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Sheila Izquierdo
Sábado, 31 de agosto 2013, 21:13
El primer conde de La Mortera, Ramón de Herrera y San Cibrián (Mortera, 1812La Habana, 1885), preside desde este sábado un lugar de honor en el centro del pueblo. Más de un centenar de personas han acudido a la inauguración del monolito situado en la plaza de Mortera (Piélagos) con el fin de rendir homenaje a su más ilustre vecino, que logró amasar una gran fortuna en Cuba con la industria naviera, pero nunca se olvidó de su localidad natal y de sus vecinos.
Al acto acudió Ramiro Pérez-Maura de la Peña, octavo conde de La Mortera y quinto duque de Maura, que fue el encargado de descubrir la estructura de piedra junto al alcalde de Piélagos, Enrique Torre, y el pedáneo, Daniel San Miguel.
En el acto, Pérez-Maura agradeció el reconocimiento asegurando que una muestra de la «ilusión» que supone para él y su familia tal homenaje es que Mortera es «uno de los lugares» de su infancia. Junto a él se encontraban su mujer, María Cabanyes Treviño, actual duquesa de Maura y condesa de la Mortera, y su hija, Julia (además de su madre, la duquesa Viuda de Maura, Lucía de la Peña González-Camino, y sus hermanos, Antonio y Francisco).
El alcalde indicó que «es de justicia honrar lo que ha supuesto la figura de los condes para este pueblo de Piélagos y sus vecinos» puesto que «no se limitaron a gestionar sus empresas ampliando únicamente su patrimonio sino que decidieron dar una parte importante de sus bienes a los demás, preocupándose de cubrir las necesidades de las familias más necesitadas». Un aspecto, «el de la enorme calidad humana» de los condes y su familia, que fue destacado por Daniel San Miguel.
El monolito, una pieza de piedra ornamental de arena del Pas de más de dos metros de altura y tres toneladas y media de peso, lleva una placa conmemorativa en honor al primer conde y a las familias Herrera y Maura, con una corona condal y otra ducal a los laterales. También lleva grabadas las iniciales de Ramón de Herrera, iguales a las del retablo mayor de la iglesia de Mortera y en todos sus barcos, y la silueta de uno de sus buques, el Mortera.
Ramón de Herrera y San Cibrián emigró con diecisiete años a Cuba, donde destacó como naviero y fundador de la compañía de Vapores Herrera. Fue impulsor del Banco Español de La Habana y alcalde de la capital cubana, además de comendador de Isabel la Católica y de Carlos III. Pese a que tales títulos le dieran la distintiva dote de conde (concedida por Amadeo de Saboya), nunca se olvidó de su Mortera natal, en donde financió importantes obras como la construcción de la iglesia por la que pagó 50.000 duros o las escuelas que le costaron otros 14.000.
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