Eutanasia II
Se buscó su aprobación en medio del sonar de campanas navideñas y de la llegada de vacunas abanderadas salvadoras
Hace casi un año, recién comenzada esta pesadilla vírica, en aquel momento todavía silente, gastábamos nuestra máxima energía y nuestra mejor retórica en estas mismas ... páginas en un artículo peleón y de sentimiento, 'Eutanasia', con el fin de remover conciencias y denunciar que íbamos a tener que afrontar/enfrentar la venta anticipada de una nueva Ley que se anunciaba como anteproyecto para legalizarla. Nadie podía pensar en ese instante que deberíamos de armarnos frente a este virus cruel y depredador y mucho menos que en este Estado de Alarma interminable -en el que estamos calculada y maquiavélicamente sumergidos- se pudiera plantear ley tan transcendental.
En ese artículo de prensa, con sutileza calculada gritábamos y apelábamos a la necesidad de la confección de un traje legislativo de comportamiento acorde, que requeriría «grandes solapas de conocimiento y grandes bolsillos llenos de ternura, de sentimiento, de conducta ética y de amor y sensibilidad» para el que habría que hacer un gran esfuerzo y prepararse.
Nada de esto se hizo y se buscó su aprobación en medio del sonar de campanitas navideñas y de la llegada de vacunas abanderadas salvadoras para clavar la Ley con destreza y sin piedad en el BOE y en la conciencia de los ciudadanos.
«Si sientes terror solo sigue andando, ningún sentimiento es definitivo» decían en mi presencia promoviendo consuelo a un padre destrozado por la pérdida de su hijo... «Ninguno excepto éste» respondió con certeza a través de su hilo de voz entrecortada, ante tal reflexión que sonaba tan cargada de buena intención como rebosante de banalidad por el dolor insuperable.
«Ninguno excepto éste» digo yo también desde mis entrañas, ahora con la evidencia de la Ley de Eutanasia aprobada y aclamada por una parte del Parlamento. Sólo desde ahí puedo explicarme.
Finalizó el tiempo para el argumentario: terminemos ya las comparaciones con otros países, dejemos ya la apelación a la lógica, a la ética o a la ley preexistente y oportuna -Documento de Intenciones Previas o Testamento de Voluntades Anticipadas- o a la mención excitada de la necesidad perfeccionar los cuidados paliativos con una nueva ley que hubiera sido necesaria y suficiente. Y desde luego, no olvidemos mi modesta y machacona insistencia en recordar que la Farmacología ha progresado suficientemente como para lograr el control total del dolor físico y asímismo disponemos ya de una asistencia psicológica y psiquiátrica avanzadas, muy expertas ante el manejo del tremendo dolor psíquico que se genera e irradia desde la decrepitud.
Todas estas ayudas ya están aquí, ya las tenemos, para acudir al deterioro o a la incapacidad o a la enfermedad definitiva sin tener que recurrir a la conducta activa de ser armador de muerte o de ser inductor para la muerte por mucho que quieran vestirse de «cooperador necesario» o adornarse con una expresión de amor filmada. Todo ello, aún entendiendo sentimientos insuperables de pena, solidaridad, compasión o ayuda más no puede defenderse la ayuda a morir como acto inducido si no es contranatura ante nuestro designio natural más noble de la defensa de la vida que pervive en nuestras conciencias y en las demandas del Derecho Natural que nos viene dado.
¿Cómo puede tener justificación matar? ¿Cómo puede tener legalidad? No vale «somos dueños de nuestro cuerpo», ¿les suena?, «lo hacemos por ti», «nadie puede decidir por nosotros» o identificar la ley, junto con la del aborto, con los principios democráticos o con los partidos de izquierda o con la libertad nada menos, para revestir de legalidad lo que es pura política en su parte más despreciable.
Por todo ello, desgraciadamente, ya no es momento de la razón, es momento de la protesta, al menos eso. Y si puedo quiero hacerlo al estilo de los que nos gobiernan: grafiti, okupación y tentetieso.
Haremos un grafiti enorme sobre paredes blancas que diga bien claro «No matarás» y lo vestiremos bonito para hacerlo adornado tal dibujos espléndidos copiados de Pejac o de Okuda con el fin de rememorar el primer grafiti de protesta que el mundo conoció -'Historia verdadera de la Nueva España', capítulo CLVII- cuando Hernán Cortés estampó con tinta negra y adornos la pared blanca de los palacios de Coyoacan donde se alojaba, en contraposición a los insultos irreproducibles que allí mismo aparecían misteriosamente urdidos contra él por varios oficiales contestatarios.
«Pared blanca, pared de necios» escribió Cortés con desdén adornado con dibujos y a continuación se entregó a su búsqueda y captura.
A nosotros, solo nos queda entonces pintar sobre paredes blancas y a continuación ir a la búsqueda y captura de los votos que propiciaron el desatino. Y quiero reclamarlo, que se lea bien, como les decía aunque vayan a responder los que ya conocemos «no matarás» es religioso, que es algo del pasado en una nación ahora laica o que el autor será creyente..., pues aciertan en todo, pero no es eso, no se trata de eso, se trata de la conciencia individual y de la defensa de la vida.
Por ello, tal y como se clamaba también en el primer 'Eutanasia' citado, apelo al actor olvidado, apelo al eslabón imprescindible, reclamo al experto, solicito al médico ocupando su mejor sensibilidad y su elevada obligación deontológica y su juramento hipocrático, apelo a mis compañeros tan tensionados en estos días en la defensa de la vida, para que reaccionen y griten con claridad meridiana «que la hagan ellos» y además a poder ser con su dinero. Porque nosotros los médicos estamos para atender, para acompañar, para mitigar, para tratar, para curar si es posible y si no lo es, para luchar aliviando el deterioro o la incapacidad, esa es nuestra elevada misión, pero nunca para provocar muerte.
Decía el poeta sobre la muerte: «Noche, lo comprendo, aunque no sé cómo explicarlo», Pepe Hierro, 'Dibujos y poemas'. Y añadía, «cuando muera nadie sabrá que me he marchado». No se pudo explicar mejor.
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