Aunque confinados, lo cierto es que seguimos en contacto con nuestros amigos gracias a esos mensajes que se nos cuelan por los poros ... del móvil o del ordenador. Y con tanto tiempo de ociosidad, en mis grupos de WhatsApp han aumentado los temas relacionados con la comida. Me llegan fotos de platos con una presentación que envidiarían los chefs de la guía Michelin. Mi amigo Javier Castillo me cuenta que en el segundo día de confinamiento preguntaba cómo se hacía la tortilla de patatas, y ahora, después de más de un mes, sus dudas divagan sobre si el flameado de 'Boeuf Bourgignon' se sirve directamente en tarrina templada o si es mejor 'esfericar' el flameado, que no sé muy bien lo que es.
Mensajes guasones aparte, yo mismo, que nunca he sido ducho en estos menesteres y que aprendí a freír un huevo gracias a las 1.080 recetas del libro de Simone Ortega, me he puesto el delantal sin estrenar del Racing y me he atrevido a preparar algunos platos. Y ahí me tienen, cocinando desde unas lentejas con chorizo (mi primera proeza) hasta unos pimientos rellenos de seitán con salsa de calabacín o una merluza con gambas en salsa de puerros que me han levantado una moral de la que carecía con respecto a las técnicas de los fogones, sobre todo porque me han animado a exclamar un ¡Eureka! cuando he catado los resultados.
Claro que todo tiene su truco. Mis amigos le han restado mérito al asunto porque dicen que he utilizado la Thermomix, y eso debe de ser como subir el Alisas con bicicleta eléctrica, vamos, que no computa para el 'Másterchef,' aunque, eso sí, no podrá evitar el efecto colateral que tanto preocupa a mi amigo Javier Menéndez Llamazares, ya saben, el de la báscula. Y no me extraña, porque en estos tiempos que corren, a las dos grandes clases sociales que existen en el mundo, es decir, los que tienen más comida que apetito y los que tienen más apetito que comida, se ha unido una clase media que derrocha ambas cosas, incluso en el confinamiento.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión