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«Pudimos dar el menú del día gracias a que tenemos cocina de gas»
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En La Leña sacaron la jornada adelante y dieron 74 comidas pese a la «incomodidad» de no tener luzLos de la cuadrilla de siempre, un grupo de habituales, se arremolinaban, caña en mano, en el extremo de la barra en torno al periódico. Andaban, claro, comentando todo lo que había sucedido este lunes. Salvo por la conversación, una estampa habitual en el Restaurante parrilla La Leña (en la santanderina plaza de La Leña) a media mañana. Muy distinta, al menos bastante más luminosa, que la que pudo verse justo 24 horas antes. «Yo no cerré porque tengo cocina de gas. Y en la cocina –al fondo del local– estuvimos trabajando con velas», explicaba el propietario del negocio, José Antonio Sainz. Contento por haber salvado un día complicado.
«Pudimos sacar adelante el menú del día. Los fuegos y la freidora funcionaban porque son con gas. Y los platos de cuchara los teníamos ya hechos. Lo que no podíamos utilizar era la parrilla porque no tenía extracción», explicaba José Antonio mientras enseñaba cómo enciende los fogones que ayer le salvaron la jornada. Fue raro, pero fue bien. «Con la incomodidad de no tener luz, la gente algo 'alteradilla' por todo lo que estaba pasando y sin poder dar cafés, eso sí (la cafetera, claro, se quedó parada), pero bien en general».
Un panorama muy distinto al de otros muchos locales de hostelería (sobre todo, restaurantes), prácticamente inutilizados o abiertos únicamente con bebidas y hasta que despacharon todo lo que tenían hecho para comer antes del apagón –o lo que se podía servir sin pasar por cocina o sin necesidad de calentar (bocadillos, platos fríos...)–. «Ya no tenemos nada», decían en varios locales a eso de las tres de la tarde del lunes. Un ejemplo.
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Lo mejor, explicaba José Antonio, que la falta de energía no se prolongó tanto como en otros puntos de España, en los que se quedaron sin corriente hasta la madrugada. «Nosotros a las cinco de la tarde ya teníamos luz». Cuatro horas y media en su caso. «Afortunadamente no fueron tantas horas y no se estropeó nada». Un alivio, aunque el hostelero reconoce que estaban, literalmente, «acojonados» ante la perspectiva de unas pérdidas importantes de género en las cámaras frigoríficas. Pero nada.
En el balance del lunes sin luz, 74 comidas. «Más o menos, lo que un día normal». Y eso que se le cayó de la lista «una mesa de quince». «Estaba reservado, pero con todo el follón y lo que estaba pasando... Había gente que venía de fuera y al final no podían venir, así que cancelaron», comentaba mientras en la cocina, su mujer, Milena Giraldo, preparaba la comida prevista para el martes. Con luz a tope y sin contratiempos. Lo habitual, como la charla de la cuadrilla que estaba al fondo de la barra. «Espera, que les pongo a estos una ronda –comentaba José Antonio– y seguimos hablando».
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