Si Nacho era extraordinario hace poco más de seis años, y si seguía siéndolo hasta hace poco tiempo, no encuentro ninguna razón para no apoyarle y expresarle mi lealtad y también mi reconocimiento en este momento
Santiago Recio
Jueves, 2 de marzo 2017, 07:10
Desde hace varios días, poco más de una semana, algunos vivimos inmersos en la carrera hacia la Presidencia del Partido Popular en Cantabria apoyando a Nacho Diego. Otros, quizás más avispados, llevan en esto varios meses. En cualquier caso, a lo largo de estos días he explicado muchas veces por qué me posiciono de forma incondicional al lado de Nacho. Porque considero que es quien puede volver a reunificar el partido por la generosidad de sus planteamientos, porque creo que tiene el mejor equipo a su lado, porque creo que es el líder que el partido necesita en esta difícil situación pero si bien lo pienso, en realidad la razón fundamental por la que cuenta con todo mi apoyo es, fundamentalmente, una: la lealtad.
Efectivamente, después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que no necesito más argumentos, ni más explicaciones. Estoy con Nacho por lealtad hacia él y al Partido Popular. Porque creo que él se ha ganado y se ha merecido esa lealtad con su comportamiento a lo largo de estos años. No necesito ni más motivos, ni más razones.
A lo largo de mi etapa en el Partido Popular la relación con los afiliados ha sido muy estrecha y entiendo su preocupación por la situación actual. Es precisamente por esa dedicación y lealtad a mi partido por lo que creo necesaria esa candidatura unitaria que propone Nacho.
Cuando hace poco más de seis años, en 2011, Nacho alcanzó la Presidencia de Cantabria obteniendo la primera mayoría absoluta del Partido Popular en la historia de esta tierra, fueron muchos quienes le otorgaron un lugar en el olimpo de la política regional. Los elogios que recibía en aquel momento harían ruborizar a más de uno. Durante cuatro años dirigió el gobierno regional en una época ciertamente difícil, y a mi juicio y al de otros muchos, lo hizo con gran acierto. Pero durante esos años, lo que nadie puede cuestionar es que creó un auténtico equipo, que él lideró de una forma ejemplar.
Luego, en 2015, no consiguió la mayoría absoluta, ni él ni nadie en una comunidad autónoma. Se decía que había pasado el tiempo de estas mayorías abrumadoras, y aquí perdimos hasta la de Santander, que habíamos retenido durante décadas, aunque Nacho tuvo un papel decisivo para que la capital siguiese en manos de un gobierno del Partido Popular.
En ese momento, hace poco más de un año, la inmensa mayoría de las voces en el Partido Popular de Cantabria se alzaban para defender que Nacho siguiese al frente de nuestra formación, y recuerdo algunas juntas directivas regionales celebradas en aquellas fechas que no dejaban ninguna duda al respecto. Desde entonces, es decir en el último año, no creo que Nacho hubiese sufrido ninguna transformación hasta la actualidad. Por eso, al menos en mi caso, la lealtad que le profesaba hace un año es la misma que le profeso en la actualidad, por la sencilla razón de que no tengo ningún motivo, ni me ha dado ninguna razón para cambiar de idea.
Y es que los acontecimientos que están teniendo lugar en estas últimas semanas y en estos últimos días me han llevado a reflexionar sobre el sentido de la lealtad, sobre la importancia y el valor que tiene, y sobre la facilidad con la que, sin embargo, somos capaces de dejarla de lado cuando nos interesa.
Si Nacho era extraordinario hace poco más de seis años, y si seguía siéndolo hasta hace poco tiempo, no encuentro ninguna razón para no apoyarle y expresarle mi lealtad y también mi reconocimiento en este momento. Fui testigo de lo que ha hecho por el Partido Popular de Cantabria, y creo que tiene cualidades más que demostradas y contrastadas para seguir ofreciendo importantes servicios al partido, sobre todo para conseguir la integración que este tanto necesita en estos momentos en los que creo que, en cierta medida, hemos perdido algo el rumbo.
Lo que escucho estos días en boca de algunos, cuestionando a Nacho, me recuerda a lo que hace bien poco escuchaba decir a otros muchos, refiriéndose a Mariano Rajoy, con el argumento facilón y socorrido de que estaba quemado. Hoy todos en el Partido Popular creemos que es el mejor presidente que España puede tener y la historia se encargará de reconocérselo.
Siempre he pensado que tendemos a hacer las cosas demasiado complicadas, y por eso, también en este caso, creo que conviene simplificar, de modo que todos los motivos y razones por los que seguiré apoyando a Nacho Diego, puedo resumirlos en una sola idea, en una sola palabra, tan sencilla como importante para mí: lealtad.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.