La interminable lucha contra la 'velutina'
En seis meses se han retirado un 23% menos de avisperos que hasta junio de 2018 gracias al trampeo de primavera | Apicultores y empresas ganan terreno a la avispa asiática, y piden «más coordinación» con el Ejecutivo para reducir la plaga
Terminó la primera fase del trampeo contra la avispa asiática, la 'vespa velutina'. Al inicio de la primavera, las hembras fértiles de esta especie -también ... llamadas reinas- pusieron fin al proceso de hibernación y abandonaron solitarias su escondite para alimentarse, primero, y poder reiniciar después un ciclo a partir de una nueva generación de 'velutinas', sus próximas obreras. Las que no lo lograron murieron atraídas por soluciones azucaradas en miles de botellas colocadas por la región, más de 10.000, según informó el sector apícola al empezar la campaña. Y aquí la cuestión fundamental: a menor número de nidos, mayor es el éxito que revela la primera fase de esta guerra abonada a la convivencia, en la que luchan empresas privadas, bomberos del servicio de emergencias del 112 Cantabria -dependiente de la Dirección General de Interior-, apicultores por cuenta propia y la Consejería de Desarrollo Rural.
Hoy pueden celebrar que han ganado un poco más de terreno. En la primera mitad de 2019, de enero a junio, el servicios de emergencias cántabro ha acudido al aviso de 706 avisperos de esta plaga exótica, un 26,3% menos que en 2018 a estas alturas (958). El año pasado, para hacerse a la idea, se cerró con 5.116 casos, por otros 3.777 en 2017. Las reinas cada vez lo tienen más difícil para anidar en Camargo, Piélagos -que el viernes informó de la captura de más de 1.200 avispones entre abril y junio-, Torrelavega o Santander, cuatro de sus asentamientos favoritos en la región, según la clasificación de los diez municipios más castigados por su presencia (ver gráfico en la siguiente página).
Avisperos de enero a junio
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1 Camargo 48
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2 Piélagos 36
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3 Torrelavega 34
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4 Santander 33
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5 Santa Cruz de Bezana 29
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6 Reocín 29
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7 Ribamontán al Mar 26
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8 Los Corrales de Buelna 22
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9 Suances 23
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10 Marina de Cudeyo 19
César Alonso es el presidente de la Asociación Montañesa de Apicultores (AMA), uno de los 518 titulares de explotación apícola a quien atañe, y mucho, el desarrollo de esta lucha -«Esta lucha imposible», matiza-. Hace años que lo da por sentado. La convivencia con la 'vespa velutina' ya es «una realidad inevitable» y por eso él y sus colegas viven la contienda al día. De ahí a los datos del último semestre: «Estamos contentos por los resultados. El trampeo es el camino y, por suerte, ahora estamos comprobando que el año pasado se hizo un buen trabajo», declara el representante, partidario, pese a todo, por seguir perfeccionando las tácticas de fuerza en el 'frente asiático'.
A partir de aquí, maniobras que pueden solucionar la vida a los apicultores: «Las arpas eléctricas en los colmenares son muy eficaces. La que llega cae. Eso sí, es una medida para sitios pequeños o controlados». Alonso no sólo tiene palabras para su sector. «Todos reaccionaremos de verdad cuando pase alguna desgracia y nos demos cuenta de la dimensión del problema. Esperemos que no, pero puede ocurrir», denuncia, antes de advertir sobre el aumento de ejemplares en urbes como Santander y Torrelavega: «Y serán más. Les gusta estar calientes, a salvo de la lluvia y en zonas urbanas».
Buena campaña
Para Jaime Zabaleta, técnico especializado en el control de plagas en su propia empresa, el balance semestral revela una mejoría clara en la lucha contra la 'vespa velutina' desde que entró en la cornisa desde Francia un condenado día de la última década. Pero volviendo a la remontada: «Ha sido gracias a la buena campaña de trampeo que se ha hecho en muchos sitios», dice. Coincide así el experto, encargado de reducir, -«frenar, imposible», apunta-, el paso de las reinas para ayuntamientos como Torrelavega, Polanco, Suances, Los Corrales de Buelna, Puente Viesgo y Ribamontán al Mar, entre otras, a un ritmo desbordante de «1.500 reinas por municipio».

