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Un chapuzón de despedida
Santander dice adiós a los Baños de Ola hasta el año que viene
Con 23 grados en el termómetro, brisa marina, un sol bastante rácano pero una sensación de bochorno contrastada, el chapuzón tradicional para finiquitar los Baños de Ola se consolidó este domingo como un plan casi imbatible para los que andaban por El Sardinero. Mientras otros bailaban la última de la cantante de la 'potra salvaje' en el escenario de los Jardines de San Roque, otros se cansaron de sudar como pollos frente a la Primera y se lanzaron al agua con sus gorritos y trajes de baño de época.
Lo tradicional es hacerlo a las cinco de la tarde, emulando en tromba a los veraneantes de finales del siglo XIX y principios del XX, pero a alguno le costó aguantar y encaró la costumbre casi a chorros, sobre todo cuando las fotos de familia y el canto a coro de 'La fuente del cacho' se alargaron unos minutos más de lo previsto. «Dime dónde vas morena, dime dónde vas salada…», entonaban, con los bronceadísimos jugadores de palas haciendo la percusión justo al lado. Definitivamente, los trajes de baño han cambiado muchísimo en estos cien últimos años.
El de los Baños de Ola puede resumirse más o menos así: camiseta blanca a rayas y pantaloncito pirata azul marino con gorro. Aunque esto va por barrios y nadie le va a reprochar que se salga un poco del guion. De esta guisa, Elvira Lorenzo pasó de vestir como enfermera de época el sábado por la tarde, cuidando a uno de los grupos más pomposos del pasacalles, a 'dar el cante' este domingo, «otra vez», en el tren desde Solares para darse este chapuzón de época.

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«Por lo menos nos metemos hasta las piernas», matizó a su lado Isabel Serra, evidentemente rebatida al instante por el conjunto del grupo, capitaneado por María, Jorge, Paula, Rebeca y Carmen... «¡Todo el cuerpo! Hay que hacer la gracia completa». Y no se libró. La primera ola le dejó a ella y a cerca de un centenar de veraneantes –o más, hubo bastante gente este domingo en la Primera– empapados de tradición y época victoriana. El agua: «Buena buenísima», que diría una de las participantes al salir y topar con unas amigas, igual de santanderinas pero no tan comprometidas digamos con este rito.
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Cambio de armario y directos todos a los Jardines de San Roque, que en una hora pasó de bailar a la 'potra salvaje' a chasquear los dedos con jazz de Nueva Orleans. Eso en los altavoces; a viva voz, los bañistas, ahora vestidos como un pincel –impresionante lo rápido que se cambiaron algunos–, se acercaron al parque al ritmo de aquella canción popularizada por Marisol –o Sara Montiel, según–. «Ola, ola, ola, no vengas sola…». Los turistas encantados con el buen rollo y el ambiente aquí.

Unas cincuenta personas, cifró Felisuco sobre el escenario, se vistieron de gala para el desfile final de los Baños de Ola este domingo por la tarde. Pero de nada vale presumir sin conocimiento. Los trajes clásicos, modernistas, los sombreros, trajes de verano y los corbatines fueron descritos y contextualizados un rato antes por las diseñadoras Vera Simons –holandesa de nacimiento pero santanderina de corazón desde que aterrizó en la tierruca en 1967–, María José Mínguez y Pili, todas con asociaciones de corte y confección aquí y allá. También merecieron un aplauso los que, de manera individual, se han animado a enfundarse una falda o una chaqueta de época.
¿Se acuerdan del sol rácano de antes? Ni rastro desde las seis de la tarde más o menos –así dicen que seguirá hasta este lunes a última hora de la tarde más o menos–. Los parasoles, que sí venían haciendo su función durante el fin de semana, estuvieron a nada de hacer de paraguas durante la foto de familia, en las escaleras de los jardines. Fue hacer la foto y ponerse a llover.
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