José Joaquín Martínez Sieso
Treinta años después de su llegada al Gobierno, repasa los éxitos de su mandato, los frutos de aquel pacto PP-PRC y la actualidad de Cantabria
El Diario Montañés cita al expresidente José Joaquín Martínez Sieso (Bilbao, 1956) con motivo de los 30 años de su llegada al Gobierno. El lugar ... lo escoge él: la bahía de Santander, cuya obra de saneamiento fue uno de los hitos de su mandato. El día, en función de la disponibilidad de la agenda. El pasado jueves, 16 de julio. «Qué casualidad, justo hoy se cumplen tres décadas exactas desde que tomé posesión». El popular reconoce que fue un político un tanto inusual: aunque con una ideología clara, primaba el sentido práctico y en busca de dos objetivos, dar estabilidad a Cantabria y reflotar una economía maltrecha. Atípico porque el PP lanzó su candidatura pese a que no era el presidente del partido (era Gonzalo Piñeiro). Fue idea de José María Aznar y, sobre todo, de su número dos en el PP, Francisco Álvarez Cascos. Conocía su labor en el Congreso de los Diputados, gran experiencia en el sector privado e industrial y también había trabajado en la relación con Europa. «Había ocupado puestos que me permitieron ver Cantabria desde una perspectiva muy global», reconoce Sieso, que una clave del éxito fue la gran labor de sus consejeros y de los segundos niveles de su Ejecutivo.
–¿Cómo era la Cantabria de hace 30 años? ¿Qué estaba por hacer?
–Era radicalmente diferente a la de hoy. O a la que echó a andar a partir de 1995. Desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía no había habido estabilidad política. Había una decepción general con la gestión de la autonomía. Había más conflicto que gestión política o económica y Cantabria no deja de perder peso en relación al resto del país a nivel de bienestar, empleo y riqueza. Realmente también porque, hasta que se produjo la reforma del Estatuto, teníamos una autonomía de segunda. Éramos como menores de edad con unas competencias muy limitadas y el gran cambio se produce con la firma del Pacto de Carmona entre los grupos parlamentarios. Ahí nos equiparamos y pudimos asumir competencias tan importantes como la Sanidad.
–¿Se encontró con muchas dificultades? Ahora que tanto se habla de dinero, ¿había recursos para echar a andar Cantabria?
–Para que la gente se haga una idea, desde que se aprobó el Estatuto, nunca los Presupuestos habían entrado en vigor a 1 de enero. Eso cuando se aprobaban. Por otra parte, nos encontramos una situación de tierra quemada porque realmente no existía Gobierno regional. El anterior equipo había tenido conflictos con todo el mundo. Con el Gobierno central, no había ninguna relación con Europa, había muchas dificultades en la relación con sindicatos, organizaciones empresariales, universidad…
–Lo bueno es que era fácil hacerlo mejor que los anteriores…
–Es un punto positivo (ríe). Pero la diferencia se empezó a notar rápido. Entramos en junio de 1995 y ese año liquidamos el Presupuesto del 94, aprobamos el del 95 y también el del 96. ¿Había recursos? Sí, pero sobre todo deudas. Deudas, todas. La primera reunión que tuve en mi despacho fue con Don Teodosio Herrera, del Asilo de Torrelavega. Llegó con una situación de angustia. Les habían dicho que comenzaran a hacer obras, que les llegaría el dinero, y el Gobierno se había olvidado de pagar. Y había conflictos empresariales muy fuertes en todas las grandes empresas. Sniace, Tabacalera, Astander… Había un 'gastar sin pensar', básicamente. Y después había cosas muy raras como que, para desplazarse a una reunión a Madrid, cualquier funcionario o cargo necesitaba la firma expresa del presidente. Lo más importante es que mi primer Gobierno, en coalición con el PRC, dio estabilidad a pesar de que nos faltaba un diputado para la mayoría absoluta.
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–¿Cuáles fueron los principales hitos de aquellos ocho años?
