panadero de profesión, trabajó en la Panadería Seles, de Potes, la empresa familiar en la que desarrolló su actividad junto a sus hermanos e hijos. Desde este establecimiento llevaba el pan diariamente a los vecinos de Camaleño a quienes también repartía medicamentos o cualquier encargo que le pudieran hacer.
En el año 2003 la panadería se trasladó a una nave industrial en Perugales, cerca de Turieno, y allí comenzaron a elaborar magdalenas, sequillos, sobaos y cruasanes caseros.
A buen seguro que Ricardo ya contemplará desde un lugar en el cielo a sus hijos y compañeros del Club Ciclista Liébana, quienes cariñosamente le llamaban 'capitán' por su veteranía y consejos. A todos ellos les animará a ascender con ilusión y espíritu de sacrificio por las cuestas que cada día va marcando la vida.
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