¿Se envuelve para llevar?
Leyendas de aquí ·
La imaginación inventó una banda que secuestra mujeres en los probadores de Torrelavega para traficar con sus órganosSi escucha: '¿Lo envuelvo para llevar?', tenga cuidado. Tal vez estén hablando de usted. Cuando vaya a uno de esos almacenes de barrio en los ... que se puede comprar de todo, en los que se pide uranio enriquecido y le responden: '¿Qué isótopo?', tenga cuidado. Al menos uno de Torrelavega es en realidad tapadera. Cuando un mujer entra en los probadores, aprovechan para encerrarla, narcotizarla, robarle algún órgano y venderlo en el mercado negro. Eso si no la destinan a la trata de blancas.
No es un bulo. Las mujeres entran en los probadores y ya nunca salen, al menos conscientes. Cuando regresan, las que regresan, lo hacen con un órgano de menos, y de eso da fue una superviviente que pasea con una cicatriz que le recuerda aquel día en que le extirparon un riñón. Hay quien conoce a alguien que conoce a alguien que la ha visto. Lo peor de todo es que el sitio en cuestión sigue abierto y la policía no hace nada.
Todo se descubrió cuando una chica entró a probarse ropa en Torrelavega. En la zona de La Inmobiliaria, más en concreto. Su pareja, que se había quedado en la puerta esperándola, se impacientó porque tardaba demasiado en salir. Cuando vio cómo echaban la persiana para cerrar se dirigió al dependiente: 'Perdona, pero mi novia está todavía dentro'. 'Aquí no hay nadie', le contestó el tipo ya con la verja en la mano. La conversación comenzó a subir de tono y al final le convenció de que le dejara entrar.
La llamó, revisó los lineales y, efectivamente, el local estaba vacío. O eso parecía, porque cuando entró los probadores ahí la encontró, amordazada y atada a una silla. Todo preparado para secuestrarla. Si su novio no llega a insistir, la pobre mujer no lo hubiera contado o, siendo optimistas –si se puede decir así–, lo habría hecho con una cicatriz de más y un riñón de menos o víctima de una red de prostitución y trata de personas.
Naturalmente, todo es un cuento chino que no solo circuló por Torrelavega, sino también por Reinosa. Otra leyenda urbana clásica; un relato tan descacharrante como inverosímil que ni siquiera se molestaba en explicar cómo era posible que una banda organizada de tráfico de órganos actuara en una ciudad en pleno día, con conocimiento de todo el mundo sin que nadie hiciera nada ni se echara de menos a ninguna de las presuntas desaparecidas.
Se trata de otra versión más de una leyenda urbana universal inspirada en una anécdota que, esta sí, sucedió efectivamente en Torrelavega, pero mucho menos truculenta. El propietario de ese negocio de La Inmobiliaria sospechaba que un carterista actuaba en su local, de modo que optó por cerrar con la clientela dentro y avisó a la policía con la esperanza de que pudiera descubrirle. Mala idea, porque pasó de víctima a infractor, pero nada que ver con la disparatada historia que se viralizó por la ciudad. Después aquella anécdota se fundió de algún modo con dos leyendas urbanas que circulan por todo el planeta al menos desde los años sesenta: la del robo de órganos y la del secuestro en los probadores.
Las rastrearon Antonio Ortí y Josep Sampere en 'Leyendas urbanas en España' años antes de que la historia se ambientara y fundiera –también– en Torrelavega. La localizaron en 1969 en Barcelona, en las misma época en el sur de Francia y en otras fechas y localizaciones. Citan incluso una tesis doctoral de Silvia Ventosa Muñoz sobre las corseteras barcelonesas que prácticamente calca el relato:
«Una chica iba por la calle y decidió pararse en la calle Pelayo a comprarse unos sostenes. El novio dijo que la esperaba en la calle, porque no estaba bien visto que un hombre entrara en un negocio de estas características. El pobre chico esperó y esperó y la chica no salía. Finalmente entró y no estaba. Al parecer, la secuestraron en el probador –que comunicaba con el edificio de La Vanguardia– y se la llevaron para trata de blancas. No se la vio más».
Ortí y Sampere relatan cómo la historia, que incluso saltó a la radio, se había popularizado antes en Francia con comercios femeninos generalmente regentados por judíos –al final los afectados denunciaron una campaña antisemita–, y apuntan en el caso de Barcelona a una intencionalidad distinta: la competencia comercial y la venganza tras un traspaso frustrado del negocio. En la versión cántabra el racismo también estuvo presente, porque de pronto la corsetería era un chino, una adaptación quizá alentada por el suceso del cierre.
Cómo se aderezó el suceso original con el folklore moderno es más difícil de comprobar, pero lo que está claro es que en Torrelavega, para cirugías, Sierrallana. O, todo lo más, Valdecilla, si es necesario derivar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión