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Así esquivó Valdecilla el colapso
Cantabria ·
La decisión de dividir el hospital en dos, la lucha de «un equipo de profesionales más unidos que nunca» y un par de semanas de ventaja frente a la epidemia que permitieron anticipar los cambiosCuentan algunos veteranos de Valdecilla que ha habido momentos en esta crisis sanitaria sin precedentes en los que les han venido a la cabeza las imágenes del día del derrumbe de la fachada, aquella mañana del 2 de noviembre de 1999, cuando todo el hospital tuvo que volcarse en una misma dirección para desalojar a cientos de pacientes mientras se buscaba a las víctimas bajo los escombros. Con miedo, con incertidumbre, pero sin parar y sacando adelante el trabajo en las condiciones más difíciles. Entonces fue una avalancha de 20 toneladas de revestimiento lo que partió el hospital en dos. Ahora ha bastado un germen microscópico, el desconocido y altamente contagioso SARS-CoV-2, que ha paralizado medio mundo y ha desbordado al sistema sanitario de todo el país en cuestión de semanas.
Esa división física en las instalaciones desde el primer caso sospechoso de coronavirus (confirmado el 29 de febrero), para evitar el contagio con el resto de pacientes del hospital, con profesionales dedicados en exclusiva tanto en Urgencias, como en las plantas y en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI); y la coordinación entre todas las especialidades y estamentos, «más unidos que nunca», son algunas de las claves que han permitido a Valdecilla salir mejor parado de la primera oleada de enfermos Covid-19. A favor también, las dos semanas de tregua que tuvo Cantabria cuando otras comunidades ya padecían la brutal sacudida del virus y que la intensidad de la epidemia no llegara a los niveles que dibujaban los escenarios más pesimistas.
«Ahora, si hay un repunte, nos cogerá mejor preparados», coinciden las tres personas que han liderado la atención hospitalaria de los pacientes infectados. Un triunvirato formado por los jefes de las especialidades más directamente implicadas en la lucha contra el coronavirus: Carmen Fariñas (Enfermedades Infecciosas), José Manuel Olmos (Medicina Interna) y José Manuel Cifrián (Neumología). Juntos analizan y discuten a diario los casos y protocolos, y evalúan la situación, problemas y necesidades con el resto de servicios en reuniones que han pasado a integrarse en la rutina del hospital. «Cuando vimos los primeros contagios en China, nos pusimos a estudiar. En el momento en que el problema saltó a Italia, la situación cambió totalmente. Supimos que nos llegaría sí o sí», declara Olmos. «El 6 de febrero ya teníamos los circuitos diseñados para aislar a los pacientes Covid-19», explica Fariñas, que desde el primer momento tuvo muy claro que «Valdecilla tenía que funcionar como si fueran dos hospitales en uno, totalmente independientes». Y la Dirección ordenó seguir sus instrucciones a pie juntillas.
Esa división comenzaba en Urgencias, la puerta de entrada de toda sospecha de coronavirus, donde se habilitaron salas de espera diferenciadas y circuitos para desplazar a los pacientes tanto para la realización de pruebas como para subir a planta en caso de ingreso. Para llegar al diagnóstico, en esa cadena entra en juego el equipo de Microbiología, volcado en los test PCR, que ha llegado a hacer 1.050 en un solo día, y el de Radiodiagnóstico, con la radiología torácica como prueba estrella, que también tuvo que adaptarse a las condiciones de aislamiento de los pacientes, con exploraciones portátiles a cargo de los técnicos del servicio.
Al principio, la séptima de la Torre D fue la zona de aislamiento asignada, a cargo del personal de Enfermedades Infecciosas, pero en cuestión de días, la demanda creció y hubo que ampliar la hospitalización, incorporando al equipo a los servicios de Neumología y de Medicina Interna, que «entramos con todo el equipaje de batalla», señala Olmos. «Como cuando el mar baña la arena», visualiza Fariñas, el hospital Covid-19 pasó a ocupar la séptima y la sexta planta de las Tres Torres, y después también cuatro plantas completas del edificio 2 de Noviembre.
