Revilla y Urkullu conectan bien, pero tienen que esperar
El presidente cántabro confía en la inyección del turismo vasco y sigue la estela del lehendakari que ansía recuperar el mando y la normalidad para afrontar la campaña del 12-J, aunque el rebrote del virus ha torcido los planes
Jesús Serrera
Domingo, 14 de junio 2020, 08:05
Aquí está todo parado hasta que vengan los vascos», admiten con naturalidad y con preocupación los alcaldes y las fuerzas vivas, los vecinos y los ... propietarios de negocios de la Cantabria oriental, mientras esperan el permiso de movilidad entre las dos comunidades que han intentado acelerar sus presidentes autonómicos, una vez más unidos por intereses comunes. Revilla busca que el motor del turismo vasco para la reactivación económica arranque cuanto antes. Urkullu persigue una rápida vuelta a la normalidad, lo que en términos electorales significa que quiere recuperar ya mismo todo el mando y devolver a los ciudadanos la facultad de desplazarse a las regiones vecinas antes de que comience la campaña del 12-J para ayudar a que las urnas se llenen otra vez de votos nacionalistas. Pero la reconexión tendrá que esperar unos días porque los rebrotes del virus en hospitales vascos suponían demasiados riesgos sanitarios y también políticos.
Revilla y Urkullu mantienen una buena sintonía desde su primer encuentro institucional, hace casi cinco años, en muchos ámbitos de cooperación: el tren rápido entre Santander y Bilbao, el tercer carril de la A-8, los convenios sanitarios en atención primaria y trasplantes o en diversos servicios en Valle de Villaverde, el enclave cántabro en territorio vizcaíno. En estos días, Revilla pondera en los medios vascos el talante sensato y ecuánime del lehendakari en las videoconferencias dominicales de los presidentes autonómicos con el Gobierno Sánchez sobre la pandemia, y aprovecha para invitar a los vascos a venir a Cantabria, como siempre, en cuanto sea posible.
El repunte del virus en algunos hospitales vascos ha frenado los planes de movilidad interregional. Perder el control sanitario de la pandemia sería un error inaceptable y con un coste político altísimo, de modo que los presidentes autonómicos se han tenido que plegar al criterio de los delegados del Gobierno y, en general, de los dirigentes socialistas que se mostraban mucho más cautelosos. Revilla con resignación, Urkullu a regañadientes por sus urgencias electorales.
La verdad es que de no haber surgido complicaciones, no tenía mucho sentido que se autorice el tránsito, por ejemplo, entre Almería y Huelva, a 500 kilómetros de distancia por carretera, y se prohíba entre Cantabria y Vizcaya, entre Reinosa y Aguilar de Campoo, entre tantas capitales y comarcas de comunidades limítrofes con fuertes vínculos sociales y económicos.
El contingente vasco está a la cabeza del escalafón del turismo en Cantabria, desde luego en la costa oriental, pero también presente en Liébana y en otros comarcas del interior y hasta en Santander, cuya alcaldesa, Gema Igual, confía en una razonablemente buena temporada de verano, por cuenta de los visitantes nacionales que pueden permitírselo en medio de esta crisis.
Como la brecha con Sánchez es cada vez mayor, Revilla ha elegido pegarse a la rueda buena, que es la de Urkullu, en la idea cierta de que el inquilino de La Moncloa no le niega nada al lehendakari. Ni siquiera se oponía a la apertura, ahora aplazada, de la 'muga' de El Haya con Cantabria y las de La Rioja y Navarra, como reclamaba Urkullu para afrontar la cita con las urnas con el mejor clima socio-político posible, con los electores definitivamente liberados del aislamiento.
Sánchez tiene que contar siempre los votos nacionalistas en el Congreso, siete en esta legislatura, que lo mismo sirvieron ayer para ganar una moción de censura, que cuentan hoy para prolongar el estado de alarma por la pandemia o valdrán mañana para aprobar los Presupuestos del Estado. También porque el PSOE se propone renovar tras las elecciones del mes que viene el pacto de Gobierno con el PNV en Euskadi, bien testado durante tres décadas largas, desde 1986, antes que explorar un inestable acuerdo con Podemos y Bildu.
Así que Revilla y el PRC se sienten a gusto con la armonía política entre el País Vasco y Cantabria, no sólo por razones de buena vecindad sino por el potencial beneficio económico que esa relación puede tener en materia de infraestructuras o servicios. Por lo demás, fuera del carácter nacionalista que el regionalismo rechaza –al menos Revilla y las clases dirigentes– el PNV representa el modelo a seguir por el PRC en su objetivo de consolidarse como fuerza hegemónica en toda Cantabria con capacidad de presión al Estado.
Por el momento, el grado de influencia no es comparable ni de lejos. Mientras Urkullu es uno de los pocos presidentes autonómicos que no se han quejado por el reparto de fondos del Estado, los que se van a asignar ahora y los del futuro, Revilla lamenta amargamente el olvido del Gobierno Sánchez. El presidente cree que de los 16.000 millones disponibles aquí no llegarán a 130. Para compensar, el vicepresidente Zuloaga ya no se queja como el mes pasado y ahora calcula alborozado que terminarán siendo unos 300 millones. Así están las cosas en el Gobierno de coalición del PRC y el PSOE: hasta las cuentas básicas las hacen por separado.
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