"Josefa era una vecina muy querida por todos"
Una mujer de 90 años fallece quemada en Iruz tras prenderse su ropa con una cocina de leña en un macabro suceso
José María Gutiérrez
Domingo, 14 de febrero 2016, 08:16
«Era una vecina ejemplar, muy querida por todos». Los vecinos del pequeño pueblo de Iruz, en Santiurde de Toranzo, recordaban al atardecer las muchas historias que habían compartido con Josefa Lujua Zuloaga. Lo hacían aún conmocionados por el trágico suceso que le había costado la vida apenas unas horas antes. La mujer, de 90 años, falleció debido a las quemaduras sufridas después de que su ropa se prendiera con la cocina de leña de su casa. El cadáver de la anciana fue encontrado en el jardín trasero, hasta donde acudió en busca de un grifo de agua con la que poder sofocar las llamas que invadían su cuerpo en un trance totalmente angustioso. Pero ya era demasiado tarde.
Una vecina del barrio de Casuso acudió hasta la vivienda de 'Piruja', como era conocida cariñosamente Josefa, alarmada por el humo que procedía del exterior de la edificación, de dos alturas. Allí, en el lateral externo de la casa, se encontró un viejo sofá y un paraguas ardiendo, los cuales sofocó con agua. Pero el susto, por desgracia, no terminó allí. Unos metros más atrás, en la parte trasera del jardín que rodea a la vivienda, ardía el cuerpo en llamas de Josefa, ya cadáver, junto a una silla totalmente calcinada. Mientras, un grifo, al que intentó agarrarse Josefa como último asidero de vida, chorreaba agua sin sentido.
Según apuntan todas las hipótesis, la mujer, que vivía sola con su perra Kira, se prendió accidentalmente la manga de la chaqueta que vestía con el fuego de la cocina de leña de su vivienda. Salió al exterior para intentar sofocar el fuego, como demuestran los trozos de ropa quemada encontrados en el porche. La cantidad de ropa que llevaba para resguardarse del frío hizo que las llamas se propagasen sin remedio a su alrededor mientras bordeaba la casa. Por el camino fueron ardiendo otros objetos, como parte del citado sofá, y el reloj que portaba Josefa, que cayó al suelo tras quemarse sin remedio la correa.
Pasadas las 15.30 horas se recibía aviso del incidente en el Centro de Atención a Emergencias 112 del Gobierno de Cantabria, que movilizó a bomberos del servicio, pertenecientes al parque de Villacarriedo, sanitarios del 061 y la Guardia Civil de Ontaneda, que solo pudieron certificar la muerte de la mujer. La forense procedió al levantamiento del cadáver, que fue trasladado al Hospital Marqués de Valdecilla de Santander, donde hoy se le realizará la autopsia. El funeral tendrá lugar esta tarde en la iglesia de San Vicente Mártir de Iruz. El suceso será investigado por la Policía Judicial.
Evitó mayores consecuencias
Los vecinos, mientras lamentaban la crueldad de la muerte de una mujer «inolvidable», valoraban la valentía de su decisión de salir de la casa, que evitó aún peores consecuencias. «Si se queda dentro de casa, arde toda la vivienda y las de al lado, porque son todas de madera... Y quién sabe de qué estaríamos hablando ahora», destacaba el concejal de Santiurde de Toranzo Amalio Fernández, que vive a apenas 15 metros del lugar del suceso. Opinión que compartía el alcalde Víctor Manuel Concha, que transmitía la conmoción que vive toda la localidad, donde Josefa Lujua había vivido todos y cada uno de sus 90 años de vida.
Soltera, era la única de once hermanos que continuaba con vida. «Ella quería vivir sola, no había manera de hacerla cambiar de opinión, llevaba así toda la vida. No quería ir a una residencia ni venir a mi casa», explica Juan Carlos Marquinajo, su sobrino-nieto, lamentándose por no haber podido convencerla. «Siempre había estado muy lúcida, se defendía muy bien», aseguraba otra vecina, María Ángeles Fernández. Y eso que, hace muchos años, se había quedado ciega de un ojo al explotarla una vieja bala de la Guerra Civil que encontró enterrada.
Marquinajo, cocinero del restaurante El Puerto de Santander, consideraba a 'Piruja' como una abuela, porque había compartido «muchas cosas» con ella. Igual que muchos otros vecinos, que, de niños y adolescentes, acudían a jugar a su jardín, allí donde ayer encontró la muerte. «Había veranos en los que nos reuníamos como 20 o 30 críos allí, y nos cuidaba a todos», recordaba.
Niños que de adultos pudieron disfrutar de sus pinturas o de sus bordados, entre otras aficiones. «Se la daba muy todo y era muy participativa en las actividades del pueblo», defiende el alcalde. Una mujer 'todoterreno' que destacaba, sobre todo, por una virtud: «Se llevaba muy bien con todos».