La victoria rotunda del PSC confirma que el partido de Salvador Illa es el que mejor conecta con el electorado catalán en su oferta transversal. ... Predica un constitucionalismo tibio y al tiempo habla de la nación catalana, cambia su apoyo al derecho a decidir por una consulta sobre autogobierno, aplaude los indultos y la amnistía, invoca como referentes a Tarradellas, a Pujol, a Trapero… Un sector muy importante de la sociedad catalana ha comprado el mensaje de Illa basado en superar el 'procés' y la década perdida. Y sobre todo: hay que saludar el avance del constitucionalismo y el retroceso independentista que no suma mayoría.
Pedro Sánchez y el PSOE habían proclamado en campaña la necesidad de un triunfo contundente, de 40 escaños para arriba, de modo que Illa esté presente en la investidura y al tiempo que la estabilidad del Gobierno central y de su presidente no se vean comprometidas. Carles Puigdemont había replicado con un ultimátum: o Sánchez y él son ambos presidentes o no lo será ninguno. Si se le niega la Generalitat, dice que tumbará a Sánchez en el Congreso, a la primera ocasión o cuando tenga atada la amnistía que le han cortado a la medida. Así se las gasta el prófugo, un cadáver hasta anteayer, cuando resucitó con la fuerza de sus siete votos en la Cámara baja.
Las urnas ofrecen diversas combinaciones de futuro. Illa, dispuesto a la investidura, sumaría un tripartito con el desplomado ERC, aunque Aragonès no quiere el pacto, y los Comunes, pero ahí está Puigdemont con la escopeta cargada apuntando a Sánchez para que le haga president. No es fácil que el PSC trague con eso. No hay urgencias para negociar y si se pone imposible la repetición electoral es otra opción.
El PP registra una subida muy importante que autoriza una satisfacción demasiado cercana a la euforia. Adelanta a Vox en el escalafón, a costa de tomarle prestado el discurso que vincula inmigración ilegal con inseguridad ciudadana, pero el partido de Abascal resiste con soltura.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
