¿Fortaleza exportadora? No todo el monte es orégano
Es necesario seguir fortaleciendo la intensidad expedidora de los sectores manufactureros más convencionales
Desde finales de los años cincuenta del siglo pasado hasta la actualidad, la economía española ha recorrido un largo camino sustentada, en gran medida, en ... su proceso de apertura al exterior, en el que hay que subrayar tres hitos: el Plan de Estabilización de 1959, los Pactos de la Moncloa de 1977, y la entrada del país en 1986, como miembro de pleno derecho, a lo que hoy es la Unión Europea. Aun cuando todavía queda mucho por hacer para situarnos entre los países más desarrollados del mundo, es indudable que los esfuerzos realizados en estas tres ocasiones, amén de los que tienen lugar de forma continuada y silenciosa año tras año, han contribuido a transformar completamente nuestra economía y hacerla mucho más competitiva.
De entre las múltiples ventajas que acarrea el hecho de estar cada vez más abiertos al exterior una muy significativa es que, en líneas generales, la balanza de pagos ha dejado de ser un problema macroeconómico recurrente, problema que tradicionalmente solventábamos mediante devaluaciones de la que entonces era nuestra moneda, la peseta. Por fortuna, y con mucho esfuerzo, la solidez exportadora, que se ha ido consolidando con el paso del tiempo, ha contribuido sobremanera a minimizar este problema. Una de las vertientes más destacadas de esta solidez es la que se manifiesta en la ampliación de la base exportadora, tanto desde el punto de vista geográfico como desde la perspectiva sectorial. El primero porque, aunque sigue siendo cierto que nuestros principales clientes están en la UE, los mercados extracomunitarios van ganando terreno de forma decidida; y la segunda, porque nuevos sectores y ramas de actividad se van incorporando, paulatina pero inexorablemente, a la tarea exportadora.
Al referirnos a las exportaciones, conviene prestar atención tanto a los sectores que tienen una mayor presencia en los mercados exteriores como a los que, aun siendo pequeños, registran una gran intensidad exportadora. Si dejamos de lado al sector turístico, que es el más potente de todos y que tiene unas características peculiares, el grueso de nuestras exportaciones se concentra en ramas relacionadas con la alimentación, la metalurgia, la química, la automoción y el comercio al por mayor. El que estos sectores concentren la parte del león de las exportaciones españolas, haciéndolos imprescindibles para la economía nacional, no significa, sin embargo, que su intensidad exportadora (medida como la ratio entre su cifra de negocios en el exterior y la cifra total de negocios del sector) sea más elevada; puede serlo o no.
En este sentido, y de acuerdo con un estudio realizado por CaixaBank Research para el periodo 2016-2021, se da un hecho curioso, y es que pese a haber crecido las exportaciones de las empresas españolas en torno al 20%, la intensidad exportadora del conjunto de la economía se redujo en tres puntos porcentuales. Según el citado estudio, el motivo de que esto sea así no es otro que la caída de la intensidad exportadora de las industrias manufactureras y extractivas, que son las que están más volcadas al exterior, caída que, pese a su incremento sustancial, no ha podido ser compensada con las ganancias registradas en sectores con una menor presencia exterior, como las actividades de servicios no turísticos.
Aunque una evolución como la mencionada (disminución de la intensidad exportadora en actividades tradicionalmente potentes en las ventas al exterior y aumento en otras que no están tan representadas en mercados extranjeros) puede no ser más que una tendencia evolutiva normal, no deja de plantear algunos problemas, sobre todo si la caída global de la intensidad exportadora se siguiera produciendo. ¿Por qué? Pues porque, en comparación con la empresas que tienen menos intensidad exportadora, las empresas con mayor intensidad invierten más (casi el 50% más en activos intangibles y un 30% más en activos materiales), cuentan con un capital humano más cualificado y mejor pagado (salarios medios un 40% mayores), crean empleo de mejor calidad, suelen tener un tamaño más grande y, en general, son más competitivas y resilientes.
La enseñanza que podemos extraer de todo lo expuesto me parece evidente. Aunque es primordial que nuestra economía siga incorporando sectores productivos con una gran intensidad exportadora, no podemos abandonar aquellos que, tradicionalmente, han constituido la columna vertebral de nuestras ventas al exterior. Es necesario, al menos mientras los sectores recién llegados al mundo de la exportación no tomen el relevo, seguir fortaleciendo la intensidad exportadora de los sectores manufactureros más convencionales.
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