Contra el cambio de coche
El valor de lo que nunca nos defraudó ya no parece suficiente
Están los que temen que el cambio climático altere tanto el aspecto del planeta, que esto impida que sus hijos y sus nietos disfruten de ... cuanto ellos disfrutaron e incluso puedan viajar, exactamente, adonde ellos viajaron, frívolas preocupaciones que yo he llegado a escuchar; están los que se aburren demasiado rápido de todo lo que compran, y buscan cualquier defecto en su inventario de objetos para justificar tantos reemplazos innecesarios de bienes muebles como hagan falta, una motivación del todo caprichosa; están los que se inspiran en el antiimperialismo (climático), en el decadente menú de los osos polares o en el wokismo de las ZBE para presumir de ideas propias y arreglar el mundo adoptando una conducta, supuestamente, más sostenible; están, también, los que sufren al ver su dinero «parado»; los que defienden que «consumir es bueno para la economía»; los que buscan compensar con una máquina sus carencias seductoras; los que dan el paso porque «la familia crece» (aunque la causa de este acontecimiento sea un perro); o los que, en fin, se hacen más viejos y responsables, pero, en lugar de acelerar menos y frenar antes, apuestan por adquirir un vehículo que «aguante mejor los golpes», por si acaso. Total, que así podríamos seguir largo rato, con más puntos y coma, ampliando la tipificación de creencias, mantras, tópicos y absurdos por los que terminamos cambiando de coche antes de lo estrictamente necesario, es decir, antes de que nos deje tirados por envejecer y colapsar.
Aunque ya sirva de poco, no está de más acordarse de los cuatro jinetes que han configurado un panorama apocalíptico de valores que va mucho más lejos de la discutible necesidad de jubilar un vehículo sano: la sobreinformación, el consumismo, la intoxicación ideológica y el pánico que nos han inculcado a la zona de confort. Este póquer de enfermedades no es nuevo, lleva tiempo con nosotros, lo infecta todo y promulga, con distintos lenguajes y matices, ideas controvertidas y a menudo prohibitorias, como la oposición a conceder medallas de oro al mérito mecánico por treinta años de servicio. Contamine mucho o poco, un coche viejo, aunque perfectamente operativo, vale para la sociedad actual menos todavía que una persona vieja, que ya es decir.
El valor incontestable de lo que siempre estuvo a nuestro lado y nunca nos defraudó ya no parece suficiente argumento para continuar disfrutando de una vieja compañía, sea rodante o caminante. A eso hemos llegado.
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