

Orden en el caos
Desde El Diario Montañés ·
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Desde El Diario Montañés ·
El desconcierto de una jornada como la del lunes se transforma en adrenalina en la redacción del periódicoUna definición apócrifa de periodismo es el intento diario de poner orden en el caos de la realidad. Construir una jerarquía de acontecimientos, interpretaciones y ... opiniones en el que, en virtud de un sedimentado esquema de secciones y subsecciones, encajar los hechos de cada día en un todo abarcable, comprensible, finito. 'Hacer el periódico', como decimos en jerga, es levantar con las piezas que lo cotidiano pone al alcance de la mano, más otras no tan accesibles, un pequeño o gran embrollo del que surge una narración con cierta organización, en la que las partes revueltas acaban encajando.
En el quehacer habitual, se trataría de contar lo que va pasando, lo que los periodistas cazan al vuelo o al acecho, e irlo poniendo en el tornillo sin fin de la web para, al final de la jornada, decantar lo mejor, lo imprescindible, lo que debe usted saber a resguardo, en tinta sobre papel.
El pasado lunes, a las 12.33 horas, la noticia empezó con un apagón de lo más corriente. La producción no estaba aún en su apogeo y aunque el pico de lectura en internet del mediodía se acercaba, el problema podía quedarse en unos minutos sin actualizar la portada de la web, algún reinicio y las pérdidas de información de quienes no hubieran sido precavidos.
Enseguida se vio que no era así. Mensajes desde otras regiones apuntaron, sin tardar mucho, a que se trataba algo más serio. Antes de las 12.40 horas ya sabíamos que el apagón afectaba a toda España. Internet parado, los ordenadores sin conexión.
El desconcierto y la incredulidad solo pueden durar el tiempo justo. Funcionaban algunos móviles particulares, por los que comenzamos a lanzar píldoras informativas a los miles de lectores suscritos a la lista de El Diario Montañés en WhatsApp. A través de la redacción en Madrid, provista de generador, actualizamos una web que no podíamos ver. Apareció un transistor de los de siempre, con pilas. También se oía la radio en los coches aparcados, que también hacían de recargadores de móviles.
Una simple llamada telefónica era una odisea. La caída eléctrica dejó los servidores parados en cuanto las baterías de seguridad fueron agotándose. Los informáticos se multiplicaron en sus quehaceres inventando soluciones sobre la marcha.
Mientras, los redactores habían saltado de sus asientos o dejado las informaciones que estaban cubriendo para ir a las calles, a Valdecilla, al Parlamento, a la sede del 112, en la que se constituyó el Centro de Coordinación Operativa regional hacia las 13.00 h., apenas media hora después del momento fatídico. Los fotógrafos, la punta de lanza de la tropa periodística, se afanaron por dar cuenta al detalle de todo lo que ocurría.
El periódico previsto se transformó en uno especial: una gran sección dedicada a la noticia que eclipsaba todo lo demás. Ahora solo faltaba poder poner al día la web con información más completa y trasladar a las páginas lo que íbamos escribiendo en los portátiles, cuyas baterías se iban agotando una tras otra. Hubo quien recuperó el papel y el bolígrafo.
Quedaba o improvisar una redacción al abrigo de un generador, o desplazarse a un lugar en el que se hubiera restablecido la electricidad, o esperar confiando en que a una hora razonable los ordenadores funcionaran, al hilo de las noticias que llegaban de zonas de Cantabria que ya tenían luz. A eso de las 18.00 horas, una exclamación sorda y compartida al unísono por medio centenar de gargantas acompañó el retorno de la corriente eléctrica. Los responsables dieron instrucciones y todo el mundo se concentró en lo suyo: en tres o cuatro horas había que hacer lo de seis u ocho.
Una portada especial para un día histórico, con un fundido en negro como idea gráfica. Y en esta ocasión el adjetivo histórico no es una exageración periodística.
Al poco, el caos diario previo al cierre hace acto de presencia, aunque elevado a la máxima potencia. El suministro era inestable, lo que hizo que todo lo que podía fallar fallase. La rotativa reclamaba las páginas, que no se dejaban rematar. Las imágenes se negaban a circular...
Las piezas acabaron encajando. 23,43 horas, última página enviada a la máquina. Un día así todo es extraordinario. La impresión, la distribución, el reparto.
La adrenalina permitió que la jornada durara para algunos trece o catorce horas, sin descanso para comer. Levantar una noticia relevante, publicar una exclusiva, cubrir un acontecimiento, poder echar una mano a alguien que lo merece, son las compensaciones que tiene una profesión exigente.
El periódico quedó bien. Increíblemente bien para lo que poco antes temíamos. La web, en orden de revista. Pero no hay mucho tiempo para recrearse en lo que ya tiene vida propia.
Al apagón eléctrico del lunes se sumó el apagón informativo: o no se sabía o no se quería decir, dos opciones a cual peor. ¿Y mañana? En torno a la mesa de redacción bullen las preguntas pendientes. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Quiénes son los responsables? ¿Puede pasar de nuevo?
Un guion para volver a empezar. Para, otra vez, tratar de poner un punto de orden en el caos.
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