La cuna del duelo y la despedida
Muerte perinatal. La maternidad de Valdecilla cuenta con un protocolo específico para acompañar a las familias tras la pérdida de un hijo
En la maternidad de Valdecilla, como en la de cualquier hospital, la mayoría de las historias terminan con un recién nacido en brazos. Pero hay ... ocasiones, pocas pero devastadoras, en las que ese final feliz no llega. Desde julio de 2024, un pequeño dispositivo ha transformado el modo de acompañar a las familias que sufren la pérdida de ese hijo esperado. Se trata de la cuna fría, de apariencia normal, pero cuyo colchón refrigerado permite conservar en buenas condiciones el cuerpo de un bebé fallecido durante unas horas o incluso días, ofreciendo a sus padres algo que resulta tan sencillo como esencial: tiempo.
«Es un intento más de humanizar la asistencia al parto, también en los casos en los que las cosas no van bien», explica Ana Merino, ginecóloga de Valdecilla. El hospital de Santander es pionero en adquirirla con recursos propios; en otros centros han llegado gracias a asociaciones o donaciones. Desde su instalación, solo se ha utilizado en dos ocasiones, en agosto de 2024 y mayo de 2025. Se trata de un instrumento que puede cambiar por completo el modo en que una familia vive la dolorosa despedida de su hijo. «Para los padres es muy gratificante poder despedirse sin la limitación del tiempo, sin la prisa que impone el deterioro del cuerpo», dice Lourdes Martín, supervisora de matronas de Valdecilla.
Los profesionales insisten en que la cuna no se ofrece de entrada, porque muchas veces no es necesaria. Lo primordial –añaden– es generar confianza y acompañar con cercanía, aplicando la regla de 'las tres S': sentido, soporte y seguridad. Se anima a las familias a conocer a su bebé, a abrazarlo, a guardar recuerdos, como fotografías, huellas de pies y manos o la mantita que le arropó. Y si el tiempo se prolonga o un familiar necesita llegar desde lejos, entonces la cuna entra en juego. Su función es sencilla: preservar, retrasar el deterioro para que la despedida pueda hacerse sin prisas, en condiciones dignas.
Para quienes han pasado por la pérdida, ese tiempo resulta invaluable. «Somos madres y padres desde el momento en que sabemos que estamos embarazadas», afirma Rebeca Hoya, que ha vivido seis pérdidas, todas en el primer trimestre. Durante mucho tiempo se repitió a sí misma la frase que había escuchado en su entorno: «No pasa nada». Pero sí pasaba. «Acabo de perder a mi hijo, su corazón ha dejado de latir, y me decían que no era nada. Tenemos que empezar a llamar a las cosas por su nombre». Su testimonio refleja una realidad silenciada «y es que la muerte gestacional perinatal sigue siendo un tabú en nuestra sociedad», prosigue.
Reconocimiento «necesario»
También lo confirma Emma Contreras, matrona en Valdecilla y uno de las impulsoras de la red El Hueco en mi Vientre, una asociación que acompaña a las familias en este duelo. «Lo que más demandan es poder hablar sin ser juzgadas, sin que se minimice su dolor. Frases como 'ya tendrás otro' o 'eres joven' no ayudan. Necesitan que se les reconozca como madres y padres en duelo», señala. Ese reconocimiento no siempre existe: la legislación solo obliga a inscribir en el Registro Civil a los bebés fallecidos a partir de los 180 días de gestación, lo que deja fuera a muchos. Y cuando sí se hace, en el caso de Cantabria, en el documento solo figura el nombre de pila, sin los apellidos. Un vacío legal que resulta doloroso para las familias. «Nuestros hijos tienen identidad, y que aparezcan los apellidos no cambia ningún derecho, pero sí nos reconoce como madres y padres», subraya Hoya.
En Valdecilla, además de la cuna fría, se han implementado otras medidas para humanizar la atención. Se entregan cajas de recuerdos elaboradas por familias que han pasado por lo mismo, con pequeños objetos cargados de simbolismo: una vela, un gorrito, la pulsera del hospital, huellas en papel, dos campanitas gemelas para que una se quede con el bebé y la otra con los padres. También se proporciona información escrita sobre trámites legales, prestaciones y recursos de apoyo, porque en el «shock inicial es imposible retener nada». Y siempre se ofrece la opción de decidir más adelante qué hacer: solicitar una autopsia, hacerse cargo de los restos o dejar que lo gestione el hospital.
Todo ello busca acompañar un proceso que no termina al salir del hospital. «El duelo no entiende de semanas ni de umbrales legales», expresa Contreras, quien ha acompañado en los duelos desde la creación de la red, en 2013. «Lo que nos llevamos de las familias a las que acompañamos es que cuando las cosas se hacen con cercanía, se hacen bien. Dentro del dolor, se van con gratitud y con amor», reflexiona Martín.
Vivir en paz
Para Rebeca Hoya, ese amor se traduce en recordar a sus hijos, en haber aprendido a vivir en paz con una herida que nunca cerrará del todo: «Yo sé que he sido madre, aunque la sociedad no siempre me lo reconozca. He aprendido a aceptar la tristeza como parte de mi vida, a darle un lugar. La cuna fría y todo lo que simboliza son pasos hacia ese reconocimiento que tanto necesitamos».
La cuna fría no evita el dolor, pero lo acompaña con dignidad y ayuda en el duelo. Permite que, en medio del vacío, las familias puedan despedirse con calma, crear recuerdos y dar nombre a sus hijos. «Muchos padres, después de haber pasado una temporada, nos comentan que les hubiera gustado tener más tiempo para despedirse de sus hijos», expresa Emma Contreras.
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