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Durante dos años, Javier Cercas tuvo ocasión de conocer las entrañas del Vaticano y a quienes desarrollan su labor en ellas Juanjo Santamaría

Javier Cercas

Escritor
«Era muy anticlerical antes de escribir este libro y ahora lo soy mucho más»

El autor cerró la última tarde de Felisa en un encuentro con sus lectores y la singular novela 'El loco de Dios en el fin del mundo'

Domingo, 6 de julio 2025, 08:58

En un mundo que tiende al uniformismo global, ser el único en abordar un proyecto inédito se convierte en todo un desafío. Javier Cercas (Extremadura, 1962) lo hizo. El Vaticano abrió sus puertas por primera vez, sin reservas, a un escritor para que contará «lo que quisiera». El resultado es 'El loco de Dios en el fin del mundo' (Random House, 2025). Tres semanas después de su publicación murió Francisco I. Ayer Cercas habló de su novela en la última tarde de Felisa.

–De todas las cosas que le han pasado en su vida profesional, llegó a imaginar que cuando muriera un papa iba a ser usted un referente en el tema?

–Lo que nunca me imaginé, ni yo ni nadie, es que el Vaticano le iba a abrir sus puertas a un escritor. El hecho de que se muriera era imaginable; un señor muy mayor, con una salud frágil. Lo raro es que a mí, bueno, que a un escritor y además a mí me ofrecieran eso, una cosa increíble, porque nunca ha ocurrido.

–¿Tuvo clara la respuesta o le dio muchas vueltas a esa singular propuesta vaticana?

–Le di vueltas porque creía que tenía que darle vueltas, pero en cuanto me la formularon yo sabía que lo iba a hacer. Es un delirio, es un disparate, eso no ha ocurrido nunca, entonces ¿cómo vas a rechazarlo? Hay gente que me ha dicho si sentí el peso de la responsabilidad o alguna forma de temor.

- Sería lógico ¿Lo sintió?

-La respuesta es no, porque cuando me pongo a escribir un libro, ya no pienso en las posibles consecuencias, ni nada parecido; me pongo al libro y ya está, no miro nada más. Me puse a trabajar obsesivamente y como cualquier otro libro, sinceramente, la verdad.

Cercas tuvo ocasión de conversar con el Papa Francisco en numerosas ocasiones Juanjo Santamaría

-¿Con una fase previa de documentación muy compleja ante la dimensión del asunto?

-Sí, pero, al mismo tiempo, a mí siempre me habían interesado estas cosas. Ellos pensaron en un escritor ateo, alguien de fuera, ¿no? Hubiese sido absurdo, creo, abrir las puertas a un escritor católico, porque ya saben lo que iba a contar. En cambio con un escritor de fuera ellos corrían un riesgo muy alto. Pero por otro lado, necesitaban a alguien que conociese las claves del catolicismo, del cristianismo. Si no conoces esas claves es imposible, no vas a entender nada.

–¿Dónde radicaba su interés por abordar esta tarea nunca hecha?

–Cometemos quizás un error al pensar que el centro es el Papa. No se puede entender la Iglesia Católica sin el Papa, no se puede entender el Vaticano sin el Papa, pero mi interés real era el catolicismo, el cristianismo, la Iglesia Católica, de eso trata este libro. ¿Qué carajo es esto, esta institución que es la Iglesia Católica, con 2000 años?

–Pocas cosas tienen tal longevidad...

–Nada ha durado 2000 años. Todos los imperios han caído, pero esto sigue. Un gran teórico ruso, Víktor Shklovski, decía que la misión del arte consiste en desautomatizar la realidad. Estamos aquí delante del mar, pero tú quítate el automatismo y mira el mar, como si lo vieses por vez primera; es una cosa absolutamente increíble. Pues con la Iglesia Católica ocurre lo mismo. El esfuerzo real ha consistido en limpiarme de prejuicios.

Ironía

«Francisco afirmaba algo que le compro, que lo más parecido al sentido del humor es la gracia divina»

–¿Llevaba una gran mochila?

–Todos y en particular en un país como España, católico, de tradición y de historia, estamos saturados de prejuicios sobre la Iglesia Católica. Y la recepción de este libro lo confirma. Contra la iglesia, a favor de la iglesia, mediopensionistas, de todo tipo. Los españoles siempre vamos detrás de los curas, desde hace siglos, o para obedecerlos o para matarlos. Yo era muy anticlerical. Ahora soy más anticlerical que antes, en un sentido muy preciso. El gran esfuerzo ha sido llegar allí al corazón del Vaticano con la mirada limpia, para ver qué es lo que realmente hay. De qué están discutiendo de verdad, qué es lo que dicen de verdad, quién es la gente que lo lleva, quién era este tipo que estaba a cargo y contarlo. Entender.

–¿Entender usted o hacer que entiendan los lectores?

–Las dos cosas. Son complementarias, es decir, tú no puedes explicar una cosa si no la entiendes. Y explicarla con claridad, con nitidez, con todos los puntos de vista, porque esto no es un ensayo, esto es una novela, con muchos puntos de vista. Intento ser respetuoso porque entender no significa justificar. Esto es lo que la gente confunde. Tú no puedes combatir a un terrorista si no entiendes por qué es un terrorista.

–¿Se ha sorprendido con lo que ha encontrado de puertas hacia dentro?

