Historias de fervor por la Virgen del Carmen
Miles de personas participan en los festejos repartidos por distintas localidades de Cantabria. Una celebración multitudinaria
Es de aquí pero, desde hace casi diez años, vive en Asturias. Allí ya tiene hogar (pareja, un crío...). Se acerca a Santander cuando puede, cuando le cuadra. No está lejos en realidad y le encanta venir, pero ya se sabe. 'Que no me da el día', 'que el niño tiene no sé qué', 'que el curro'... Casi siempre hay algo, salvo un día. Intocable. El martes salió de trabajar a última hora de la tarde, se metió el coche y se vino. Llegar, ropa cómoda y al lío. A eso de las doce de la noche estaba por Revilla de Camargo para encender una vela después de caminar un buen rato con su padre. Como siempre. Como todos los años. Como toda la vida. «A esto no puedo faltar. Vengo con él desde siempre y no fallo. Duermo aquí y me voy directa al trabajo por la mañana», contaba. Eso es El Carmen. Es, al menos, una de las muchas historias que rodean esta fiesta. Para muchos –aunque eso ya depende de cada uno–, la celebración religiosa que más devoción despierta en Cantabria. Hasta los no creyentes –muchos– se sienten, más allá de verbenas y del ocio en sí, atraídos por esta fecha. Por el camino, por la intimidad del momento de la vela (aunque sea rodeado por una marabunta humana), por la pura tradición familiar, por compartir... Hagan un ejercicio. En Revilla estuvo lleno. A reventar (la previsión era de 15.000 personas). En el Barrio Pesquero, también. Como en Suances. O en San Vicente, en San Felices de Buelna, en Las Fraguas, en Ajo, en Mataporquera, en Noja, en Castro... Añadan más nombres. La lista de localidades que celebran El Carmen es enorme. Sumen. Miles y miles de personas.
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A eso de las once y media del martes había una chavalada haciéndose fotos junto al cartel de Revilla de Camargo que hay poco después del cruce de La Vegana. Ya estaban cerca. A esa hora ya había mucha gente. Para hacerse una idea, alguien que se puso en la cola para encender una vela a las doce menos cuarto, la acabó colocando en el foso casi a la una de la mañana. Algo más de una hora de espera. «Hay más gente que nunca», decían. Y puede que fuera verdad, aunque la frase se escucha todos los años.
La romería (también multitudinaria y «sin incidentes», según señalaron fuentes del Ayuntamiento de Camargo), el Santuario, los puestos... Las velas a un euro. Y, lo típico: llevarse un escapulario y las rosquillas con el ramo. Están los chavales, pero también familias enteras. Esto no va de edades. «Cuando yo venía con mi madre...». Se lo decía un abuelo con la mano agarrada de la nieta. Una de esas escenas que explican lo que ocurre cada año.
Los vecinos apoyaron a los pescadores en el Barrio Pesquero en su decisión de no salir al mar este año
La falta de procesión marítima no restó un ápice de devoción en la celebración santanderina
Y así toda la noche. A las cinco de la mañana, la primera misa. La imagen de la Virgen salió del templo. A hombros, en su barca, con un manto precioso, entre vítores, aplausos y gritos. «Guapa». Acompañada por picayos, gaitas, remeros y piteros... Fue una de las celebraciones del día que cantaron María Higuera y Toño Rivas. Estuvo el alcalde del municipio, Diego Movellán, y la presidenta regional. María José Sáenz de Buruaga abogó por «recuperar el sentimiento de unidad y los valores que fortalecen la convivencia». Luego, se sucedieron misas y procesiones durante la jornada. Y gente, y velas, y peregrinos, y fervor...