–Por una parte la creación de empleo. En el Consejo de Gobierno, yo todas las semanas pedía a los consejeros ideas y planes para el empleo. Para crear empleo hace falta crecimiento, pero también aprovechar los recursos que tenía el Gobierno para concentrar las inversiones productivas. En mis ocho años se crearon 63.900 empleos en Cantabria. Creció un 32,8%, por encima de la media. Y por otro lado dar un impulso a la infraestructura. A raíz de 1995, la inversión en carreteras fue muy relevante, con una modernización general y con la puesta en marcha de los planes de carreteras plurianuales que aún continúan. Ahí hicimos también el saneamiento de la Bahía, que fue una de las obras más importantes de la historia de Cantabria por lo que significó para Santander y porque se financió al 80% con dinero que conseguimos de Europa.
–¿Y la transferencia de Sanidad?
–A mí no me preocupaba asumir la transferencia rápido, sino con unas coberturas económicas suficientes para que pudiésemos desarrollar esas funciones. Antes, el último año de Felipe González no firmamos la competencia de Educación por la diferencia de unos pocos millones y logramos la cifra que queríamos unos meses después. En Sanidad fue parecido, pero con la diferencia de la singularidad de Valdecilla. Es algo curioso que figure específicamente en el Estatuto. Llegamos al acuerdo de que el Estado financiaba el 100% del Plan Director de Valdecilla, con una comisión mixta para el seguimiento de las obras. Si no es por eso, Cantabria no habría podido reclamar la deuda del hospital. La firma se produjo un 26 de diciembre del año 2001. Fuimos la última autonomía en firmar y luego el resto querían nuestras condiciones, pero ya no pudieron...
–Hay quien piensa que uno de los problemas de la sanidad es que no se gestiona desde Madrid… ¿Se ha llegado muy lejos en el desarrollo autonómico?
–Yo creo en el Estado autonómico y estoy conforme con la descentralización. Si tengo algo que objetar es que el Gobierno central ha renunciado a su labor de coordinar a todas las autonomías a través de las conferencias sectoriales.
–En 1995 pudo pactar con UPCA y con el PRC y eligió lo segundo. ¿Lo tuvo claro?
–Hubo grupos en el PP que proponían pactar con UPCA. En teoría, estábamos más cerca por ideología. Además, con ellos nos daba para tener mayoría absoluta y con el PRC nos quedábamos a un diputado. Pactar con Hormaechea significaba volver al paso y al final hubo pocas voces en contra de la decisión.
–En parte, ese pacto es el origen del nacimiento del 'fenómeno Revilla'. Lo que le dio alas para llegar después a presidente.
–Revilla siempre ha sido un político muy mediático. Primero local y luego más a nivel nacional. Antes ya tenía buen dominio de los medios, lo que pasa es que después se produjo un crecimiento exponencial. Sí tengo que decir que, aunque el arranque del pacto fue difícil y exigente para todos porque la mochila pesaba, desde el principio hubo un entendimiento total. Teníamos hablado que cualquier discrepancia se hablaba en el Gobierno y que mi despacho estaba siempre abierto. Si en una decisión trascendente no estábamos de acuerdo, se retocaba hasta que hubiera entendimiento o se buscaba una alternativa para alcanzar el mismo objetivo.
–Entiendo que, cuando vio el resultado de las elecciones de 2003, daría por hecho que habría un nuevo pacto PRC-PP. ¿Se sintió traicionado por Revilla?
