Nadar y guardar la ropa
HIC SUNT DRACONES ·
Las demoras en la entrega de productos que sufrimos desde hace meses están relacionadas con una monumental crisis energética, logística y geopolíticaEl que firma las fotografías que acompañan a cada uno de los artículos de esta serie lleva un año esperando a que le entreguen una ... bicicleta eléctrica. No es el único que espera su bicicleta, su coche, su consola, o cualquier otro bien de consumo que incorpore un chip. Desde hace meses el mundo enfrenta una 'tormenta perfecta' que ha puesto de relieve el delicadísimo equilibrio con que funciona ese milagro moderno que es la cadena de suministro global. Las demoras que sufrimos -y seguiremos sufriendo- no se explican exclusivamente por la escasez de semiconductores sino que están relacionadas, además, con una monumental crisis energética, logística y geopolítica. Este explosivo 'cóctel' pone en peligro la recuperación económica en Occidente, muy vulnerable a una inflación de la que depende su competitividad en los mercados internacionales de bienes y servicios. Pero, vayamos por partes:
Logística. Del mismo modo que el ciclo meteorológico es un equilibrio global integrado que nos interconecta a unos con otros, la cadena de suministro global es un «milagro» que lleva logrando, desde hace décadas, que átomos extraídos de la tierra en lugares remotos (los países ricos en materias primas), sean procesados en otros lugares muy distantes (los centros de producción mundial donde los costes son más baratos) y, además, lleguen a tiempo (y a un precio muy asequible) a las manos de consumidores en países de todo el mundo.
Desde hace meses, la logística mundial vive una situación sin precedentes que ha disparado entre un 200% y un 800% el precio de los fletes (el coste del transporte de mercancías) entre América, Asia y Europa. El 90% del comercio internacional es marítimo y el símil más simple del desaguisado logístico que manejamos actualmente es el de ese bar que, para seguir vendiendo bebidas, necesita que sus clientes le retornen las botellas vacías para poder continuar embotellando y despachando en un ciclo sin fin. Pero nada es tan sencillo. Al problema del «retorno de contenedores» que, durante los meses de confinamiento global, tras llegar a puertos de destino (casi siempre en Occidente) no se reciclaron, hay que añadir un colosal cuello de botella provocado por el alza sin precedentes en el consumo pospandémico, el aumento de precios de las materias primas, la insuficiente estructura portuaria (que ya estaba sometida a una enorme presión con márgenes muy ajustados), la escasez de conductores de camiones y la crisis de los semiconductores. En fin, un lío monumental.
Es probable que oferta y demanda se reacoplen a mediados de 2022, pero las cadenas de suministro seguirán expuestas a todo tipo de contratiempos
Carbón. China es la fábrica global y también el mayor consumidor de energía del mundo (unos 145 exajulios en 2020 o, lo que es lo mismo, la cuarta parte de toda la energía que se consume a nivel planetario). Todavía a día de hoy, más de la mitad de todo ese consumo chino lo alimenta el carbón. Además de ser uno de los combustibles fósiles más contaminantes, su durísima extracción provoca varios centenares de muertes al año, en un país donde todavía hay 2,5 millones de mineros. Sólo la cuarta parte de la energía que China necesita para alimentar su crecimiento se genera, hoy en día, con fuentes limpias (incluyendo el gas, además de las renovables). Pekín se ha comprometido a convertir su economía en carbono-neutral para el año 2060, pero (como también se sufre en España) resulta muy difícil nadar y guardar la ropa, atendiendo objetivos simultáneamente contradictorios: recuperar la actividad económica pospandémica, cumplir lo antes posible los objetivos medioambientales y mantener una factura eléctrica en niveles prepandémicos. Pese a ello (o para ello, según se mire), Pekín ya ha comenzado a aplicar cortes de suministro eléctrico a determinados sectores industriales, centros comerciales y...ciertos complejos tecnológicos intensivos en el empleo de chips.
Chips. El estilo de vida occidental actual depende de los chips y más del 90% de los semiconductores más avanzados se fabrican en esa isla rebelde a sólo 160 kms. de la costa china continental: Taiwán. El dominio global taiwanés en la fabricación de estos componentes de importancia estratégica crítica espolea los planes de Pekín de alcanzar la independencia tecnológica y reintegrar Taiwán en el territorio de la RPC. Paradójicamente, tanto EE UU como China están aprovechando las interrupciones, ya mencionadas, en la cadena de suministro global para asfixiar, recíprocamente, los planes estratégicos de su rival geopolítico de alcanzar la autosuficiencia en la producción de chips. Una vez más: nadar y guardar la ropa.
¿Y Evergrande? Aunque el asunto tenga algo que ver con todo lo mencionado anteriormente, tal vez lo más reseñable del tema sea, irónicamente, el nombre de la empresa y la metáfora que encierra: el sistema global -tal y como lo tenemos montado a día de hoy- está sumamente tensionado y en un equilibrio permanentemente precario. Es probable que oferta y demanda se reacoplen a mediados del año 2022 pero las cadenas de suministro globales seguirán expuestas a todo tipo de contratiempos «evergrandes»; esto es, «cada vez más grandes».
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