Vacunas, Filomena y asaltos
MI RINCÓN DE INCERTIDUMBRES ·
En estado de duermevela, pensando sobre lo que voy a escribir, vislumbro textos impecables en cuanto a argumento y ejecución. Luego, con la mente despejada, ... no lo tengo tan claro. Me ha sucedido con este artículo. Entre las telarañas del sueño rememoré el 7 de enero de 1980 -hace cuarenta y un años-, mi segundo día de «mili» en El Ferrol. Era jornada de revisión médica. Dos mil marineros, en fila y con el torso desnudo, recibíamos varias vacunas en cada hombro; poco más adelante, otros compañeros se aplicaban en descubrir hernias o irregularidades varias en nuestros testículos, ayudados por un palito y una linterna (¡vaya visión!). En una mañana nos despachaban a todos. También debería añadir la circunstancia de que dediqué los dieciocho meses perdidos en la milicia a leer y a intercambiar correspondencia con escritores, como Torrente Ballester.
El artículo se abría camino con claridad en mi mente, porque Torrente ganaría años más tarde el premio Planeta con 'Filomeno, a mi pesar', una novela menor. Tenía, pues, vacunas aplicadas en tiempo récord y la versión masculina de Filomena. Todo de rabiosa actualidad, en un caso por la lentitud de la vacunación contra el covid (cierto que sus condiciones de conservación son diferentes, y que en el cuartel estábamos censados con rigor), y en el otro por el caos que ha generado Filomena, a nuestro pesar. Podría añadir que en 1981 -aún seguía en la mili- tuvo lugar el 23F, con la irrupción en el Congreso de Tejero con tricornio, hecho al que uniría la imagen del chamán de QAnon y sus cuernos de búfalo, en el asalto al Congreso americano. Tricornios y bicornios. Resultaba perfecto.
Cuando desperté, descubrí la dificultad de referirlo todo en trescientas palabras. Una pena. Pretendía demostrar que cuarenta años después apenas hemos avanzado.
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