Emilio Castillo, único estudiante de 18 años del mundo contratado por el CERN
Es el primer caso en el que un joven de esta edad es seleccionado por el Centro Europeo de Investigación Nuclear para trabajar con sus científicos Habla inglés y japonés, y es considerado una autoridad en informática
N. BOLADO
Domingo, 16 de julio 2006, 02:51
Tiene 18 años. Vive con su familia en el barrio El Rivero, en el pueblo de Sierrapando, acaba de aprobar primero de Ingeniería Informática en la Universidad de Cantabria, Facultad de Ciencias, y es el primer estudiante del mundo que, con esa edad, cuenta con un contrato del CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear), con sede en Ginebra donde existen algunos de los aceleradores de partículas más importantes del mundo.
¿Cómo llegó este Emilio Castillo Villar hasta ahí? Muy poco se improvisa en la vida. Aunque tiene 18 años va sobrado de matrículas de honor y habla correctamente inglés y japonés pero eso no ha sido lo más importante para los científicos del CERN a la hora de seleccionarle, porque este jovencito, con cara de hombre sesudo, es un muy cualificado y reputado especialista en informática, concretamente en programación. ¿Que dónde aprendió?: pues solo. Es autodidacta. Como suena. Y esa experiencia en computerización, unida a un brillantísimo currículum en el primer año de carrera, su dominio de los idiomas, y sus ganas por saber, fueron suficiente para el más importante centro de estudios nucleares del Europa a la hora de seleccionarle con el fin de que trabajara con ellos durante este verano, y si quiere, en un futuro que se presenta más que prometedor.
Entre los 100 seleccionados de todo el mundo ha sido, y es, el único caso en la historia del CERN en que se contrata a un chaval de 18 años; como comparación baste decir que junto a él sólo se ha seleccionado a otro español, un aragonés de 30 años que está haciendo el doctorado.
Emilio Castillo Villar estudió en el colegio de los Sagrados Corazones de Sierrapando, donde su madre, Carmen Villar, es profesora. Su padre, Emilio Castillo Ceballos, es profesor del IES Miguel Herrero de Torrelavega y fue, durante 16 años, director del colegio público de Sierrapando.
Es sobrino del fallecido y prestigioso médico Ángel Castillo, fallecido en 1995, y de Gerardo Castillo, profesor de la Universidad de Navarra y escritor (también es sobrino-nieto de quien fuera una las más conocidas profesionales de la peluquería de Torrelavega, Quinita). Y es que en su casa no faltan sesudos estudiantes y así su hermano Javier es actualmente profesor de la Universidad pública Rey Juan Carlos I de Móstoles, en la Facultad de Telecomunicaciones, ya que es doctor- ingeniero de Caminos, Canales y Puertos desde que cumplió los 26 años de edad.
Volviendo al joven Emilio ha de decirse que, en los Sagrados Corazones, como quien no se da importancia, estudió los dos Bachilleratos de Ciencias a la vez (caso único en este centro), que además de aprender japonés e inglés, se especializó en programación informática y que fue subcampeón de Europa de kárate. Todo esto antes de cumplir los 18 años. Un ejemplo de tesón, inteligencia y esfuerzo.
En la Universidad de Cantabria, donde piensa seguir estudiando, y para la que no tiene más que palabras de agradecimiento por el apoyo que le han dado sus profesores, descubrieron pronto que entre ellos había un brillante al que había que sacar todo su lustre.
Sin saberlo él, el Instituto de Física de Cantabria (IFCA) presentó su candidatura para obtener uno de los contratos de trabajo, en verano, que oferta el CERN, en todo el mundo.
A Emilio le dijeron que no habían enviado la solicitud porque, en tan difícil empresa, no le querían defraudar así que cuando, en el mes de abril pasado le dieron la noticia, no se lo podía creer.
Tiene en la actualidad un contrato de trabajo de tres meses. Como cualquier trabajador del CERN acude cada mañana a su centro, en autobús, desde Ginebra, donde ha alquilado un apartamento para vivir ya que recibe un salario como cualquier otro científico.
Explica, en conversación telefónica con este periódico, que cuando entró por primera vez en el CERN «me encontré con un sitio increíble, donde sabes que estás trabajando con los mejores científicos del mundo en lo que tu quieres ser, que puedes aprender de los mejores. Fue una experiencia brutal», explica gráficamente el joven Emilio Castillo Villar.
Un futuro alentador
Su misión en el CERN es trabajar como programador en un proyecto europeo que se llama Indico para la gestión de conferencias en redes. Emilio asegura que, a pesar de reconocer que siempre ha sido un buen estudiante y trabajador, nunca pensó que podría llegar tan lejos. A pesar de ello, quiere seguir apuntando alto, profesionalmente, «aunque mi objetivo es algo alejado de lo que ahora estoy haciendo aquí. Me gustaría, en el futuro, ser diseñador de hardware (arquitecto de computadoras) pero aunque podría acceder a otras universidades quiero seguir en la de Cantabria. Allí tengo excelentes profesores y buenos amigos que no sienten envidia por lo que me ha ocurrido sino que, al contrario, se alegran por mí».
Los que, a buen seguro, se alegran de sus éxitos, y están orgullosos a más no poder, son sus padres. No es para menos. Su padre dice poseer el secreto: «hay que trabajar con ellos desde que nacen y sacrificarse por ellos y para ellos toda la vida.»
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