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La sanidad pública es gratuita, pero mantenerla cuesta 1.214 millones al año en Cantabria. Ese es el montante del gasto sanitario de la región ... en 2023, último balance publicado por el Ministerio, que incluye el coste del personal –11.576 profesionales de todas las categorías–, de medicamentos, suministros, tecnología, equipamiento, contratos con proveedores de servicios, mantenimiento de las instalaciones... Un gigante en continuo e imparable crecimiento. En la última década ha supuesto un aumento del 30% hasta superar por primera vez los 2.000 euros anuales por habitante. Frente a los que pueden presumir de una salud de roble, con contadas visitas al médico o a la farmacia, están también quienes, desgraciadamente, han sido diagnosticados de enfermedades graves, amortizando sin querer los impuestos pagados toda una vida (y más).
«No sabemos lo que tenemos» es una de las frases que más se repite entre quienes reciben una buena noticia después de días de angustia en una sala de espera de la UCI, entre quien sale de quirófano con un corazón que no era el suyo para reengancharse a una vida que se le escapaba, entre quien vuelve a caminar después de un ictus y muchas sesiones de rehabilitación, o entre quien se sobrepone a la recaída de un linfoma gracias a un nuevo tratamiento que ayudará a su sistema inmunitario a defenderse de las células cancerosas. Son ejemplos de una lista infinita de situaciones que se viven cada minuto. Y todo cuesta dinero, desde la resonancia magnética o el TAC que ha tenido que esperar durante meses –y que se hacen sin parar, mañana, tarde, noche e incluso fines de semana– al aluvión de analíticas de sangre que llegan a los laboratorios cada jornada, a esa ambulancia que le adelanta con la sirena encendida mientras se aparta con su coche o a esa consulta en un centro de salud para actualizar su receta, aunque el trámite sea breve.
Esa millonaria factura anual abarca lo barato y lo caro. Tanto esterilizar y reponer todo el instrumental después de una cirugía –y el año pasado se realizó en la red del SCS la cifra récord de 39.126 operaciones– como lavar y cambiar las sábanas de las mil y pico camas repartidas (y casi siempre ocupadas) entre los cuatro hospitales de la región. Cada guardia médica, cada pastilla, cada dosis de radioterapia, cada radiografía, cada vacuna, cada revisión con el especialista... Solo el engranaje del gran Valdecilla cuesta más de un millón de euros cada 24 horas. (Sí, ha leído bien: 1,3 millones para ser precisos). El presupuesto del hospital de referencia de Cantabria para este 2025 asciende a 498 millones de euros, el 41,8% del montante que maneja el SCS: 1.189 millones.
566 millones de euros
es el gasto sanitario en personal (2023), que es el que tiene más peso.
194,8 millones de euros
supuso el apartado de transferencias corrientes, que incluye gasto de recetas.
139 millones de euros
se gastaron el último año en las farmacias hospitalarias, el grueso en Valdecilla.
Aunque lo ideal es que cuadraran, una cosa es lo que se presupuesta y otra lo que se acaba desembolsando. En 2014, año sobre el que se ha hecho la comparativa, el total del gasto sanitario en Cantabria sumaba 826 millones (1.406 euros por habitante), de los 57.128 que acumulaba el conjunto de las comunidades autónomas (en 2023 ese total ascendió a 97.661 millones). Desde entonces a aquí, además de una pandemia mundial, han aparecido tratamientos muy innovadores, más costosos cuanto más personalizados. De hecho, Valdecilla aplicó el año pasado una de las terapias más caras del mundo (por encima del millón y medio de euros) a una niña con una enfermedad rara, llamada atrofia muscular espinal (AME), que puede acabar con la vida de un bebé que nació sano antes de que llegue a cumplir los dos años de vida. Y hasta 500.000 euros cuesta la terapia con células CAR-T para tumores hematológicos (leucemias y linfomas), que implica modificar genéticamente las células del paciente en laboratorio para que puedan defenderse del cáncer, cuando han fracasado tratamientos convencionales como la quimioterapia, cuyo coste ronda los 3.000 euros.
