La luz de la cocina de El Barco
Amplia oferta gastronómica a escasos metros del faro de Cabo Mayor
DIEGO RUIZ
Jueves, 6 de junio 2019, 16:47
Poco antes de la última rampa que conduce al faro de Cabo Mayor, entre ese paisaje idílico del que presumimos todos los santanderinos, se encuentra, desde hace ya unas cuantas décadas El Barco, un establecimiento donde se come francamente bien, donde tomar un vermut en su terraza es más que recomendable o donde, simplemente, se pueden compartir unas cañas mientras se observa un espectacular atardecer. Desde 2004, este restaurante está en manos de Juan Ramón González, un profesional con muchos años de experiencia que cuenta con Juan Manuel Sevilla al frente de los fogones, y además un buen equipo de sala.
La cocina de este buque, varado a escasos metros de la mar, de ese abra que tanto admiramos y admiran, tiene un marcado acento moderno dentro de una base claramente clásica y en la que algunos de sus platos mantienen ese aire marinero que no falta en la Costa Cantábrica.
Si bien El Barco dispone de un amplio e interesante menú del día -13,50 euros con vino crianza y café- merece la pena adentrarse en su carta para disfrutar de algunas de las especialidades que recomiendan González Torre y Sevilla.

Un buen ejemplo de ese toque moderno que tiene El Barco es el tataki de salmón, bien pensado y elaborado, con una sabrosa crema de aguacate y una salsa hecha con chalota, jengibre, vinagre, aceite de oliva y pimienta. Con una interesante presentación, este plato es el preámbulo ideal de la comida.

Otra de las especialidades de la casa son las almejas a la marinera. Aceite de oliva, ajo, perejil y vino blanco, son los únicos elementos que acompañan a unas almejas de calidad, de carne prieta e intenso sabor. Este bivalvo tampoco necesita más, tradicionalmente así se ha cocinado en Cantabria desde tiempos inmemorables. El algunos puertos se puede cambiar el perejil por el pimentón -el verde por el rojo- o se engorda la salsa con una cucharada de harina. Pero no se precisan más ingredientes para la marinera cántabra.

Apetecen los arroces en esta época del año y, sobre todo, si hay posibilidades de disfrutarlos en una terraza, admirando el paisaje y este cielo azul que acompaña a la región en estos últimos días de mayo. Sin duda, uno de los más solicitados en El Barco es el que se elabora con bogavante. Arroz, calamar finamente picado y un buen fumé son los elementos principales de este plato tan habitual en los restaurantes de nuestra costa. Meloso y lleno de sabor, invita a repetir.
El apartado de postres es amplio en esta casa que descansa bajo la quilla de un barco que mira desde babor al faro que tan bien llevó a sus lienzos el artista cántabro Eduardo Sanz. Entre las propuestas dulces, destacar la tarta de queso, llena de sabor, que hace prácticamente a diario José Manuel Sevilla.
Es tiempo este también de vinos fríos, de blancos y rosados jóvenes, con aguja o sin ella. En esta ocasión se sirvió un clarete cigales Luna, elaborado por Bodegas César Príncipe.
El Barco

Dirección: C/ Eduardo Sanz nº 24, antigua Avenida del Faro. Santander.
Teléfono: 942 391 760.
Propietario: Juan Ramón González Torre.
Inaugurado: 1982 (2004 con la actual dirección).
Jefe de cocina: José Manuel Sevilla.
Estilo de cocina: Tradicional, variada y con toques modernos.
Precio medio de la carta: Entre 10 y 30 euros.
Menú diario: 13,50 euros.
Menú fin de semana: 22 euros.
Capacidad: 150 comensales repartidos entre los salones y las terrazas.
Terraza: Si (2).
Salones: Dos.
Horario: De 10.30 horas al cierre.
Cierra: No cierra.
Café: Dromedario.
Wifi: Si.
Aparcamiento: Muy amplio, junto al mismo restaurante, y en los alrededores.
La oferta gastronómica de El Barco es amplia. El citado tataki de salmón, las albóndigas de bonito, el chuletón a la piedra, los arroces, las almejas y las gambas al ajillo son algunas de las especialidades más solicitadas por la clientela del restaurante. No se puede olvidar que uno de sus platos estrella es el cocido montañés, que se puede degustar en cualquier época del año.
Para hacer la digestión, nada mejor que un largo paseo entre el verde y el azul de este paraje en el que el tiempo decidió pararse para que los mortales disfrutasen del verdadero sentido de la vista.

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