La última partida en el bar Garay
Maruchi y Claudio han bajado para siempre la persiana del negocio al que este matrimonio ha dedicado más de 40 años de su vida | El local, en la zona de Castilla-Hermida, albergará ahora pisos turísticos
Pasadas las once y media de la mañana de ayer, un vecino de la zona de Castilla-Hermida pasó frente al bar Garay, en la ... calle Carlos Haya número 4. Ese vecino -se llama Miguel- se detuvo a saludar a Maruchi Garay y a Claudio Ruiz, el matrimonio que ha regentado el negocio en este popular barrio de Santander durante casi 41 años, hasta el pasado sábado. «¿Hoy no me ponéis el café?», bromeó Miguel. «Ya no, ya lo sabes», respondió el matrimonio, que abrió las puertas del bar con 21 años ella y 25 él. Estaban recién casados. «Fue en enero de 1985. Parece mentira el tiempo que ha pasado. No nos terminamos de hacer a la idea».
Poco queda ya de ese bar «de los de toda la vida», con suelo de baldosa, vasos de tubo, cafés por la mañana, vinos al mediodía y partidas de dominó por las tardes. En escasos seis días han ido desmontando y vaciando el local, que, tras su salida, albergará pisos turísticos. «No nos vamos por falta de clientela. Al contrario, cada vez hay más. Por la mañana poníamos desayunos a tope, sobre todo cafés y tortillas- la de bonito era la más conocida en el barrio-. La hora del aperitivo no fallaba ni tampoco las tardes de partida, que se convirtieron en tradición».
Sin embargo, «uno va cumpliendo años» y surgen esas dudas sobre a qué dedicar el tiempo. «Llega un punto en el que te paras a pensar y también uno quiere disfrutar de otras cosas y descansar. Dejar de ir con prisa a todos lados, poder estar con nuestra familia más tiempo. Valoras y piensas... pues habrá que disfrutar de la vida. Es una etapa nueva y es mejor», comenta Maruchi. Y es que, aunque reconoce sentirse una privilegiada por la gran clientela que han tenido, también recuerda lo sacrificado que es regentar un negocio hostelero. «No dormíamos más de cinco horas. Porque abríamos para los primeros cafés del día. Ahora se nos hace raro que no suene el despertador a primera hora de la mañana», reconoce Maruchi, que aún no puede evitar emocionarse tras despedirse de la que se convirtió en su segunda casa. «Llegó un punto en el que veíamos más a nuestra clientela que a nuestra familia. Pasábamos tantas horas aquí... Da pena, es inevitable. Pero ahora empezamos una nueva etapa y aunque me emocione, estoy contenta, que conste». Están contentos y satisfechos con el final que han dado al bar Garay y no se plantearon que hubiera relevo generacional. «Nuestros hijos se dedican cada uno a sus cosas y ya está».
«Veíamos más a nuestra clientela que a la familia. Pasábamos tantas horas aquí... Da pena, pero ahora empezamos una nueva etapa»
Maruchi Garay
Propietaria del bar Garay
«Casi todo lo que hemos vivido aquí ha sido bueno. Queremos dar las gracias. a los clientes. De corazón. No nos vamos a olvidar de ninguno de ellos»
Claudio Garay
Propietario del bar Garay
Este bar no solo era especial por su tortilla y por la cercanía de sus dueños, también por las partidas que se organizaban en torno a las diez mesas que componían el local. Unas partidas que lo convirtieron en un punto de encuentro. «Los vecinos estaban ya muy acostumbrados a venir. Pero bueno, se han reubicado en otro bar de la zona y esa tradición no se perderá. Han sido muy buenos con nosotros», comenta Claudio.
Lo dice por esos clientes a los que ambos consideran «amigos y familia», y a los que llamaban por su nombre al verles entrar por la puerta. De esos a los que sabían lo que tenían que servirles sin que hiciera falta decirlo: «Lo de siempre». Y también de esos que el pasado sábado acudieron al bar, por última vez, a despedirse y a darles las gracias. «Nos trajeron incluso flores». Poco a poco se fueron enterando de que cerraban e inevitablemente fueron recordando los momentos que allí vivieron. «¡Qué recuerdos cuando iba con mi abuelo a tomar el blanco aquí! Todavía ha seguido manteniendo la esencia hasta hoy», recuerda uno de esos clientes habituales. Precisamente, esa ha sido la clave del prolongado éxito del bar Garay. Mantener su esencia.
Ahora que ya disfruta de la jubilación, el matrimonio quiere lanzar un mensaje a toda esa «gran familia» que ha permitido que este establecimiento siguiera adelante durante tantos años. «Casi todo lo que hemos vivido aquí ha sido bueno y les queremos dar las gracias. De corazón. Nos llevamos grandes recuerdos y no nos vamos a olvidar nunca de ninguno de ellos».
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