La pared
A la última ·
Lástima que el panorama apenas nos proporcione una cucharilla de café para derribarlaEs de noche y ellos se ríen. Los oigo sin verlos, que ahí está la pared que separa sus vidas y la mía, pero deduzco ... que las risas provienen de los hijos del matrimonio que vive en la casa de atrás. Se mudaron hace poco, y ni los conozco ni los conoceré, que la fama (de huraña) cuesta.
Derrumbada en el sofá, espero a que la melatonina empiece a hacer su efecto. Cinco horas de tregua, no pido más. Mientras, las risas despreocupadas e inocentes hieren, como hiere el ruido de las terrazas abiertas hasta las tantas a los que tenemos que madrugar, como hiere todo lo inocente a los que amasamos culpas. Yo también me reí en las noches de verano. No en todas: ansiosa como era, desperdicié muchas aguardando a que pasara algo (¿el qué?), suspirando por cosas que aún tardarían en llegar y despreciando las que ya habían llegado. Ellos, en cambio, parecen dispuestos a aprovechar las noches hasta el final. Es la una de la mañana y siguen riéndose.
De repente, porque mi cabeza funciona así y todavía no tengo sueño, me acuerdo de los chavales que, el otro día, uno más de tantos, se manifestaron ondeando banderas de un pasado que no vivieron. Críos a los que los ultrapredicadores, aprovechándose de un presente caótico y de un futuro vertiginoso, les proporcionan falsas certezas en un mundo lleno de dudas; críos que se creen indestructibles, pero que quieren destruir todo lo que hay a su alrededor; críos que, en las noches de verano, se ríen igual que los de la casa de atrás. Ahí está la pared que separa sus vidas de la democracia. Lástima que el panorama apenas nos proporcione una cucharilla de café para derribarla, mientras que los 'criptobros' tienen músculos para hacerla cada vez más alta. Por eso van al gimnasio.
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