Condensada luz difusa
Marnay da un giro de trescientos sesenta grados para alejarse de la abierta playa al prieto bosque
Calle de Antonio López. Por el naviero. No por el afamado pintor del mismo nombre, maestro del hiperrealismo. Centro Cívico Tabacalera, con el jardín vertical ... interior más alto del mundo, según se promociona. Marnay expone la última obra de su ingenio y mano, bajo el japónico título 'Komorebi'. Muestra pictórica que tiene por motivo central lo forestal. Al pintor no le importa que el árbol no le deje ver el bosque. Al contrario. Su intención no es pintar el árbol ni el bosque, sino la luz que cenitalmente se filtra entre las hojas, las ramas y los troncos. La luz en estado puro. «¡La luz, más luz!», que imploraba al cielo Goethe. Lumbrera humana que con un prisma de cristal descubrió que la luz y la oscuridad son necesarias para separar los colores y que el límite entre la región luminosa y la oscura es la zona donde el efecto se produce con mayor facilidad. Bien por el sabio.
Marnay, que ha pintado al denudo las playas de Cantabria a la bendita hora en que las arenas se hacen de oro y los lagunillas que quedan en los roquedales cuando baja la marea reflejan aves al vuelo, suspendidas en el vértigo circular, ha tenido la feliz ocurrencia de dar un giro de trescientos sesenta grados (los de ciento veinte no existen) para alejarse de la abierta playa al prieto bosque. Del orto al ocaso, en todas sus horas y matices. Deslumbrante abanico.
'Komorebi' es expresión japonesa, que vale por «luz que se filtra a través de las hojas de un árbol». En suma, una cascada de luz vertical que ramas y hojas tamizan dibujando abstracciones en el suelo. Pintando del más menos y del menos más, Marnay ha pasado a representar la tridimensionalidad en la horizontalidad de la superficie plana. La luz que modela cuanto ocupa un lugar en el espacio. Un haiku.
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