El gran pifostio

Pero ahí está la RAE, con su labor de plasmar una realidad que nos envuelve, una realidad donde el Gobierno no defiende su lengua oficial en los colegios de su país, nombra ministros que no quieren ser españoles, libera delincuentes que aseguran que repetirán sus delitos, o pacta y cede ante las pretensiones de quienes han defendido y siguen justificando el terrorismo... No les voy a mentar el récord de veces que ha batido su precio la electricidad, ni la penuria de los agricultores, ganaderos o transportistas, ni el temor de los propietarios de pisos ante okupas protegidos por leyes incomprensibles. Demasiados desmanes son para este breve espacio que habita entre paréntesis y que la RAE ha sabido resumir en dos palabras: pifostio y sindiós, como si ambas pintaran el panorama que Don Quijote dejó en la posada tras dirigirse a los cueros de vino lanzando cuchilladas a diestro y siniestro: «Tente, ladrón, malandrín, follón; que aquí te tengo, y no te ha de valer tu cimitarra», decía el ingenioso hidalgo ante el pifostio de muy señor mío que montó en la venta luchando contra un gigante imaginario. Todo, obra de un sonámbulo que trata de gestionar el sindiós de su locura. Así nos va.