Apagón papal.- Desde el fallecimiento del papa Francisco vivimos en episódico apagón papal. Con Sede Vacante hasta que se celebre el Cónclave, luzca fumata blanca ... y una voz aflautada anuncie conmovida: «Habemus Papam». Según todas las hipótesis, el elegido y su nombre no se conocerá hasta mediados de mayo.
Apagón eléctrico.- A mediodía del pasado lunes, 28 de abril, la corriente eléctrica dejó de serpentear por los cables de cobre. Y fue la falta de luz. Que dejó infinitos lugares temporalmente sin fluido. En algunos, la noche fue una prolongación del día. Y así, hasta el martes, donde en no pocos sitios persistió el apagón. Durante la total y absoluta oscuridad, tornamos momentáneamente al tiempo de los quinqués y las candelas. Más aún: a la alegórica caverna de Platón. Pensemos en una persona anciana, impedida e incomunicada, en su domicilio, sin amor de nadie y sin consuelo, sin radio, sin tele, sin internet, sin comunicación con el exterior, sintiéndole caer la prematura noche encima sin saber qué demonios estaba ocurriendo fuera. O en una persona sometida a tratamiento doméstico con la máquina de la vida negándose a procurarle el aliento necesario para permanecer atado a la existencia; lo único nuestro que en verdad tenemos. O en los viajeros de un tren detenido en un túnel o en un arriscado altozano, arrastrando maletas entre zarzas, tormos y lagartos. O en el conductor de un vehículo eléctrico (maravilla oficialmente promocionada) sin carga, en mitad de la nada.
Apagón informativo.- Lo que se nos lleva dicho hiede a mentira podrida. No es cuestión de pensar mal para acertar. En la caverna de Platón, los humanos sólo percibían la sombra de las cosas, no lo que las cosas son. Para ver las cosas tal cual verdaderamente son se requiere saber, conocimiento, deducción. Despertemos a la realidad: la humanidad vive sentada sobre un barril de pólvora. Con muchos locos, prepotentes y satanes danzando alrededor con hachones encendidos.
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