Más historias del Carmen y más lugares. «Llevo todo el año deseando que llegue este momento, ha sido complicado en lo familiar, varias pérdidas muy seguidas, y vengo a pedir a la Virgen que me ayude». Eso lo contaba una mujer en el Barrio Pesquero. Estaba esperando –según informa Candela Gordovil– a que terminara la misa para ver la procesión. El recorrido terrestre fue el mismo de siempre. La emotividad, también. Pero en la mente de todos estaba, claro, la procesión marítima. Anulada por el problema del puente en el puerto. «Si no se puede abrir para trabajar, tampoco para la fiesta». Fue el tema del día y se habló mucho. Pero con la certeza de que eso no empañaría la devoción. Todo lo contrario. El Barrio brindó su apoyo a los pescadores y ya. Unidad.
Porque el Pesquero es Barrio marinero en mayúsculas. «Esta es mi gente y aquí quiero morir», solía decir Alberto Pico, uno de los artífices de ese espíritu. El cura de salitre. Su cara estaba en las camisetas de muchos de los jóvenes que ayer participaron en la procesión. Como ya es habitual, desde que falleció –y también cuando vivía pero no podía salir de casa–, la procesión hizo una parada frente a la que fue su ventana. «Háblame del mar, marinero, dime si es verdad lo que dicen de él, desde mi ventana no puedo yo verlo, desde mi ventana el mar no se ve», entonó la Agrupación Coral Amigos del Mar en honor a Pico. Era su canción favorita. Lágrimas de emoción, «de orgullo y de pena», decían sus vecinos. «Nos lo dio todo y le echamos de menos». Algo muy bonito.
La ofrenda floral, la Hermandad de las Costaleras, los trajes marineros, los remos en alto... Postales de un día que, además, estuvo marcado por el calor. Tanto, que más de uno se vio obligado a renunciar a la primera fila para esperar a la sombra. «Está claro que preferimos verla de cara, pero esto es insoportable», comentaba una vecina. De hecho, desde los restaurantes del barrio sacaron botellines con agua fría para los participantes en el recorrido al paso de la procesión.
Más celebraciones
Son tradiciones arraigadas. Repartidas en una fecha como esta por el mapa de toda la región. Como la de la sirena de la Cofradía de Pescadores en San Vicente de la Barquera. En la actualidad sólo se utiliza en los grandes acontecimientos de la villa y ayer sonó a la ocho de la mañana. Luego –informa Vicente Cortabitarte– vino la procesión por el muelle pesquero con la ofrenda floral en memoria de los marineros fallecidos, a la que siguió la misa. Después de muchos años, se volvió a celebrar en la zona portuaria, y, en esta ocasión, cantada por el Coro de la Hermandad del Rocío de Santander. Pañuelo al cuello, entre los asistentes, un vecino ilustre. David Bustamante (que estos últimos días actuó, precisamente, en las fiestas del Carmen, pero en Mataporquera) participó en los actos de la mañana junto a su pareja, la bailarina Yana Olina. Estaba en casa.
Revilla fue el final del camino de una peregrinación cada vez más multitudinaria
En la costa, pero también en el interior, se sucedieron las celebraciones
En cada sitio, sus cosas. Uno de los detalles de la celebración en San Vicente, una de las señas de identidad, son las sardinadas que se reparten cada tarde. Más de 2.000 raciones –tanto de sardinas como de gambones– para degustar animadas por las tradicionales y multitudinarias romerías y verbenas.
En los grandes municipios y en pequeños pueblos. En la costa y también en el interior. En Mata, en San Felices de Buelna, reavivaron ya desde la noche del martes su devoción por la Virgen del Carmen en una Procesión de las Velas también multitudinaria. Todo, al amparo de una gran escultura de la virgen marinera que este año se ha convertido en el mejor aval para una muy antigua tradición. Lo cuenta Nacho Cavia. Tiene cerca de tres metros y se erige en el centro de la plaza principal de Mata. Música de la tierra, rezos y vivas pasearon con la procesión, velas en mano. Empezó y acabó frente a la figura. Un símbolo.
Como en Las Fraguas. Allí conmemoraron los 240 años de la Cofradía del Carmen y «la devoción singular que tienen con Nuestra Señora Madre de Dios del Carmen y su Santo Escapulario», como señala el antiguo documento que lo atestigua. Entre antorchas, candelas, cirios y fuegos artificiales.