No parecen cálculos exagerados, y menos atendiendo al número de expedientes registrados por el Gobierno sólo el mes pasado. En julio, el 112 ha recibido 510 avisos, de nuevo con Camargo a la cabeza (35 nidos), seguido por Reocín (28) y Santa Cruz de Bezana (26). Son los datos de una guerra con la ala avisa asiática absurdamente difícil de abordar.
Aunque la perseverancia puede dar sus frutos: «Estudiamos a las avispas, su comportamiento y sus lugares más comunes, y hemos notado lo mucho que ha disminuido el problema en algunas zonas. Donde antes encontrábamos quince, ahora no hay ninguna». Zabaleta es consciente de que no hay margen para el triunfalismo. Por eso apela a la coordinación del Ejecutivo para mejorar el trampeo de 2020, cuando las reinas vuelvan a salir en primavera.
¿Cómo? Lo explica: «Lo ideal es que la Consejería contrate a una persona para vigilar las botellas durante los tres meses que dura este periodo. Puede ser una persona de la AMA o la que sea, pero alguien que entienda y garantice el control de las botellas». Todo lo contrario es dejar la lucha en manos «únicamente de la buena intención». Por ello, el experto llama a combatir la proliferación de 'velutinas' con responsabilidad, mejorando el control y, lo más importante, revisando el líquido atrayente de las trampas cada quince días. «Hay que dejar claro que el trampeo funciona, pero según avanzan, los avispones van colonizando, por lo que tenemos que ir todos en la misma dirección. Si lo logramos viviremos con ella, sí, pero les haremos mucho daño. No hay que hacerlo por hacer».
Sobre todo en el norte
¿Y ahora qué? «Colaboración. Ahora toca que los cántabros se involucren yendo a charlas, primero, para luego poder buscar nidos de forma segura y avisar a los servicios de emergencia», explica Zabaleta. El desafío continúa. Un bloque de hormigón en un garaje, un seto en un jardín, el alféizar de una ventana o cualquier construcción ocupada o no por el hombre en cualquier pueblo será, a lo largo de todo el año, el cobijo ideal para una plaga exótica que, aunque su picadura no es peligrosa -si acaso más dolorosa que las de una avispa, según dicen los expertos-, sí que puede responder de forma agresiva y en grupo en caso de sentirse amenazada. Y eso sí puede resultar muy peligroso. Por eso insisten en la importancia de tener los ojos bien abiertos, y evitar un balonazo desafortunado en el parque o cualquier encuentro no deseado.
De momento esta es una preocupación extendida sobre todo en la cornisa cantábrica, en el levante y en puntos aislados del interior de España. «Si hubiera llegado a Madrid ya verías lo rápido que pondrían medidas», denuncia Alonso, indignado por la ausencia de movimientos administrativos a nivel nacional. Y zanja: «Porque la cornisa no es la zona más potente de la apicultura. Que si no...».
Llamar al 112 y guardar mínimo cinco metros de seguridad
Marcar el 112 es lo primero que hay que hacer en caso de ver una avispa asiática. Eso y guardar una distancia prudencial de cinco metros, mínimo. A partir de ahí, el número de emergencias funciona como órgano encargado de recabar información para el seguimiento de la especie, que posteriormente se envía a Desarrollo Rural -sección que firma este protocolo-. En función de la población, la alerta puede ser responsabilidad de diferentes profesionales. Acudirán agentes de la empresa Tragsatec (de la propia consejería), si se halla en un municipio de menos de 5.000 habitantes, o bien bomberos de los seis parques de emergencia en la región, en aquellos que superen ese número de residentes.
¿Y cómo se distingue a una avispa asiática de una común? Si se presta atención a los detalles puede ser relativamente sencillo. Por lo pronto, su aspecto desde lejos es más bien oscuro. Ya desde más cerca es visible su cabeza, oscura desde arriba, pero con tonos amarillos o anaranjados cerca de su cara. Su tórax es casi inconfundible. Completamente negro, da paso a un abdomen dividido en 'tergos' -los segmentos que componen su tronco- de color marrón y separados por una delgada franja amarilla. Todos salvo el último, de un color anaranjado y con un triángulo negro en su línea superior. Otro rasgo clave son sus patas, mitad marrones, en su extremo más cercano al tronco; mitad amarillas, en la punta. Las reinas miden unos 3,5 centímetros y viven alrededor de un año. Las obreras, por su parte, son medio centímetro más pequeñas y viven entre 35 y 55 días.
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