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Celedonio Martínez
Cantabria perderá 50.000 habitantes durante las dos próximas décadas

Cantabria perderá 50.000 habitantes durante las dos próximas décadas

El Icane prevé que sólo once municipios ganarán vecinos hasta 2037. Los expertos afirman que, aunque es «difícil», existen fórmulas para cambiar esta tendencia

Daniel Martínez

Santander

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Domingo, 10 de diciembre 2017, 13:21

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De aquí a 20 años Cantabria podrá presumir de que sigue siendo infinita, pero los cántabros cada vez seremos menos. Apenas 523.000 frente a los 576.000 de la actualidad. Un estudio del Instituto Cántabro de Estadística (Icane) vuelve a alertar del peligro de la pérdida de población y las consecuencias socioeconómicas que tendrá en el desarrollo de la región.

Tres datos bastan para poner de manifiesto el otoño demográfico que se aproxima: en el 2037 la región tendrá un 9% menos de habitantes, sólo once municipios habrán ganado vecinos y hasta 41 ayuntamientos estarán por debajo del millar de empadronados. Un panorama oscuro que se agrava si se suma que una combinación de factores como los movimientos migratorios, la natalidad y la mortalidad dibujan una Cantabria cada vez más envejecida. Más pensiones y gasto en servicios sociales y menos trabajadores y actividad productiva para mantener el sistema.

Santander y Torrelavega hace ya tiempo que no dejan de menguar y de envejecer. En los próximos 20 años lo harán otro 12% y 13,8%, respectivamente, en la misma línea que otros grandes núcleos como Camargo y Castro Urdiales, que caen en menor medida.

Francisco Parra, redactor del informe del Icane, detalla uno de los motivos que impulsa a los jóvenes a buscar otros lugares para asentarse: «Por el precio de la vivienda, las familias en edad de tener hijos prefieren ir a otros municipios limítrofes que estén bien comunicados con sus centros de trabajo». Están dentro de este perfil, precisamente, todos los que crecerán si se cumplen las previsiones. Se trata de Cartes, Entrambasaguas, Meruelo, Penagos, Piélagos, Polanco, Ribamontán al Monte, San Felices, Santa Cruz de Bezana, Selaya y Villaescusa.

Las claves

  • Santander La capital continúa la tendencia iniciada años atrás y en las próximas dos décadas perderá el 12%de su población. En Torrelavega la caída será del 13,8%.

  • Las causas Son muchas y diversas, pero economistas y sociólogos coinciden en que existe una relación directa entre el contexto económico y la demografía.

  • ¿Cómo evitarlo? Según los expertos, el único camino es fomentar la natalidad. Para ello, las vías son las ayudas a las familias y un mercado laboral estable.

  • Menos natalidad El informe prevé una caída en el número de nacimientos del 32%. De los cerca de 4.000 actuales se pasará a 2.700 en el año 2037.

  • Más mortalidad El envejecimiento y la llegada de la generación del ‘baby boom’ a la tercera edad provocará un aumento en el número de muertes.

En cualquier caso, el sociólogo de la Universidad de Cantabria (UC) Juan Carlos Zubieta asegura que el gran factor diferencial que influye sobre la población de una región o municipio es el económico. O lo que es lo mismo, que existe una «relación directa entre economía y demografía». Zubieta da verosimilitud a este informe, pero apunta a que las predicciones en el campo de la demografía hay que tomarlas con muchas precauciones, ya que están expuestas a un gran abanico de factores que pueden provocar cambios bruscos en poco tiempo. Eso fue, por ejemplo, lo que ocurrió en la última década del siglo pasado con la llegada masiva de inmigrantes a todas las regiones de España, un fenómeno que muy pocos supieron prever.

En los peores casos, el Icane prevé sangrías poblacionales superiores al 50% en municipios ya de por sí pequeños, como Tudanca o Valdeolea. En este último caso se pasará -siempre según la proyección- de los 917 vecinos actuales a 419. Y es que el problema se acentúa en el interior de Cantabria y, especialmente, en las comarcas de Campoo y Valderredible. No se salva ni Reinosa (en 2037 tendrá 6.762 habitantes, un 27% menos), núcleo de referencia para todo el sur de la región. Parra defiende que estas caídas drásticas se explican porque, aunque el comportamiento de los nacimientos y las defunciones será similar a los del resto de Cantabria, el saldo migratorio es muy negativo. Se van más y vienen menos.

En teoría, la franja costera seguirá atrayendo a más habitantes en busca de oportunidades mientras que el interior de la región continuará la tendencia a la baja. «Esta brecha no es un hecho desconocido en Cantabria, pero dicha frontera se ensancha y esto hace que la despoblación sea una amenaza real para los próximos años», apunta David Cantarero, profesor titular de Economía Pública de la UC. Esto hará que, a la falta de incentivos para seguir en el territorio por las dificultades en las comunicaciones y la orografía, se sume que cada vez las oportunidades laborales serán más escasas. A nivel municipal, la pérdida de vecinos también tiene graves consecuencias. El gasto en alumbrado o basuras seguirá siendo el mismo, pero habrá que repartirlo entre menos. Además, la asignación presupuestaria del Estado se reduce a medida que los ayuntamientos son más pequeños y la menor actividad también se traducirá en menores ingresos por impuestos.

