Razón de peso: en julio todas las sopas son julianas. De cualquiera de las mil y una huertas que hay en Cantabria. Tantas como noches ... en la corte del sultán Schahriar, nimbado por el cuento que todas las noches de Dios (en cualquiera de sus nombres) le narra al oído su esposa Scharezade, uno por noche, mordiéndole los obulicos con simpar ternura, compartiendo ambos una misma almohada de suntuosas sedas orientales.
El pintor Hanoos, muy ligado a Cantabria por razones personales y artísticas, lleva años recreando el tema en su madrileño estudio. La muestra «Sharezade y las noches árabes de Hanoos», expuesta en la Sala Invernadero de los Bonsais del Botánico, Madrid, no ha logrado hacerse un hueco en los espacios expositivos de Santander. Una pena. Porque la obra en conjunto es un recreo para la vista. Y nos alegraría julio.
Para celebrar la entrada del séptimo mes del año, tomo prestados de Estrañi unos versos corridos: «¡Entró ya el mes de julio, / mes de jaleo, / que viene con sus toros, / y con sus fuegos / y sus regatas / y sus titilimundis / y sus charangas! / Pronto traerán los trenes / muchos bañistas / que vienen a mojarse / las pantorrillas / en nuestro río, / huyendo de los chinches y los mosquitos». Bienvenidos a las amables noches del estío local.
De suyo es que el mes de julio se celebre por todo lo alto en Tetuán, el barrio más sanferminero de la ciudad. Donde hubo una plaza de toros, en Molnedo, que el viento se llevó. Por Santiago habrá ferias, que no feria, en jerga local, y en la plaza de toros de Cuatro Caminos, habrá toros y toreros, corridas, charangas y meneo del bueno. Con un refrán esperanzador: «Por mucho que quiera ser en julio poco ha de llover». Y si llueve, que llueva. Pues como el dicho local apunta. «En Santander llueve. Pero con gracia» .
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