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Para los demócratas, la libertad y el ejercicio de la política tienen mucho de compromiso moral, porque nos permite elegir y nos impulsa a trabajar ... por determinadas ideas y valores. Lo escribo desde la convicción de que las palabras importan, porque con ellas argumentamos, discrepamos y dialogamos. No quiero palabras que divulgan odio. Me importa la libertad para compartir el respeto al adversario, los espacios públicos como lugares de encuentro y el riesgo de la responsabilidad.
Me produce repugnancia constatar cómo ciertas personas con responsabilidades públicas, manosean la palabra libertad para justificar sus fechorías personales o políticas; hablan de una libertad en la que no creen y si pudieran, nos privarían de ella a los demás. Utilizan la libertad para falsear la realidad, mentir y decir tonterías.
Defiendo la libertad que nos permite trabajar juntos, crear instrumentos positivos que compartir y la que nos lleva a construir desde lo público y contando con la iniciativa privada, un proyecto colectivo de futuro que sea atractivo a una mayoría.
En España hace 50 años que comenzamos a recuperar la libertad y la democracia. El dictador Franco murió dos meses después de firmar nuevas penas de muerte. No nos podemos sentir especialmente orgullosos de la muerte del dictador en la cama hospitalaria; no hubo aquí revolución progresista, ni levantamiento popular y la oposición de dentro y de fuera no consiguió apoyos y alianzas suficientes para desalojar al general Franco del poder. Habíamos asistido con envidia al 25 de abril de 1974 en Portugal.
Franco el dictador, aliado de Hitler y Mussolini, murió en noviembre de 1975, pero aún debimos esperar a 1977 para la disolución del llamado Movimiento Nacional y de los Sindicatos verticales y a que el 6 de diciembre de 1978 aprobáramos en referéndum la Constitución. Aprendimos a superar errores, amenazas, obstáculos y desconciertos. No fueron tiempos fáciles.
Entre 1975 y 1982 se produjeron 700 asesinatos, la mayoría imputables a la banda terrorista ETA. El 24 de enero de 1977 se produjo la matanza de Atocha. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tuvieron que acostumbrarse a los tiempos en los que se imponía el respeto a los derechos humanos, el Estado de derecho y la división de poderes.
Si a los conservadores españoles estos recuerdos y pensar en una España que se esforzaba por vivir en libertad les parece un tinglado, pues con su pan se lo coman. No debiera molestar que reflexionemos sobre nuestra memoria y nuestra historia más cercana. Esa recuperación de la memoria, de la libertad, de la democracia, de los derechos civiles y sociales, debiera formar parte del patrimonio colectivo como país.
No se entiende bien que a cierta derecha política española le cueste aceptar que los cuarenta años de dictadura del general Franco, arrancaron con un sangriento golpe de Estado. Es bueno conocer de dónde venimos, para atrevernos a pensar hacia dónde vamos.
Desde que murió Franco, como escribió Carmen Martín Gaite: «Ya ha llovido y se ha secado el barro». Mucho ha cambiado España en el último medio siglo y hay que explicárselo a los más jóvenes para evitar que algunos digan sandeces como que con Franco se vivía mejor; hay que explicárselo desde la verdad, desde los hechos, no desde las ensoñaciones ridículas y nostálgicas. Los jóvenes que no conocieron ese pasado y los no tan jóvenes, debemos valorar la bondad y trascendencia de la democracia con sus debilidades y defectos frente al autoritarismo. Tratemos de frenar esa ola de reaccionarios con los bolsillos llenos de dólares y esteroides que, rodeados de ricos bufones, recorren peligrosamente el mundo.
Lo primero que destruyen estos siniestros personajes es la sanidad pública, la educación pública y la seguridad social. Las jóvenes generaciones deben conocer la historia real del país, aunque esa historia tenga partes poco heroicas. Querer borrar la historia con actitudes revisionistas, solo conduce a falsear la propia historia y desprestigiar la democracia.
¿Por qué ese permanente interés de la derecha política, mediática y judicial española, por cuestionar la calidad de nuestra democracia y la calidad de nuestras instituciones? Se reivindica la Transición y la Monarquía y no se quiera recordar cuándo comenzaron esa Transición y esa Monarquía. La Transición fue la suma de muchas voluntades por vivir con libertades y como ha escrito Guillermo Altares «no hubo ningún pacto de olvido sino de sensatez». Es peligroso que una parte de nuestra sociedad desee silenciar el pasado y repartir algo de odio.
España comenzó hace 50 años a recuperar las libertades que hoy disfrutamos: tengamos el coraje y el valor de defenderlas ante riesgos de perderlas. Los totalitarismos llevaron a Europa a la miseria y Europa se reconstruyó desde el diálogo, la libertad, la democracia y, también, desde la fortaleza.
«Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros», escribió Cernuda.
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