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Detalle del monumento a Juan de la Cosa. Susi
La muerte de Juan de la Cosa

La muerte de Juan de la Cosa

Santoña ·

El cartógrafo santoñés falleció en Turbaco (Colombia), en febrero de 1510

JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ BICARREGUI

Santoña

Domingo, 24 de febrero 2019, 07:59

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Hay un detalle en una columna del monumento a Juan de la Cosa, obra de Hernández Morales, situado en el Pasaje, que alude a la muerte del ilustre piloto y cartógrafo santoñés. Se trata de una cabeza de serpiente con la boca abierta mostrando la lengua, que simboliza el veneno utilizado por los indios, para preparar sus mortíferas flechas, con las que mataron a muchos españoles, entre ellos a nuestro paisano.

Juan de la Cosa había marchado a las Indias, acompañado de su mujer e hijos, con el objetivo final de establecerse en aquellas prometedoras tierras. Quedarían en La Española (isla de Haití) mientras que él, por su cargo de Alguacil Mayor de Urabá, estaba obligado a ir a Tierra Firme, con Ojeda, como su lugarteniente. Así que zarparon hacia las costas de Colombia, y al llegar a Camarasí, Ojeda ordeno desembarcar, sin escuchar a Juan de la Cosa, que aconsejaba otro sitio, ya que por experiencia conocía el peligro. Los indígenas de esta región habían sufrido diversos daños, causados por españoles que habían navegado por aquellas costas, y estaban dispuestos a defenderse.

Los expedicionarios atacaron el bohío llamado Calamar, hasta destruirlo haciendo prisioneros y matando a los que se resistían. Después observaron que otro pueblo llamado Turbaco había sido abandonado por sus habitantes ante la llegada de los españoles, llevándose todo lo de valor. Pero la intención de los nativos era hacer una encerrona a los recién llegados. Un número increíble de indios surgió repentinamente de entre la vegetación lanzándose ágilmente sobre los españoles. Por cada uno de éstos había una veintena de indígenas dispuestos a aniquilar a los invasores.

El choque fue brutal, defendiéndose los llegados, completamente cercados como podían, hasta caer asaeteados por las flechas venenosas, que llovían de todos los sitios. Juan de la Cosa, con un grupo, cubrió la retirada de Ojeda para que escapara, escondiéndose entre la espesura de la vegetación, con el fin de avisar a los que habían quedado en los barcos, pero quedó extenuado entre unos manglares.

Los que quedaban siguieron luchando hasta ir cayendo uno a uno. Juan de la Cosa, sintiendo el efecto del veneno de las flechas dijo al único superviviente que con el peleaba: «Pues que Dios hasta ahora os ha guardado, hermano, esforzaros y salvaos, y decid a Ojeda cómo me dejáis al cabo». Obedeciendo la orden, y milagrosamente apenas herido, logró escapar. Se trataba, de Diego de Orgaz, quien consiguió llegar a los barcos y comunicar la triste noticia.

Se dio la circunstancia de que la flota de Nicuesa apareció en el lugar y, al quedar enterado, organizó una fuerza de 400 hombres para atacar Turbaco, aprovechando la noche. Al llegar prendiendo fuego al poblado, saliendo los indígenas huyendo. La matanza fue total. Dedicados luego al saqueo, los españoles dieron con el cuerpo de Juan de la Cosa. Estaba amarrado a un árbol, completamente lleno de flechas de la hierba ponzoñosa que le habían hinchado y deformado el cuerpo, quedando con un espantoso aspecto, que hacia difícil reconocerlo.

La muerte de Juan de la Cosa, ocurrida en Turbaco, el día 28 de febrero de 1510, como señalan los documentos de la Casa de Contratación. Le hicieron solemnes honras fúnebres, tanto a nivel oficial, en España, en Portugal y otras naciones, como a nivel familiar y de amigos, y se recompensó a su viuda con una pensión de 45.000 maravedíes. Además, se dio orden de que se respetara a sus indios, cuando se concedieron en 1511, varias mercedes a los pobladores de aquellas tierras.

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