Golpe a la democracia
Resulta baldío que los socialistas intenten rebajar el impacto de lo que implica la entrada judicial por supuesta corrupción en la sede de un partido
El mandato ayer del instructor del Tribunal Supremo Leopoldo Puente para que la UCO entrara en el edificio central del PSOE en Madrid, con el ... objetivo de clonar los mensajes de Santos Cerdán en el correo electrónico corporativo del partido, así como en el Ministerio de Transportes, a fin de hacer lo propio con los de su extitular José Luis Ábalos, devolvió a la política y a la ciudadanía a las intolerables imágenes vinculadas a la corrupción de un pasado que, lamentablemente, vuelve a reproducirse. Resulta baldío el esfuerzo de los socialistas, la formación que lidera el Gobierno del país, por enmarcar la operación de la Guardia Civil en sus oficinas de la calle Ferraz en «la normalidad» del procedimiento abierto, aun cuando fuera una de las medidas que cabía esperar por parte del magistrado. Porque ni es normal, ni la sociedad española debería interiorizarlo como tal periódicamente, que un lugar tan simbólico en un sistema democrático como la sede de un partido sea escenario de una intervención policial bajo orden de un magistrado por supuestas corruptelas. Como resulta a todas luces un argumento imposible que el presidente Sánchez y los dirigentes que lo rodean pretendan diluir el golpe reputacional sufrido evocando el sortilegio de que Cerdán, Ábalos y Koldo García son solo tres manzanas podridas en el cesto de la familia socialista. Cuando sus presuntos ilícitos, en virtud de las altas responsabilidades asumidas por los dos primeros, se prevalieron del peso y la influencia de una sigla histórica para contaminar sus entrañas y las instituciones de todos a través del Ministerio de Transportes.
Estallado el comprometedor informe de la UCO que forzó la renuncia de Cerdán, su hasta ahora mano derecha, el presidente se ha enrocado en reivindicar la continuidad del Gobierno hasta 2027 descartando tanto un adelanto electoral como el mínimo exigible de someterse a una cuestión de confianza. La evidencia de que no opta por ninguna de las dos salidas porque podría perder en las urnas y porque no tiene atada su siempre tambaleante mayoría parlamentaria no obvia lo dudosamente democrática que es su inhibición. Y la visita ayer del president Salvador Illa –puntal de Sánchez desde Cataluña– a La Moncloa estuvo marcada por un secretismo poco menos que inaceptable cuando el país está en vilo por los sobresaltos continuados a cuenta de una presunta corrupción que hace inane, también, el intento del Gobierno de encapsular sus tóxicas consecuencias para el sistema.
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