El envejecimiento de la población y la llegada a la tercera edad de la generación del 'baby boom' (los nacidos entre 1957 y 1966) hará que se pase de las cerca de 6.000 defunciones al año a las 6.136, según la estimación que hace el Instituto Nacional de Estadística (INE) para Cantabria de aquí a dentro de trece años. Un crecimiento que sería perfectamente asumible si el ritmo de aumento en el número de nacidos fuera similar. Pero, a tenor de las estimaciones de los expertos, la evolución irá en sentido contrario. Si los 3.900 partos actuales ya son muy pocos para mantener el equilibrio demográfico, en 2030 la cifra caerá hasta los 2.700 (-32%). Es decir, en los hospitales nacerán menos de la mitad de los cántabros que fallecen.

Cambio de valores

«Obviamente, el descenso de la natalidad se debe a la pérdida de población joven y a que los que se quedan cada vez tienen menos hijos», apunta Zubieta, que enumera los motivos: el retraso en la edad de tener el primer hijo, que influye en que puedan venir más; la inestabilidad económica y la precariedad laboral, que hace que muchos jóvenes no se atrevan a tener hijos; el hecho de que los inmigrantes que vienen de países con más natalidad enseguida se adaptan a las pautas europeas; y los cambios en los valores de los jóvenes, que ahora no dan tanta prioridad a tener un hijo como su ocio o su carrera profesional. Motivos todos que se dan en Cantabria, pero también en la mayoría de regiones de España.

En cuanto a los movimientos migratorios, el INE da a la región una de cal y otra de arena. El número de inmigrantes de países extranjeros permanecerá, como ocurre en la actualidad, en el entorno de las 2.465 personas al año. Se reducirá el número de cántabros (4.658 al año frente a los 5.300 actuales) que busquen oportunidades en otras comunidades autónomas, pero Cantabria también será menos atractiva para el resto de españoles. Se calcula que la región recibirá unos 4.804 inmigrantes nacionales. Ahora vienen más de 5.257.

«No es irremediable»

Todos los expertos coinciden en que no es fácil cambiar las tendencias prefijadas, pero las predicciones estadísticas no son una condena de la que no se pueda escapar. «Hay margen de maniobra y se pueden hacer cosas, pero las iniciativas no son fáciles», defiende Parra. En su opinión, el mejor flanco para atacar el problema es el de la natalidad. Porque «todos vamos a morir, eso no se puede cambiar, pero hay otras cosas que sí». De forma genérica, los técnicos afirman que la mejor herramienta es un mercado de trabajo estable y de calidad. Mientras eso no sea posible se pueden poner en marcha incentivos económicos para que las familias se animen a tener más hijos. En Cantabria ya hay tímidos movimientos en este sentido. Por ejemplo, la ayuda de entre 400 y 1.000 euros por nacimiento del segundo hijo en función del municipio de residencia que puso en marcha el Gobierno en 2016. Pero esto no servirá ni de lejos para dar la vuelta a las estadísticas en un contexto político en el que, según el sociólogo, suele triunfar el pensamiento «a corto plazo».

«El problema es gravísimo y constituye uno de nuestros principales desafíos», defendió la vicepresidenta del Gobierno, Eva Díaz Tezanos, cuando presentó esta ayuda directa a las madres. Entonces, también recordó que son necesarias acciones urgentes porque la caída de la población «afecta al sostenimiento del Estado del Bienestar». Con esa premisa, el Ejecutivo regional encargó hace más de un año a la Universidad de Cantabria un estudio al respecto en el que se definiera una estrategia «transversal e integral» de la que sean partícipes todas las consejerías y que se apruebe con las aportaciones ciudadanas. A día de hoy todavía no se ha concretado.

Desde la Federación de Municipios de Cantabria, su presidente, Pablo Diestro, señala que la mejor manera para fijar población es el empleo, pero subraya que existen otros métodos. «Nosotros defendemos que las subvenciones municipales no se den en función del número de vecinos precisamente por este motivo. Además, el Gobierno está haciendo cosas que pueden ser importantes como llevar internet de alta velocidad a todos los pueblos. Lo ideal es que si alguien se va de su casa lo haga porque quiere, no porque las circunstancias le obligan», afirma Diestro.

El único consuelo -si cabe- que pone sobre la mesa Parra es que otras comunidades autónomas del entorno, como Asturias y Galicia, tienen por delante un horizonte aún más oscuro. En cambio, el País Vasco y Navarra, con una población más joven y otras circunstancias económicas, mantendrán la población o incluso la incrementarán en 2037. E insiste en la idea de que no está todo perdido: «Las regiones atlánticas del sur de Francia, con las que nos comparamos, tienen una natalidad mucho más elevada y allí no hay riesgo de pérdida de población. Desde el punto de vista social no hay muchas diferencias, así que puede ser un buen espejo en el que mirar». A partir de ahora, Cantabria tiene 20 años para dar la vuelta a las previsiones.

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