Queridos Reyes magos...

Estén tranquilos porque no están padeciendo alucinaciones visuales ni ninguna clase de disfunción espaciotemporal. Si hay mazapanes en los supermercados y luces de Navidad instaladas en las calles, puedo hacer pública la carta que este año quiero escribir a los Reyes Magos de Oriente. Ya que el virus parece que vino desde tan lejos, espero que además de microorganismos me traigan los tres regalos, uno por cada Rey. Yo creo que este 2020 he sido un poco de todo; normal y corriente en el primer trimestre, héroe de marzo a junio, anodino en verano y mejor no cuento lo que en ocasiones me dicen en las urgencias a partir de septiembre. En cualquier caso, a continuación les voy a detallar lo que voy a incluir en la carta a sus Majestades los Reyes Magos:

A Melchor le voy a pedir que llegue lo antes posible una vacuna eficaz, segura y en cantidades industriales para poder administrar a la mayor proporción posible de la población. La esperanza es lo último que se pierde pero a la vez es un arma de doble filo. Rescatando la frase del inicio, resulta positiva cuando todo un mundo ve las posibilidades que se abren ante nosotros, pero no tanto cuando es el último recurso. Lo más curioso del asunto es que los gobiernos anuncian en 'prime time' planes sanitarios de vacunas que aún se encuentran en fase experimental. Hasta donde yo conozco, de once empresas que compiten en los Juegos Olímpicos de la pandemia 2020/2021, sólo tres han publicado resultados preliminares en fase tres y posiblemente la eficacia inicial no sea tanta como han anunciado en los medios de comunicación.

Porque esa es otra, no creo que ayude mucho a combatir los movimientos antivacunas el hecho de retransmitir permanentemente en los medios de comunicación cómo va la competición entre países o la publicación de notas triunfalistas de las compañías farmacéuticas.

Nos encontramos ante la primera pandemia mundial narrada en redes sociales con la consiguiente polarización de la población en dos bandos claramente diferenciados. Aquí somos del Barça o del Madrid, de derechas o de izquierdas y en este caso, provacunas o antivacunas. Y estudiar este fenómeno será clave. La OMS lo está haciendo y de hecho definió el término reticencia vacunal como el «retraso en la aceptación o el rechazo de las vacunas a pesar de su disponibilidad». A pesar de todo lo anterior creo que se producirá el 'efecto bandwagon' o 'efecto subirse al carro'. En cuanto se empiece a vacunar a la población más vulnerable y se vea que la vacuna es segura y produce el efecto deseado, aquellos que desconfiaban de la inmunología parenteralmente adquirida, volverán al redil.

A Gaspar le corresponde la tarea de traernos unos test diagnósticos que sean rápidos, fiables, baratos y accesibles para la población general. En plena negociación política sobre el número de platos que se van a permitir poner en las mesas de los españoles, las pruebas rápidas de antígenos generalizadas y frecuentes podrían ayudar a disminuir la tasa de contagios y a detener la propagación del virus. Para empezar supondría tener unas Navidades más tranquilas. Incluso si la persona no se aislara por completo, es lógico pensar que si se hace un test y resulta positivo, se modificaría el comportamiento para evitar que la propia familia se contagie. Ademas de esto, previsiblemente se aliviarían las consultas desbordadas de atención primaria, se facilitaría la labor de los equipos de rastreadores, diminuirían los brotes en las residencias y colegios, mejoraríamos el control en las fronteras y acortaríamos posiblemente los tiempos de aislamiento tras los contagios. Tenemos que evitar que haya más brotes que desborden la capacidad del sistema sanitario, por agotamiento del personal que trabaja en el mismo y para evitar tener que cerrar de forma masiva locales y negocios que arruinen y endeuden económicamente a nuestro país.

Para concluir, a Baltasar le rogaría que trajese un tratamiento antiviral que curara a los enfermos y minimizara al máximo las muertes producidas por el puñetero virus. A pesar de la incansable labor que realizan todos los trabajadores de los centros sanitarios para impedir que los pacientes que ingresan empeoren su estado de salud, en ocasiones éstos fallecen, y los sanitarios también. No se trata de decidir entre antiviral y vacuna, pero en estos momentos existen muchos enfermos y familias pendientes de cualquier novedad en cuanto al tratamiento sin importarles en absoluto los planes de vacunación para el año que viene.

¿Se imaginan lo que tienen en común los tres regalos que he pedido? Que los podrán transportar los Reyes Magos de Oriente, pero todos ellos habrán sido el resultado de brillantes investigaciones de científicos que resisten es sus puestos de trabajo a pesar de un injusto salario. Harían bien los Gobiernos en conceder una sustancial cantidad del presupuesto a la promoción de la investigación, el desarrollo y la innovación.

Y mientras llegan los ansiados presentes tendremos que seguir viviendo con el riesgo de podernos infectar o incluso reinfectar. Nos encontramos estas Navidades ante el difícil equilibrio entre hacer la vida lo más normal posible dentro de las limitaciones y pensar que ante cualquier descuido en nuestro día a día el virus puede entrar a través de nuestras mucosas. Pórtense bien, cuídense y protejan a sus familias. Y que este año les traigan muchas cosas los Reyes Magos.