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SERGIO HERRERO
Miércoles, 22 de septiembre 2010, 09:33
Hubo una época en la que el baloncesto vivió tiempos de gloria en Cantabria. El Vicente Trueba se llenaba para ver basket ACB, Quino Salvo pintarrajeaba su pizarra con jeroglíficos imposibles de descifrar y cuya solución única era la victoria, Mario Santana se ataba al cuello la capa de Superman para saltar coches en los concursos de mates y Bob Harstad bombardeaba los aros contrarios con sus 'Tomahawks' de forma esférica y color anaranjado.
Eran buenos tiempos para el baloncesto cántabro. El 'climax' llegó el 20 de mayo de 1997. El conjunto torrelaveguense logró el ascenso a la Liga ACB tras derrotar en el quinto y definitivo partido de la serie al Lugo por 74 a 64. La portada de EL DIARIO MONTAÑÉS titulaba: «El Caja Cantabria hace historia». Una fotografía de Miguel Ángel Cabral con el brazo en alto y sujetado por varios de los cientos de aficionados que invadieron la cancha ilustraba esa inolvidable página prima del basket cántabro.
Esa misma temporada, el equipo de la capital del Besaya se proclamó campeón de la Copa del Príncipe y Bob Harstad fue nombrado MVP de la final ante el Gijón Baloncesto, el cuadro en el que, cuatro años antes, el norteamericano dio sus primeros pasos en las canchas españolas, con sus dos metros de altura y sus 100 kilos de peso.
A partir de aquel glorioso 20 de mayo comenzaron cinco años de baloncesto al máximo nivel. De ellos, Harstad vivió los dos primeros, para después fichar por el Orense Baloncesto. En tierras gallegas sólo estuvo un año, pero allí nació el primero de sus hijos, Jack. Sin salir de la península, el alero norteamericano agotó su última temporada en el profesionalismo en el Oporto luso.
Fuera de las canchas
Lejos de la canasta, la zona y la línea de 6,25, Bob trabaja ahora en su país en el ámbito de la publicidad. Pero su mayor 'hobby' es su familia. Junto con su mujer, Kate, a la que él mismo califica como «una mujer preciosa y una gran madre», tiene dos hijos: Jack, de 10 años y Luke, de 7. La genética se impone y ambos le 'pegan' a eso del deporte. Baloncesto, fútbol americano, béisbol. ¿Seguirá alguno de ellos los pasos de su padre?
Robert Joseph Harstad nació el 7 de febrero de 1969 en Loveland, Colorado. Una traducción un poco rudimentaria del topónimo de su localidad natal podría ser «la tierra del amor». Y amor es lo que sienten Bob Harstad y su familia por la 'tierruca'. Aunque el castellano se le va olvidando, recuerda con cariño todo lo que aquí dejaron: «Amamos Cantabria, la gente, la cultura y a aquel equipo. Los cuatro años que estuvimos allí han sido de los mejores de nuestras vidas».
Eran buenos tiempos para el baloncesto cántabro. Ahora ya no tanto. Bob lo sabe y se entristeció cuando conoció la mala noticia de la desaparición del club, especialmente por el difunto Nilo Merino, ex presidente de la entidad, y por el entonces director deportivo, Nacho Cobo. Y por supuesto, por la afición, «la mejor del mundo», ahora huérfana de baloncesto de alto nivel.
Los clubes nacen, crecen, generan un sentimiento y, como nada es eterno, a veces mueren. Pero las amistades continúan. El matrimonio Harstad conserva grandes amigos de aquella época en la que Suances era su lugar de residencia, aunque Torrelavega era su razón para estar allí. Incluso en Puente Arce dejaron a los padrinos del pequeño Jack. El único consuelo es mantener el contacto con la gente querida a través de Facebook. «Kate y yo echamos de menos Cantabria y a los amigos que dejamos allí», asegura Bob.
Aún conserva el más que respetable honor de ser uno de los cuatro jugadores que han conseguido anotar, en su caso con los 'bluejays' de la Universidad de Creighton, más de 2.000 puntos (2.110) y agarrar 1.000 o más rebotes (1.126) en la MVC (Conferencia del valle de Missouri). Podría parecer un logro menor si no se tiene en cuenta que su nombre se inscribe en este listado junto a los de Oscar Robertson, Xavier McDaniel o el del mismísimo Larry Bird.
Su estancia en Torrelavega dejó un profundo recuerdo en Bob Harstad, pero no es menos importante el hueco que quedó tras su marcha en el baloncesto cántabro. En algunos foros de Internet hablan de él como el mejor jugador de la historia de la Liga LEB. Es complicado poder corroborar esa afirmación, pero lo que sí queda claro es que la parroquia del Vicente Trueba quedó prendada de este 'bombardero' que se enamoró de Cantabria. Eran otros tiempos para el baloncesto cántabro.
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