Siempre hay detalles. En Prezanes (Santa Cruz de Bezana), por ejemplo, durante la jornada se rindió un pequeño homenaje a Luis y Ramonita Reigadas, hermanos y vecinos de la localidad. Se les entregó una placa como 'vecinos ejemplares' por parte de la alcaldesa, Carmen Pérez. Cosas de sus gentes. Días y momentos que son bonitos.
De la noche a la mañana. De la mañana a la tarde. La celebración en Suances, otra de las localidades que lo vive, se desplazó de su horario habitual por las mareas. Los marineros saben y mandan. Con la brisa zarandeando los banderines azules y blancos dispuestos de edificio a edificio. «Esta vez, por la tarde, pero con la misma devoción», contaba Pilar Pila. Es de Polanco, pero siempre veranea en Suances. A sus 77 años –según informa Sara Torre–, después de asistir a la misa, que comenzó a las cuatro y media, recorrió con la procesión el camino desde la Iglesia de Las Lindes hacia la costa, con la parada de rigor en la ermita. Como hace siempre.
Laro y Leo, hermanos torrelaveguenses de siete y cinco años, con el pañueluco azul puesto, levantaban los brazos a hombros de sus padres para despedir al Madre Begoña, el pesquero que este año tuvo el honor de llevar a la Virgen como tripulante.
Son sólo ejemplos, porque hay decenas. Noja, Ajo, Mataporquera, Oruña de Piélagos, Ganzo, Argoños, Villaescusa, Orejo, El Astillero... En todos, historias colectivas y personales. En Castro Urdiales, en Isla, en Colindres, en Santoña, en Suesa... Cada uno, con sus cosas. Y en todos esos lugares, mucha gente.
Y a esa lista hay que añadir uno de los últimos actos del día. Tal vez el más centrado en lo puramente religioso. En Los Carmelitas, en la parroquia santanderina, llevan días rezando. Por los misioneros, por el gremio de pescadores, por las cofradías, por los que velan por la seguridad de todos... Ayer celebraron misas desde las seis y media de la mañana. Durante todo el día. Pero su momento, el que paraliza las calles del centro de la capital y aglutina a un gentío para ver una de las imágenes más llamativas de la Virgen, es la procesión de la tarde. Ya a última hora. Más miles para sumar a la lista. Más personas en la multitud.
Piensen en lo dicho en el primer párrafo. En la suma de los que fueron a Revilla, en los que procesionaron en el Pesquero o en los que vieron desde las machinas del puerto de Suances el paseo por el mar. En todos los que ayer, de una u otra forma, vivieron El Carmen. Sumen. Fueron miles. Miles y miles.
Del Carmen a Santiago, una estela de fiestas durante el verano
Pasó el día grande de la celebración, pero los programas de fiestas por El Carmen continúan presentes en distintas localidades de Cantabria hasta el fin de semana. En Ganzo, en Oriñón, en Ajo, en Suesa, en San Vicente de la Barquera, en Santoña... Los programas se extienden con diferentes actividades prácticamente hasta el domingo y coincidirán, entre otros, con los primeros días de la Semana Grande de Santander. La estela de las fiestas que se prolonga durante todo el verano.Del Carmen a Santiago, con el Cristo de Comillas también entre las celebraciones más populares. De un miércoles cargado de actividad en los programas a un fin de semana de los más completos de todo el mes. Este viernes se lanza el chupinazo de la capital y Joaquín Sabina ofrece un concierto de la Campa. Casi nada. Pero es que en Castro Urdiales disfrutarán del festival Sonórica (uno de los más potentes del año musical de Cantabria) y en Laredo se transforman en una aldea hippie con un montón de propuestas. Son viajes en el tiempo, como la fiesta del Retornar de los Indianos en la Finca del Marqués de Valdecilla. Y más. San Sebastián, Santa María Magdalena, la fria ganadera en Riva de Ruesga, la feria europea de la sidra en Piélagos... Esto no para.
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