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Efectos personales de Ángel Herrera, uno de los nombres recuperados en la 'lista Larrinoa'. Luis Palomeque
Los primeros nombres de la 'lista de Larrinoa'

Los primeros nombres de la 'lista de Larrinoa'

Los apuntes del libro de difuntos aportan nuevos datos sobre otros republicanos enterrados en Limpias

JOSÉ AHUMADA

Santander

Martes, 12 de diciembre 2017, 14:00

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Un golpe de fortuna, sumado al tesón de José Antonio Larrinoa en la búsqueda de su tío, sacó del olvido a 74 republicanos sepultados en una fosa común en el cementerio de Limpias: el padre Gregorio Ungo, párroco de la localidad durante los años de la guerra, se preocupó por copiar sus fichas en el libro de difuntos, que nadie se había preocupado por volver a consultar.

El historiador cántabro Fernando Obregón tenía su propia relación de caídos en la zona durante la contienda, que había obtenido consultando registros civiles y bibliografía diversa. Muchos de los nombres que había recopilado coincidían con los de la 'lista Larrinoa', salvo una decena. Ahora, un repaso más atento al libro de fallecidos de la parroquia de Limpias ha permitido encontrar algunos datos nuevos de siete de ellos.

El párroco Gregorio Ungo se preocupó por poner al día el registro de muertes cuando pudo volver al pueblo tras el avance de las tropas nacionales. Así lo explica en una nota aclaratoria, escrita el 31 de agosto de 1937, en la que indica que se ha dirigido al registro civil para obtener la información que aparece en las páginas siguientes y que corresponde a estos siete fallecidos.

El párroco copió las fichas de los fallecidos que encontró en el registro civil

José María Fernández Echevarría, de 22 años, natural de Las Arenas, Bilbao, que falleció el 7 de julio de 1937; hijo de Gonzalo y María. Estaba casado y trabajaba en Telégrafos.

Heraclio Portilla Puente, vecino de Ribamontán al Mar, que falleció el primero de julio de ese año en el bombardeo de Carranza. Hijo de Daniel y Encarnación, de Laredo. Estaba casado con María Gómez Barquín y tenía un hijo, Ricardo.

Carlos Martín Aguirre, de 25 años, vecino de Sopuerta, murió el 15 de julio por heridas sufridas en el frente. Hijo de Perfecto y Margarita, estaba soltero y trabajaba de jornalero.

Félix Alonso Grande, tenía 38 años y era de Villayermo. Falleció el 4 de julio a consecuencia de las heridas que sufría y por las que era atendido en el hospital de Limpias. Era jornalero, hijo de Castor y Ruperta. Estaba casado con Florentina Ruiz, con quien tenía cuatro hijos: Casilda, María, José y Félix.

Gonzalo Fernández Pereira, vecino de Bilbao, que murió el 5 de julio a consecuencia de las heridas que había recibido. Hijo de Ramón y Antonia, estaba casado con Aurora. Se indica que era «comandante jefe». Según los datos aportados por Fernando Obregón, era comandante del batallón vasco número 52, apodado 'Capitán Casero', y fue alcanzado en Trucíos.

Esteban Herrera Terán, tenía 40 años, era de Suances y falleció el día 6 de julio. Era hijo de Ruperto y María y estaba casado con Alodia Udías González, de cuyo matrimonio tuvo cuatro hijos: Esteban, Concepción, José y Benito. El párroco aclara que «el día del fallecimiento se fija aproximadamente».

Domingo Ibarrola Martínez, de Villasana de Mena, murió el 20 de agosto a consecuencia de una herida en la región lumbar. Era hijo de Perfecto y Catalina.

En la nota previa a este listado, el cura advertía: «Hay otros muchos, que, según dicen, pasan bastante de la centena, que están también enterrados aquí, sin que quede ningún vestigio de ellos. Procedían de los diversos frentes de batalla durante la dominación roja».

Antes de iniciar los apuntes del año 1938, el cura vuelve a incluir otra aclaración en el registro de fallecimientos de la parroquia. «Se dio cuenta al pueblo en el domingo infraoctava de la Epifanía de los asientos correspondientes a los dos años últimos; y no se ha hecho ninguna reclamación». En las páginas siguientes figuran los 74 finados de la 'lista Larrinoa'. Es de suponer que a ellos se referían los rumores sobre aquel centenar de cuerpos de los que se hacía eco el cura unos meses antes. Queda la duda de si, bajo tierra, la identidad de algún otro quedó perdida para siempre.

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