–La población estaba convencida de que iba a haber un tercer pacto. El entendimiento de los ochos años fue muy bueno hasta los últimos meses. ¿Qué ocurrió a finales de 2002? El Prestige, la guerra de Iraq y el POL. Es muy fuerte sentarte con Revilla en el Consejo de Gobierno un día y ese mismo sábado que se movilice vestido con un buzo y recogiendo chapapote. Con la guerra, tampoco era un tema que hubiéramos provocado en Cantabria, pero el clima era tal que tuvimos problemas para hacer campaña. Lo que no le disculpo a Revilla es lo del POL. Llevaba una tramitación larga, se aprobó en Consejo de Gobierno y no puso una sola objeción. La sorpresa fue cuando llegó el proyecto al Parlamento y acordó con el PSOE una serie de enmiendas que lo cambiaban por completo. Ahí comprendí que algo se había roto. Empezó ahí a fraguar el nuevo pacto. Aun así, la culpa de la ruptura no se la hecho al PRC, sino a los socialistas. Siendo segunda fuerza, dieron la Presidencia al tercero. Insólito. Para el PSOE fue un error político. Pagaron las consecuencias y las siguen pagando.
–¿Qué le parece la decisión de Buruaga de no buscar la mayoría con un acuerdo de legislatura, sino gobernar en solitario?
–Creo que es un acto político muy valiente. Y que está dando buenos resultados. Hubo algunos agoreros que decían hace dos años que la legislatura iba a durar poco. Buruaga está dando estabilidad con una gestión muy buena para Cantabria. Que haya llegado a pactos con el PRC (en dos Presupuestos) y con Vox (Ley de Simplificación o Memoria Histórica) requiere mucho diálogo, apertura y flexibilidad.
–¿Le preocupa el acercamiento de su partido a Vox en España? Cantabria es uno de los pocos territorios donde no se cerró un pacto en ese sentido.
–Creo que debemos aprender todos de los pactos que el PP ha hecho con Vox en otras autonomías y del resultado que han tenido. Están todos rotos. Yo creo que se puede pactar con cualquier partido que se comprometa a respetar la Constitución. Se puede pactar, pero haciendo muy transparente el pacto y las condiciones. Allí donde se ha visto cómo ha funcionado Vox dentro de los gobiernos, creo que los ciudadanos tienen un incentivo para votar al PP y reforzar la posibilidad de que gobierne en solitario. También a nivel nacional.
«Si no cuesta dinero, estoy a favor de un consejo de expresidentes»
–¿A qué se dedica ahora José Joaquín Martínez Sieso? ¿Sigue de cerca la actualidad regional?
–Procuro seguirla. Es que hay cosas que me preocupan. Estamos viviendo, sobre todo a nivel de España, un momento muy complicado. También a nivel mundial. Europa ha encargado un informe magnífico, el informe Dragi, que ahora no aplica y esconde en un cajón. Estamos en un proceso de aceleración tremendo y hay riesgo de que nos quedemos atrás. Podemos no ser capaces de sostener el modelo europeo que ha sido ejemplo para todo el mundo. Profesionalmente, el último puesto político que desempeñé fue como presidente de la Autoridad Portuaria. Después decidí levantar una asesoría para empresas de aquí y de fuera de Cantabria. Y si me queda tiempo, me apasiona el senderismo y, en concreto, Picos.
–¿Los expresidentes cántabros deberían tener un papel institucional regulado, en un Consejo Consultivo, por ejemplo?
–Cuando has sido presidente, por las cosas a las que te has enfrentado, siempre dando por hecho que todos hemos tenido la voluntad de hacer las cosas lo mejor posible, acumulas una experiencia. Sería bueno que hubiese en Cantabria un mecanismo para poder aportar y colaborar... Sin que suponga un coste adicional al entramado institucional de la comunidad, estaría a favor.
–¿Qué retos afronta Cantabria de cara a los próximos 30 años? ¿Dónde debe poner su esfuerzo?
–Hay que ser más ágiles y digitales en la administración. Las empresas no pueden esperar eternamente ciertos trámites. Se están dando pasos correctos con la Ley de Simplificación, pero es necesario profundizar. Dos cuestiones van a decidir en gran medida el futuro de Cantabria: la innovación y la energía. Hay que fomentar más si cabe todos los proyectos de innovación. Y proyectos energéticos como el de Aguayo y los parques eólicos. Y también va a ser clave la gestión del agua. De cómo aprovechemos nuestros recursos hídricos va a depender cómo será nuestro futuro.
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