«Tanto en tratamientos oncológicos como para enfermedades raras hay mucha innovación, que tiene un elevado coste en farmacia hospitalaria», precisa el gerente del SCS, Luis Carretero. Dentro del volumen de medicamentos que se manejan en los hospitales –solo Valdecilla dispensa fármacos a 800 pacientes diarios–, los biológicos (terapias dirigidas como las utilizadas para la artritis reumatoide) tienen un fuerte impacto en el gasto.
Los avances terapéuticos son cruciales para manejar la cronicidad. Se vive más –la región es una de las que tiene mayor tasa de envejecimiento– y se trata de hacerlo con la mejor calidad. Por eso, hoy en día hay octogenarios que pasan por quirófano para ponerse (o renovar) una prótesis o una válvula cardiaca, cuando en otros tiempos ni se llegaba a plantear. En consecuencia, la factura crece. Otro servicio con gran repercusión económica, porque afecta a mucha población, es la oxigenoterapia. Y también la diálisis, con un coste de entre 200 y 400 euros la sesión.
Todo el montante de farmacia hospitalaria, compra de materiales (catéteres, stents coronarios...) y servicios no clínicos –como limpieza, mantenimiento o cocina– se clasifica dentro del informe de gasto como 'consumo intermedio', que representó casi 364 millones en 2023. Las recetas dispensadas en la red regional de farmacias, al igual que las prestaciones de ortopedia (silla de ruedas o prótesis externas) se engloban en el apartado de 'transferencias corrientes', que ese ejercicio supuso otros 194,8 millones de euros.
Del total del gasto sanitario, «lo que más presiona es el coste del personal», señala el gerente. El resumen de 2023 cifra en 566 millones el gasto en nóminas del SCS –casi la mitad del presupuesto–. «El crecimiento tiene que ver con las mejoras de las condiciones laborales», indica. No solo las derivadas de los acuerdos sindicales, como la subida progresiva de sueldos que se empezó a aplicar el año pasado para todas las categorías, después del pacto firmado con el Sindicato Médico, y que tendrá su impacto en los balances siguientes. También «los movimientos de jornada. Cuando una persona reduce su horario laboral tiene un alto coste porque hay que contratar más personas para hacer el mismo trabajo». Y cuanto mayor es el volumen de actividad sanitaria, mayor es también el desembolso. El ejemplo más claro es el plan de choque frente a las listas de espera, un problema que no solo le cuesta quebraderos de cabeza a los gestores sanitarios y políticos, sino que también se lleva una millonada en el intento, bien a través de las peonadas (horas extra) de la plantilla, bien a través de la actividad concertada, esto es, derivando pacientes a la sanidad privada para descongestionar a la pública.
El gasto en 'conciertos' del SCS en 2023, que es otra de las patas, ascendió a 35,7 millones. Ahí se incluyen no solo los convenios con Santa Clotilde para cirugías, sino también el que permite a la Unidad de Reproducción Asistida de Valdecilla enviar a pacientes a clínicas privadas –en Bilbao– para realizar las técnicas que aquí no tienen (como la fecundación in vitro con óvulos de donante), la concesión del servicio de ambulancias o conciertos para determinadas pruebas diagnósticas.
La factura se completa con el 'gasto de capital', que ascendió a 53 millones en 2023, referido a obras y equipamiento. En este montante se incluirán a futuro, por citar ejemplos en curso, la futura unidad de protonterapia de Valdecilla, el desmontaje de la antigua Residencia Cantabria para convertirlo en Parque Científico de la Salud, o las reformas para acondicionar centros de Atención Primaria. También las compras de equipamiento tecnológico se recogen en este capítulo.
Como reflexión final, el gerente del SCS recuerda que «entre el 25% y el 30% del gasto sanitario público se podría evitar, y eso tiene que ver con muchos actores; requiere concienciar a los profesionales del SCS, para que cada persona reciba lo que necesita y no lo que no necesita, y a la población para hacer un uso racional y prudente de los recursos. Supone una responsabilidad porque lo que se gasta en sanidad (la mitad del presupuesto de la comunidad) se deja de gastar en otras cosas».
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