Las horas clave del asesinato de Eva y su hija

Visiblemente alterada, Eva Jaular acude al restaurante La Caracola, en Somo, donde trabaja como cocinera cada verano. Mientras toma un café avisa a la Guardia Civil de que su expareja está en casa, incumpliendo la orden de alejamiento que pesa sobre él desde el 6 de noviembre.

Eva regresa a casa con la seguridad de que su expareja la ha abandonado. Los vecinos la ven llegar en su vehículo, que aparca a la puerta de la vivienda familiar.

La Guardia Civil se persona una segunda vez en el mismo día en la vivienda de Villaescusa. Eva los ha llamado porque su expareja había vuelto a presentarse con actitud violenta. En ese caso los agentes volvieron a expulsarlo y él salió de la casa cargando con una mochila. Dijo que «no pasaba nada», que se iba y que «no iba a hacer nada».

Eva no responde al teléfono ni a los mensajes. La familia comienza a preocuparse. La hermana tiene llaves de la casa y se presenta en Villaescusa con la madre y un amigo de la familia, compañero de trabajo en La Caracola. Buscan en la casa pero no hay rastro de la mujer ni de su bebé, de sólo once meses.

José Reñones Calvo, que había sido citado por los agentes en el cuartel de El Astillero por incumplir la orden de alejamiento, se persona por voluntad propia. Allí lo retienen porque ya comienzan a intuir que puede ser sospechoso de la desaparición de su expareja y su bebé.

Tras haber peinado la casa, y después de pensar que tal vez la madre y la niña hubieran escapado, dos agentes destapan el plástico de una piscina hinchable que estaba tirado en el corral. Bajo esa lona reposan los cuerpos de Eva y de su hija. Ambas presentan heridas de arma blanca.

En conversaciones informales con los agentes, el presunto asesino, expareja de Eva y padre de la bebé, asegura, tranquilo, no tener nada que ver con lo sucedido. Se declara inocente. Ayer, lunes, pasó a disposición judicial y fue enviado a prisión.

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