¡Y cómo han crecido en tan poco tiempo!
Hace unos años no existían, pero en los últimos tiempos proliferan como las setas en primavera. No son uno, ni dos, ni tres francotiradores..., apostados ... con sus teléfonos móviles cerca o dentro de los restaurantes; son decenas y todos siguen un mismo patrón de comportamiento. En los últimos años, la gastronomía ha encontrado en las redes sociales un escaparate interesante, aunque sea superficial: cocineros, restaurantes y comensales comparten experiencias que amplifican el valor de un plato mucho más allá de la mesa. Sin embargo, a la sombra de esa tendencia saludable ha surgido un fenómeno menos honesto: el de quienes se autoproclaman 'influencers gastronómicos' y pretenden intercambiar invitaciones o dinero por una reseña improvisada en las redes sociales.
El problema no radica en la existencia de creadores de contenido –muchos de ellos aportan frescura, cercanía y diversidad de miradas–, sino en la falta de rigor y ética de una legión de oportunistas que utilizan una fachada de popularidad inflada. Sus supuestas comunidades de miles de seguidores suelen estar plagadas de cuentas falsas, compradas a golpe de clic en mercados paralelos que nadie regula. En la práctica, el restaurante acaba pagando por un impacto que no existe. Lo más preocupante es que esta práctica termina banalizando la experiencia culinaria: los platos dejan de ser el centro para convertirse en un simple atrezo en la coreografía de un 'story'. Se impone la imagen sobre el sabor, la pose sobre el paladar. En un momento en que la hostelería atraviesa dificultades, la presión por aceptar estas «colaboraciones» no es inocua: muchos restaurantes sienten que, si no ceden, pierden visibilidad.
Urge, por tanto, abrir un debate en el sector sobre la profesionalización de la comunicación gastronómica en redes. Sería deseable contar con auditorías independientes que certifiquen audiencias reales, establecer códigos éticos y fomentar la transparencia: que se distinga con claridad entre opinión genuina y contenido patrocinado. De lo contrario, se seguirá alimentando una burbuja en la que ganan unos pocos a costa de desprestigiar un ámbito que merece ser tratado con seriedad.
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