–No es que me haya sorprendido, es que todo ha sido sorprendente, desde el minuto uno hasta el último minuto, desde que me hacen esa propuesta que es totalmente inédita, hasta el final, que si yo fuera creyente creería que es un milagro. Ninguno de los prejuicios que yo tenía se han confirmado, nada de lo que yo esperaba estaba ahí, nada, cero, patatero.

–¿Y qué conclusión extrae de ese chocante resultado?

–Que el Papa no es lo que la gente espera y que la gente que rodea al Papa no es lo que la gente espera y que las cosas que está discutiendo la Iglesia Católica no son lo que la gente espera y que lo que es el cristianismo tampoco es lo que la gente espera y lo que estamos acostumbrados a pensar a pensar de él. El teólogo Enzo Bianchi, en Italia, en una discusión, decía: este señor ha venido a recordarnos cosas que se nos habían olvidado hasta a nosotros.

Comparativa

«La literatura es un placer como el sexo y a quien me dice que no le gusta leer le doy el pésame, porque no le gusta el sexo»

–¿Por ejemplo?

–El corazón del libro, que es la resurrección de la carne y la vida eterna, de eso va.

–La gran pregunta.

–Claro. Pues de eso va el cristianismo.

–Usted lo expone, además, con sentido del humor, uno de los aspectos que más le unieron a Francisco.

–Este señor hacía una reivindicación radical del sentido del humor. Esto para mí fue una de las cosas realmente sorprendentes. No es que él fuera gracioso, es que decía algo increíble, que no asociamos con el cristianismo; que lo más parecido a la gracia divina es el sentido del humor.

–Compraría ese argumento.

–Yo también. Y se lo compro. Y cualquier novelista, porque lo que decía Cervantes era eso: no hay nada más serio en el mundo que el sentido del humor. No existe la novela sin sentido del humor. Es una forma de conocimiento insustituible. De hecho, gracioso, en italiano, es el que tiene gracia divina.

-El planteamiento con el que se acercó a este proyecto también fue singular: preguntar como un niño y hacer una única pregunta.

-Las preguntas más importantes son las que hacen los niños. Esto yo a mis 63 años ya lo he descubierto. El Papa había hablado de todo. Había concedido entrevistas a patadas, que es otra de las singularidades de este hombre; los papas no concedían entrevistas y Francisco habló por todo el mundo. ¿Qué era esto de un Papa en la televisión? Y con ese hecho confluyó una necesidad personal.

-¿Cuál era esa necesidad íntima?

-Mi madre era una señora muy mayor y es en ella en la primera que pienso cuando me hacen la propuesta. Era muy creyente, seriamente creyente, nada de beaterías, rocosamente creyente. Comparada con la fe de mi madre, la del Papa Francisco era más bien dubitativa. Cuando mi padre murió, lo que mi ella decía es que es que iba a verlo después de la muerte. Y lo decía porque eso es exactamente la promesa del cristianismo.

-¿La respuesta al sacrificio previo que propugna el catolicismo?

-San Pablo dice, literalmente, nosotros resucitaremos porque Cristo resucitó y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe. O sea, el centro de la fe es eso. Cuando recordé eso, inmediatamente supe de qué iba a tratar este libro, que es de lo que efectivamente trata, es decir, de cómo un loco sin Dios, yo, alguien educado en el cristianismo que ha perdido la fe, como la inmensa mayoría de los españoles y europeos, va a buscar al loco de Dios que es Francisco, y va a verlo incluso hasta el fin del mundo, o sea, Mongolia para preguntarle si es verdad, si mi madre iba a ver a mi padre después de la muerte. Él es el más indicado para darla y para llevársela de vuelta a mi madre.

–¿Entre sus logros está haberle llevado de vuelta al rebaño?

–No. Y te voy a confesar una cosa; a veces he sentido envidia de la gente que tiene fe porque eso un superpoder; te da una fuerza, te da una serenidad, que muchos no tenemos.

- Pero la fe no es algo voluntario.

- Es que esto es muy importante, por lo menos para mí, esto es una cosa personal. Lo hablo con el Papa y me dice que es un don. Sigo igual de ateo y más anticlerical, más seriamente anticlerical porque el Papa es anticlerical.

-No pasa nada por ese «fracaso», porque el cristianismo es la religión de los perdedores.

Tampoco estamos acostumbrados a eso, pero es así. La de los perdedores, la de los que la de los que no tienen donde caerse muertos, pero eso no es que lo diga yo, es que lo decía Jesucristo. Eso es.

–¿Siente que hay un antes y un después dentro de su trayectoria después de este libro?

–Sí, claro. Para mí este libro me ha cambiado en todo. Mi forma de ver el cristianismo, mi forma de ver la iglesia, mi forma de ver el mundo, mi forma de verme a mí mismo. En todo, menos en menos en la fe. Es que un libro que no te cambia no puede ser un buen libro. Un libro es aventura. Y una aventura que no te cambia no es una aventura. La literatura, yo lo he dicho muchas veces es un placer como el sexo. Pero también es conocimiento como el sexo. Por eso cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo único que se me ocurre es darle un pésame porque no le gusta el sexo. Y claro, el conocimiento que no te cambia no es conocimiento de verdad, no es conocimiento auténtico. Este libro me ha cambiado en todo.

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