Los naufragios de Cueto
Leyendas de aquí ·
Los Falagán, los Camus e incluso los Toca proceden de naufragios producidos hace siglos en la fachada norte de SantanderLa costa de Cueto siempre ha sido un lugar propicio para los naufragios. Tanto que fue necesario levantar un faro y un semáforo marino –que ... ahora se puede ver en Gamazo, frente a la Escuela de Náutica– para alumbrar la peligrosa línea costera de Cabo Mayor y asegurar el acceso a la bahía de Santander desde el oeste. Antes y después de su construcción muchas naves embarrancaron o se hundieron en sus quebrantas. A veces por el peligro de las rompientes –que le pregunten al William Rowland, el del Panteón del Inglés, hasta qué punto–; otras porque se pudo ayudar a encallar a los barcos con falsas señales para saquearlos.
La imagen que ha quedado de los raqueros en Santander es una evolución del habla popular entre lo despectivo y lo costumbrista. Se refiere a los chavales que se bañaban el Puertochico y se tiraban un cole si algún señorito les tiraba una moneda al agua para recogerla convencido de l que hacía algo bueno, como si no pudiera dársela a la mano. Pero el origen de la palabra es otro. Así se llamaba a los piratas de cabotaje y a los ladrones portuarios. Una de las formas de atraco era engañar a los barcos con falsas señales o advertencias luminosas para encaminarles al camino erróneo y, a partir de ahí, saquearlos o atracar a los marinos y marineros que llegaran asustados y agotados a la costa.
Fueran provocados o no, de algunos naufragios ha quedado constancia, pero de otros nada o, como mucho, la tradición oral o, mejor dicho, la leyenda. Entre ellos están los de un barco irlandés y otro francés; buques mercantes, militares o piratas según quién lo cuente, que se hundieron en Cueto. Todas las versiones son igual de apócrifas; ninguna ofrece ningún dato concreto sobre la cronología, nombre o procedencia de los barcos, pero con un denominador común: que se quedaron a vivir en Cueto.
Del pecio francés procederían los Camus e incluso los Toca, dos apellidos muy comunes en el pueblo cuando aún era eso, un pueblo ganadero y plagado de viñedos para chacolí, con un casco urbano separado del de la ciudad de Santander, a la que pertenecía administrativamente como pedanía. Del naufragio irlandés procedería el otro apellido cuetano por excelencia: Falagán, en este caso por deformación del Flanagan irlandés.
Lo cierto es que de todos estos apellidos, que a lo largo de los siglos se mezclaron en la pequeña villa santanderina, ha quedado constancia al menos hasta el siglo XVII en los registros parroquiales de Santa María, la vieja iglesia que ha custodiado tradicionalmente la historia de un pueblo orgulloso de sus orígenes que conserva incluso su propio cementerio, aunque ya sea un barrio más de Santander.En consecuencia los naufragios se deberían haber producido, de tener base real el relato, antes de ese siglo XVIII.
El apellido Falagán es muy frecuente también en la provincia de León, a donde llegaron en el siglo XIX inmigrantes irlandeses huyendo de persecución religiosa contra los católicos, probablemente a La Valduerna. Solo allí y en Cantabria es relativamente abundante, así que el origen apunta a ser efectivamente, aunque sin poderse asegurar, irlandés. Más arriesgado aún es aventurar si llegó a Cueto por mar, inmigración interior o de otro modo.
La tradición del naufragio tiene siglos, y así lo constata Matilde Camus en su 'Historia del lugar de Cueto', que recoge indirectamente un testimonio de la primera mitad del siglo XX. No prueba nada más allá de la longevidad de la historia, pero dice así: «En los comienzos del siglo XII un barco francés fue a estrellarse entre las rocas de la cantera de Cueto, quedando destrozado en ellas por el temporal. Perecieron dos tripulantes. Uno de ellos el patrón, apellidado Camus, padre de dos jóvenes que navegaban con él. Estos se salvaron, siendo rescatados por vecinos de Cueto; pero se vieron en la imposibilidad de volver a su país por las condiciones en que había quedado el barco, encallado y roto, rescatando el rico botín que llevaban. Se quedaron allí, casándose con jóvenes del lugar, y compraron la más grande heredad».
Como no existe documento histórico y por ese pequeño detalle de la carga de la prueba que arruina tantas leyendas, no se puede constatar ni desmentir el relato. Puestos a conjeturar, tampoco es descartable que por las venas de los Falagán, los Camus y los Toca santanderinos circule sangre franca, normanda o celta.
Quizá los primeros no sean los hijos de Corocotta; de los antiguos cántabros que resistieran a los romanos, pero conserven intacta, aunque de forma indirecta, su sangre celta, que pudo regresar siglos después al Cantábrico a través de las islas del norte; a través de la vieja Irlanda. Si es así, los últimos celtas de Cantabria resisten, todavía y siempre, en Cueto.
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