Borrar
Vista de la calle Enrique Gran, con su cuesta conocida como la 'la sipuedes'. / DM
Una ciudad de cuestas

Santander, una ciudad 'pindia'

La cuesta de la calle Enrique Gran, conocida como 'la sipuedes', es la de mayor desnivel de la capital cántabra y encabeza la clasificación de una capital que obliga a menudo a 'trepar'

ÁLVARO MACHÍN

Lunes, 29 de octubre 2012, 08:33

Cualquiera que tenga un amigo empadronado en la calle Miralmar tiembla si le escucha decir un «¿me acompañas a casa?». Es fácil entenderlo al saber que, para llegar, tienen que pasar por una cuesta bautizada por ese Santander tan dado al apodo como 'la sipuedes'. Una pared. Está en la intersección de las calles Antonio Cabezón y Enrique Gran y es lo más pindio de una ciudad pindia. La cuesta que más cuesta en la capital de las cuestas. Un ejemplo. El mítico Alpe d'Huez, en el que los ciclistas que corren el Tour de Francia aprenden el significado de la palabra dolor, tiene un porcentaje máximo de desnivel del 11,5%. La 'sipuedes' pasa del 25.

La ciudad está llena de arribas y abajos. Es una capital por alturas unidas por transversales que obligan a sudar. Las que unen el Paseo Marítimo con General Dávila y las que, ya desde allí, descienden a Los Castros. Pero la reina de todas las 'cuestucas' está en ese laberinto empinado de calles y escaleras que es, en genérico, San Simón, en paralelo al Río de la Pila (otra cuesta). «La evito. Si acaso, de bajada con el coche. Porque para arriba te da la sensación de que vas a dar volatines hacia atrás». Gonzalo Peyrac vive y trabaja por la zona. Cuando uno ve el carrito del barrendero medio escondido a los pies de la subida mientras trabaja en lo más alto y a la cartera bordeando la calle para evitar el desnivel, se da cuenta que no exagera. «Ya he visto a más de uno quedarse trabado a la mitad. El coche no tira para arriba y para dar marcha atrás hay que tener...». Valor. Porque, encima, «es de doble dirección», aunque no haya sitio para dos coches a la vez. Pablo Molero, otro vecino, apunta que «hay taxistas que te dicen que te cobran menos, pero que no quieren bajar por aquí». «Esto era un terraplén, luego asfaltaron y con las escaleras urbanizaron un poco», recuerda. Porque tiene escaleras. En concreto, 69. «Sí que cuesta», dice un caminante que jadea cuando va por el 55. Una señora de cierta edad hace dos altos. Y eso que a ella, al menos esta vez, no le ha tocado trepar con las bolsas de la compra. «Es que aquí vive, sobre todo, gente mayor en casas bajas, sin ascensor. Cuando llueve se pone peligroso. Mira el verdín que hay en los escalones...». Más de un susto ha habido. «Una amiga mía -dice un joven que sale de clase de francés- atropelló a una señora abajo del todo porque se le fue el freno».

Está tan arriba que, cerca de aquí, a un conocido bar le pusieron de nombre 'el quinto pino'. Tampoco andan muy lejos otras subidas que andan entre las primeras del 'ránking' de la capital por su pendiente. La Atalaya es de las que tiene más fama. Según los datos del Ayuntamiento es la tercera, con un 15,10% frente al número 38 de la calle (donde hay coches aparcados 'sufriendo'). Ese tope está después de una curva. Muy ciclista. De hecho, los participantes del Circuito Montañés han 'escalado' alguna vez por esta ascensión que parte del Santa Clara y termina en Los Salesianos. Hasta el mobiliario urbano tiene cierta 'sorna'. Hay dos bancos -de esos individuales, tan curiosos- al inicio. Otros dos, en el número 20, y dos más en el 32. Como para ir cogiendo fuerzas. Porque es larga y no engaña. Eso lo hace la calle Gándara, que parte del Paseo de Pereda. Empieza muy tendida, al nivel del mar. La segunda manzana es un aviso y la tercera ya se pone seria. Pero 'el mazo' está arriba del todo. «Subes con el coche y tocas con los bajos en el asfalto». Frente al número 14 hay, precisamente, un 14,01% de desnivel (es la quinta en la clasificación).

Los camiones en la Peña

Pero a las cuestas del centro, se les cuela una más alejada entre las primeras. Peñacastillo también es Santander y, cuando se mira hacia lo alto de la peña, cualquiera sabe que toca sufrir para llegar ahí arriba. Lo saben los que van a la iglesia, los vecinos en las (más, menos) veinte casas que salpican la colina o los camioneros a los que les tocó tragarse a diario el 18,13% (el segundo de la ciudad) de las rampas más duras cuando estaban construyendo el depósito de agua de la parte alta.

También se cuela en el cuarto puesto la calle Nazarín, que une Reina Victoria (a la altura de San Martín) con Canalejas, ya casi llegando a Miranda (los de toda la vida la llaman calleja de Chaviris). De una sóla dirección, es tan estrecha en algún tramo (el de mayor porcentaje, 14,68%) que no hay aceras. Por eso, entre sus curvas, si uno baja caminando, hay que tirar de oído.

Para cerrar el 'sexteto' queda la Bajada de la Media Luna, entre General Dávila y Los Castros, igual que sus hermanas gemelas, las Bajadas de La Calzada y de Juan Blanco, paralelas en el callejero. Zona de muchas cuestas. Idénticas en la conexión y similares en el desnivel, aunque el más alto es el 12,28% que se sufre en la Media Luna cuando, en vez de bajada, es subida.

La 'sipuedes', la Peña, la Atalaya... Las primeras de una lista amplia en la que todo el mundo cree que faltan otras (Los Acevedos, la calle Argentina, Las Viudas...). Es lo que tiene vivir en una ciudad pindia. Por cierto, eso de pindio no viene en el diccionario, pero aquí, en Santander, todos saben lo que significa.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Santander, una ciudad 'pindia'

Santander, una ciudad 'pindia'