
Secciones
Servicios
Destacamos
M. RODRÍGUEZ
Viernes, 1 de mayo 2009, 02:35
Once ha sido las nevadas que se han registrado en Cantabria de octubre a finales de marzo, según los datos de la Delegación Territorial de Aemet en Cantabria. A lo largo de ese semestre llovió de forma generalizada en Cantabria 110 días, de los cuales 43 lo fueron en forma de nieve en observatorios como el de Mataporquera.
Pese a tal proliferación, esos temporales de nieve, en general, han destacado más por su persistencia que por su intensidad. En Tresviso, por ejemplo, el mayor espesor alcanzado fue de 65 centímetros, lejos de los 170 que se midieron en 2005. En cualquier caso, nada que ver con las nevadas que se registraron en 1954 ni, mucho menos, con la de 1888.
El tiempo siempre es relativo en los recuerdos de la gente. Una racha de frío como la de este invierno al principio se toma como algo inusual: «Nunca había nevado tan pronto...» luego empiezan a aflorar los recuerdos y todo se relativiza. «¡Ah!, y la nevada del 58, aquella que dejó el correo parado en la estación 15 días». Según Francisco Hernández, maestro de Reinosa que hizo observaciones meteorológicas en Campoo entre 1911 y 1975, se acumularon 250 centímetros.
Pero para nevadas, nevadas, la denominada 'nevadona' de los tres ochos. La del terrible invierno de 1888, cuando se inició una fase de tiempo frío en España que se tradujo en importantes temporales y disminución de las temperaturas. En realidad fue algo más; a decir del geógrafo Juan Manuel Puente Fernández, autor de un estudio sobre el tema, fue «uno de los últimos coletazos de la pequeña edad glacial que azotó España en los siglos XVI y XVII».
Más de tres metros
En 1888, Cantabria estuvo afectada por un gran temporal de nieve que duró prácticamente un mes: se inició el 14 de febrero y terminó en la segunda quincena de marzo. Ese temporal, calificado como el mas importante del siglo, se sufrió en tres fases. La primera comenzó el 14 por la noche. Así lo relata el periódico 'El Ebro', editado en Reinosa: «Para el día 18 no bajaría el espesor de la nieve de un metro y treinta centímetros por igual en las calles», y el día 21 (final del primer ataque) informa de que «el temporal ha sido extraordinario. No es exagerado decir que la nieve mide una altura de un metro con cincuenta centímetros, pero el viento la ha repartido con tanta desigualdad que hay parajes donde los neveros alcanzan una altura mayor de tres metros».
Prácticamente sin respiro comenzó una segunda, aún más intensa, del 24 hasta el 29, acompañada por ventiscas, tormentas y que finalizó con un fuerte viento sur, que originó un rápido deshielo. Posteriores heladas mantuvieron la nieve, pero el día 10, de nuevo apareció el viento sur lo que provocó el deshielo, fuertes crecidas y desbordamientos en los ríos.
Pero el 15 de marzo, con nieve aún en los campos, comenzó la tercera gran nevada, que dejó un metro más de nieve. Esta situación se prolongó hasta el 26 de marzo, en que de nuevo volvió a aparecer el viento sur provocando fuertes inundaciones en la zona de Reinosa, alcanzando el Ebro una anchura de mas de un kilómetro.
Este temporal, que cubrió con nieve todo el Norte de España, produjo unas pérdidas cuantiosas, arruinando la economía de la zona, originando la muerte del ganado, la ruina de la agricultura y pastos. La población sufrió escasez de alimentos y la aparición de enfermedades. Muchas familias quedaron en la ruina.
Ayuda del Gobierno Sagasta
En este periodo reinaba la regente María Cristina, tras el fallecimiento prematuro de su marido Alfonso XII y el Gobierno de la nación, que estaba regido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, acordó mandar 20.000 pesetas para paliar los efectos devastadores del temporal, que se materializó en el hundimiento de numerosas casas, cuadras, invernales, iglesias (San Roque de Riomiera, Bejes, Tudanca, Nestares), escuelas (Cicera); en la muerte de innumerables cabezas de ganado; y en una población aislada y sin alimentos; también consta el fallecimiento de un pastor en Tresviso, al despeñarse en Urdón.
Soportales como túneles
El periódico 'El Atlántico' y el semanario campurriano 'El Ebro' relataron la virulencia de la nevada, que estuvo acompañada por un fuerte viento, y una tormenta de relámpagos y truenos. La ventisca borró los caminos y formó unos neveros que alcanzaron una altura de más de tres metros. Los tejados a duras penas soportaban el peso de la nieve helada y al ser limpiados caían sobre la calle volviéndola a tapar. Según el relato de 'El Ebro', en Reinosa, los soportales se convirtieron en túneles cerrados al exterior por la acumulación de nieve «que ya no se sabe donde echarla».
Otras zonas de Cantabria, según lo publicado en los periódicos, también se vieron severamente afectadas, como San Roque de Riomiera, donde la nieve alcanzó la altura de metro y medio y las casas quedaron completamente cubiertas.
En el valle de Iguña se perdieron gran cantidad de yeguas. En la zona occidental, en Lamasón, se rescató a los pastores por los tejados, al quedarse enterrados en las cabañas del monte Arria. En la zona alta de Liébana (Dobres, Caloca...) los neveros llegaron a alcanzar cinco metros, y muchos pasos de montaña no estuvieron practicables hasta casi finalizado mayo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
«De repente, no sientes nada y no puedes moverte»
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.