Manifestantes con la persiana abierta
Santander compaginó la movilización con la actividad comercial del centro, que marchó como «un día más en el calendario»
Era un cartel, un pañuelo, unas medias, un jersey, un gorro o el chupete del nene. El ocho de marzo se celebró de muy diversas ... maneras ayer en Santander, y no pasó necesariamente por la huelga. El centro de la ciudad compaginó la movilización feminista con la actividad comercial y quienes optaron por trabajar y ocupar sus puestos vivieron la jornada «como un día más» en el calendario laboral. Levantar la persiana, con pulsera o sin ella, también fue una forma de reivindicar el Día de la Mujer Trabajadora. Cada cual entendió la fecha a su manera.
«Estoy de acuerdo con los planteamientos y todavía tenemos que dar muchos pasos hacia la igualdad real, pero yo tengo que abrir como todos los días», le aclaraba la dependienta de un quiosco del Paseo de Pereda a una cliente, al tiempo que le rellenaba la tarjeta del autobús. «Claro, a nosotras no nos da de comer el feminismo ni el Gobierno ni nadie, sino el público».
Eran casi las diez de la mañana, y la capital empezaba a mostrar síntomas de «un día más» a falta de dos horas para la manifestación. Jesús de Monasterio, Juan de Herrera, Lealtad, Calvo Sotelo... Las tiendas empezaron a hacer acto de presencia, y con ellas las trabajadoras. «No he parado porque no puedo, literalmente. Claro que agradezco las reivindicaciones, pero yo sólo puedo acompañarlas en el sentimiento», aseguraba una camarera con la mirada puesta en los pinchos, las vueltas y un colacao sin dueño aparente, en una cafetería cercana al Ayuntamiento. Al otro lado de la barra, una mujer prestaba atención al tema del día, y añadía: «Yo soy autónoma, procuradora, y tengo mis citas y mil asuntos que atender».
Quedaba más de una hora para la marcha, pero el color morado ya empezaba a verse entre los transeúntes. Por haber, había hasta equipos de música portátiles apoyados sobre su hombro, para empezar a aclimatar la ciudad. Loreto Villasante observaba el ir y venir de estos tonos a lo largo de la calle Juan de Herrera desde la puerta de su negocio, la Joyería Seoane. Con pañuelo rosa al cuello, quiso formar parte de la reivindicación con este guiño, y se preguntaba: «¿Quién va a abrir por mí si no?». La pregunta se repetía en todo el centro y algunas empleadas, incluso, se planteaban su asistencia, pero «al salir del trabajo», como apuntaban dos de ellas muy cerca de ahí, en Sfera. Lo mismo que en Cortefiel, donde la conversación a un lado y al otro de la caja fluía en esta misma línea. Hasta que zanjaba una cliente: «La mejor huelga es trabajar el doble». El centro se manifestaba con la persiana abierta. La jornada dejó una huella interesante en la librería Estvdio de la calle Calvo Sotelo. «Hoy hemos vendido muchos libros sobre feminismo, mucho más de lo normal», aseguraba el dependiente del local.
Ayer, los debates no apuntaron hacia políticos o gobiernos de turno. La hora de la huelga, la igualdad real o alusiones a la jornada histórica del año pasado monopolizaban las charlas en las aceras, las terrazas y los locales. En el Mercado de la Esperanza, donde tampoco se notó un gran impacto, el paro se formulaba se cuestionaba en más de un puesto. «¿Para qué? Muchas veces las más machistas somos nosotras», lamentaba una charcutera.
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