«Nos obligó a trasladar a todos los pacientes ingresados de otras especialidades. En el momento del pico (30 de marzo), había más de 220 enfermos Covid-19 y 150 eran de Medicina Interna», relata Olmos, que destaca «la suerte de que la epidemia llegara a Cantabria un poco más tarde, eso nos ayudó porque teníamos la experiencia de Madrid, Barcelona, País Vasco, y pudimos anticiparnos a los problemas». Es más, subraya Fariñas, «nunca tuvimos la sensación de que nos faltara espacio, ni en hospitalización ni en UCI ni en Urgencias. Ha habido una coordinación espectacular y un lujo de atención a los enfermos, con todos los especialistas a disposición. Todo el mundo ha respondido a una».
Para el jefe de Neumología, José Manuel Cifrián, «la parte agradable» de esta amarga experiencia es que «un gran número de especialistas han trabajado de forma conjunta formando un solo equipo». Desde Cardiología, Hematología, Neurología, Dermatología, Digestivo, Nefrología, Oncología, Anestesia, Hospitalización Domiciliaria... Sin olvidar, añade, «el magnífico trabajo de enfermería y auxiliares. En general, solo puedo hablar cosas buenas, es increíble lo que se ha hecho como equipo. Pese al cansancio, no se ha bajado la guardia en ningún momento».
La soledad de los pacientes
Olmos destaca también «el ejemplar comportamiento de los MIR» que se unieron al área Covid. Todo ello en unas circunstancias «para las que nadie está preparado en absoluto», admite el jefe de Medicina Interna. «Ver la soledad de los pacientes es desgarrador. Hemos vivido situaciones realmente dramáticas, desde el punto de vista humano, que te tocan el corazón». Por eso recuerdan lo gratificante que ha sido cada alta. «Todos los pacientes han sido muy importantes y todos han dejado su huella», remarca Cifrián. Hasta la fecha, han sido 490 los hospitalizados en Valdecilla (61 en la UCI).
El neumólogo señala que, dadas las peculiaridades del Covid-19, que empieza como un proceso viral y en un porcentaje pequeño de casos deriva en un proceso inflamatorio pulmonar grave, «nos hemos tenido que acostumbrar a tratar las neumonías de forma distinta a la tradicional. En general, se ha abordado con bastante eficacia, pero no se ha curado a todos. El gran reto que tenemos por delante es poder revisar los factores de riesgo que han podido llevar a que en algunos casos el virus se comporte con tanta virulencia». Las mejores previsiones apuntan para enero de 2021 la ansiada vacuna, un salvavidas que aún tiene por delante un invierno incierto.
«En el futuro vamos a estar más preparados, pero hay que ser prudentes», sostiene Cifrián. La jefa de Enfermedades Infecciosas coincide con él, pero insiste en que «esto nos tiene que servir para que nos preparemos para el día de mañana, para otras epidemias que van a venir, ya que hemos visto que cada vez son más cercanas entre una y otra (gripe A, ébola, MERS, SARS y ahora SARS-CoV-2). Es el aprendizaje más importante que hay que hacer. Tenemos que dejar el hospital preparado para otras oleadas de contagios, que existirán, pero también para las próximas pandemias».
Ahora, que la epidemia ha desahogado la asistencia hospitalaria, los centros programan el «difícil retorno» de la actividad suspendida. Y Valdecilla, en el contexto nacional, parte de una posición envidiable. No sólo porque ha logrado mantener la mitad del hospital disponible para el resto de patologías (con una media de 20 operaciones diarias, con llamamiento incluido para que el miedo al contagio no frenara las urgencias graves), sino porque puede dar pasos que en otras comunidades aún se ven lejanos, como reactivar los trasplantes de pulmón e hígado, toda vez que se han realizado siete de riñón en el estado de alarma. Los tres coinciden en que «hay que mantener todas las precauciones para evitar el rebrote, sabiendo que vamos a tener que convivir con el virus mucho tiempo; pero a la vez debemos volver a una relativa normalidad, porque no podemos desatender al resto de pacientes».