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Sólo 48 mujeres han sido distinguidas con el Premio Nobel desde que se instauró en 1901. En todo ese tiempo, sin embargo, 900 hombres han recibido la más alta distinción que reconoce anualmente a las mayores eminencias en los ámbitos científico, literario, sociológico... «¿Es acaso que no han existido mujeres con talento como para merecerlo? Sinceramente, no lo creemos», zanjan Sonnia Rivas-Caballero y Belén Yuste, comisarias de la exposición 'Mujeres Nobel'.
Una muestra que se reparte entre los espacios expositivos de Casyc, donde se reúnen los perfiles de varias mujeres que de alguna manera marcaron un hito con la consecución del premio; y La Magdalena, que aprovechando la celebración de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ha centrado el foco en la figura de Concha Espina. Una apreciación que tiene su fundamento en la vinculación de la autora con Cantabria.
«Ahora sabemos por el estudio de la correspondencia de muchas eminencias de aquel tiempo que estuvo nominada al Nobel por lo menos en 25 ocasiones. De hecho fue candidata en 19 ediciones, siete de ellas consecutivas, pero no lo logró», lamentan las expertas, también investigadoras. «De haberlo logrado, su figura estaría en los libros de texto y su obra estaría editada con mucha mejor calidad de lo que está ahora», lamentan.
La muestra pretende remover la memoria, poner las cosas en su lugar. «Restablecer el honor de muchas investigadoras a las que escondieron», cuentan las expertas. «Ahí está el ejemplo de Jocelyn Bell, que descubre la primera radioseñal de un púlsar y su Nobel va a su director de tesis. O el caso de Rosalind Franklin, que encontró la estructura de doble hélice del ADN y nunca se vio reconocida. La historia ha silenciado el talento de cientos de mujeres durante décadas».
A día de hoy, la situación ha mejorado, pero queda mucho por hacer. El techo de cristal bloquea el acceso de la mujer a los puestos directivos de la universidad y también de la empresa. Y la estructura social la obliga siempre a elegir entre la vida personal -ser madre y formar una familia- y la carrera profesional. «Hay veces en que es más fácil. Cuenta May-Britt Moser, Nobel de Medicina, que si era necesario ella podía llevarse a su hijo al laboratorio para amamantarlo. Pero claro, estamos hablando de la sociedad noruega, mucho más abierta que la española en este sentido. Para que algo así sea normal aquí ha de pasar aún mucho tiempo. Aquí todavía existen lastres sociales que impiden la igualdad», advirtieron las comisarias.
Por eso es importante que existan referentes como los de las mujeres que protagonizan esta exposición. «Hay que llevar a estas figuras a los libros de texto. Decirles a las niñas que ellas pueden también llegar así de alto porque están igual de capacitadas que los hombres para conseguirlo. Estamos seguras de que es cuestión de tiempo».
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