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Abel González y Pedro Pérez pasaron la incidencia eléctrica fuera de su casa. En el primero de los casos, González, que estudia en Oviedo, el « ... susto» lo vivió en un AVE que partió el lunes desde la capital del Principado hasta Madrid. «En mitad del segundo túnel ferroviario más largo de España», dice este joven de 21 años. González se quedó encerrado durante «diez horas» en el de Pajares, con una longitud de 24,6 kilómetros.
Según relata, estuvieron con luz en el tren hasta que aguantaron las baterías, «unas tres horas». Tras ello, «totalmente a oscuras». Al tiempo, se acercaron hasta el tren dos vehículos de Adif que fueron sacando a personas. En un primer turno a las discapacitadas y a los niños; después, «a las que les estaba dando un ataque de ansiedad» por los nervios al estar «incomunicados y sin comer». «Solo pudimos beber agua», lamenta González, quien señala que había vagones en los que los pasajeros se tomaron el apagón «con humor» y otros en los que «el ambiente estaba caldeado». Finalmente, una locomotora pudo remolcar el tren hasta León, desde donde el corraliego regresó a su casa. «Llegué a las dos de la madrugada», añade.
Por su parte, Pedro Pérez, un vecino de Liencres que trabaja en Madrid, fue a pasar el fin de semana a Oporto con unos amigos de Boo de Piélagos. Ellos volvieron el lunes a Santander, «con problemas para repostar y pagar en efectivo». Ojalá lo de Pérez hubiese sido solo eso. Cuando sucedió el apagón, este joven de 26 años estaba visitando los Jardines del Palacio de Cristal de la ciudad portuguesa. «Ni me enteré que se había ido la luz», apunta. Según continúa, pese a ser consciente de la caída, fue al aeropuerto y tras esperar una «gran cola» le comunicaron que su vuelo a Madrid se había cancelado. Como alternativa, le ofrecieron otro para ayer a las 22.50 hora portuguesa –una menos que en España–, y la opción de pagarle el alojamiento. «Pude contactar con unos pocos hoteles, pero estaban todos llenos», relata Pérez. No le quedó otra que pasar la noche en el aeropuerto de Oporto. «Dormí fatal en el suelo una hora y pico. Después me desperté y vi dos asientos que estaban juntos y pude descansar un poquito mejor», apunta este cántabro que se sacó de su mochila una toalla que hizo las veces de manta. «Había un montón de gente durmiendo en mi misma situación», añade. Durante el día de ayer, solo y en Oporto, le dio tiempo a ver algunos sitios que le quedaron pendientes. «Ha sido lo único positivo de toda esta situación», bromea.
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