Terrazas
juan josé fernández teijeiro
Torrelavega
Sábado, 7 de julio 2018, 07:32
Me gustan las terrazas de los cafés. Evocador y nostálgico espacio ante el que desfilan caras conocidas o que ya nos cuesta reconocer; cómodo mirador que contempla el paso rápido y bien marcado de las generaciones jóvenes, con calzado deportivo o con altos tacones, o el más lento y pausado de los que lucen canas y artrosis. Cuando nos alcanza el aroma de un buen puro advertimos la pérdida de nuestros humos juveniles, pero no faltan ni el amor, ni el humor. Siempre ha sido Torrelavega ciudad de terrazas.
Los soportales de la Plaza Mayor albergaban las más concurridas y protegían de algún chaparrón inoportuno: la del Saja, la del Viena, la del Sago, y la más antigua del café Florida. ¿Quién no quedó citado alguna vez en el Flamingo? Hoy ya no hay el clásico paseo; las terrazas son punto de encuentro o de tertulia. Quizás por lo del tabaco la oferta se ha ampliado a zonas peatonales o con más sosiego.
Puedes seguir tomando unas rabas en el Central, ir al Urbano's, al Toledo, al Póker o al Rincón de la Coral, o bien acercarte a esa plaza –hoy ya rosada– donde compiten nombres de ayer: la Bolística y Torrelavega, con los de hoy: La Tienda, New Century, Carpe Diem, el Cinturón, Ibéricum, Sinfonía, Quebec y La Plaza del Grano; o también tomar una caña en el Reno o Las Palmas, antes de ir a comer al Sajonia.
Las terrazas alegran nuestra vista tanto en la avenida de España: Kuman, Julio, Oslo, como en el Bulevar, donde además del Universal, ya un clásico, están el Murano y La Sureña. Y no me olvido del buen café del Papillón. No es posible citar a todas. Aún con su inigualable encanto –París siempre será París– en nada tenemos que envidiar a las terrazas parisinas con sus veladores y sillas apretadas, codo con codo. Claro que es correcto, justo y necesario, que la utilización del espacio público pague su impuesto, pero la sobrecarga siempre acabará perjudicando al ciudadano. Demandemos, pero premiemos también, la calidad y el buen servicio. Las terrazas no deben ser vistas como un artículo de lujo o el «refugium pecatorum» de los recalcitrantes fumadores. Para disfrute de todos, son las ventanas abiertas y luminosas de nuestras ciudades.
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